"Wild Hogs". Dirigida por Walt Becker. Protagonizada por Tim Allen, John Travolta, Martin Lawrence, William H. Macy, Ray Liotta, Marisa Tomei, Kevin Durand, M.C. Gainey, Jill Hennessy, Dominic Janes, Tichina Arnold, Stephen Tobolowski. Estados Unidos. Año 2007.
¿De qué se trata?
Doug es un pobre infeliz con el culo bien apontigado en su vida burguesa como ortodoncista, con esposa y un hijo que pasa de él, y recordando a veces sus viejos tiempos de alocado. Woody es un pobre infeliz casado con una modelo de trajes de baño que prefiere divorciarse de él a seguir adelante, pero que frente a la pandilla es el tipo que se echa a la modelo. Bobby es un pobre infeliz que quiere respeto de su familia, pero como su señora gana más dinero que él, pues bien, se siente con todo el derecho del mundo para tratarlo como a una pobre ave (¿qué esperabas, comprensión...? ¡Es una mujer, demonios!). Dudley es un cableta incapaz de separarse de su compu, y cuando hace algo salvaje como para enloquecer, es tatuarse un emblema de Apple... Woody, el tipo quiero-y-no-puedo con la modelo, se pregunta entonces en qué puñetero minuto de la vida perdieron el rumbo, y propone salir rumbo a la aventura, al camino, hacia ninguna parte, sin reglas, únicamente para recordar los tiempos de gloria, lo que solían ser, lo salvajes que eran sus vidas. El gritoneado se lo cuestiona un poco, el cableta acepta, pero el dentista piensa en las cuentas, el trabajo... Hasta que de pronto, con presionar delicadamente un botón y otro, la esposa consigue alocarlo un poco. Así es que salen los cuatro al camino. Al principio todo pareciera marchar como se supone; es decir, cuatro hombres solos que dan para pensar que andan en algo gay, cosas así... Pero las cosas se pondrán un poco más serias cuando estos cuatro sucedáneos descafeinados de Lucky Strike encuentren a los bikers de verdad, los de "mírame y te meto el puño por la mandíbula hasta el bulbo raquídeo". Las cosas amenazan con salirse de control poco a poco, en particular cuando Woody tiene una muy poco reflexiva idea, y, pues bien, cómo decirlo... Querían aventuras, ¿verdad? Pues piensa bien lo que deseas, porque puedes encontrarlo...
El espíritu de los tiempos.
La cultura biker es tan americana como los mafiosos italianos, los narcos latinos o los productores de cine judíos... Creo que elegí mal los ejemplos. Voy de nuevo. A falta de una tradición orgánica común, Estados Unidos se ha integrado en un tropel de tradiciones de todo tipo y calibre: el jazz de Nueva Orléans, el estiramiento intelectualoide de Nueva Inglaterra, el pie de manzana de Kansas... y por qué no decirlo, los motociclistas. Aniquilados los cowboys por el avance imparable de la tecnocracia, llegaron su relevo, los bikers, buscadores de libertad y gozosos de encontrarla; emblematizados, por supuesto, en la mítica "Busco mi destino" de 1969 (por cierto, Peter Fonda, el prota de ésa, hace un cameo aquí, como gurú biker). Con el tiempo, la cultura biker se ha hecho algo de postín, por supuesto, como todos aquellos movimientos rebeldes que terminan engullidos por una sociedad y vendidos como paquete de consumo para las masas (hippies, punkies, gothies, etcétera), precisamente porque la gente compra rebeldía. Esta peli da justo en la diana al respecto. Porque debajo de su empaque de comedia más o menos facilona, e incluso con su poco de ñoñardería moral, hay un par de reflexiones bastante contundentes sobre lo que significa en verdad ser un rebelde, en una sociedad que todo lo aplasta y lo consume en el mäelstrom del conformismo apenas levanta cabeza.
¿Por qué verla?
- Partamos por los cuatro actorazos protagónicos. Están simpáticos. Están la mar de simpáticos. ¡Oigan, podría invitarles a tomar una cerveza! Alabar el trabajo actoral de William H. Macy es, por supuesto, casi una insolencia, habida cuenta de que éste no necesita carta de presentación para el cinéfilo promedio. Pero es que miren, está Tim "Barra de Plomo" Allen; y Tim Allen está simpático y querible como nunca. John Travolta, por su parte, hace más o menos el mismo papel de pesadote que siempre, pero ahora en clave de autocachondeo que lo hace... ¿diré la palabra...? sí, la diré... Querible. Hacía tiempo que no veíamos a Travolta así de grande. Y, oigan... ¡Hasta Martin Lawrence, nigga candidato a las algodoneras por su criminal prontuario cinematográfico, está simpático! Nada de sobreactuación, nada de tratar de pasarse de gracioso. Además, se nota que el cuarteto protagónico se lo pasó chupi rodando la peli. Una peli rodada con buenas vibras, es una peli que transmite buenas vibras, y ésta las transmite por todo lo alto. Saquen ustedes cuentas de cuántas pelis que hablan sobre la amistad y la solidaridad entre camaradas han visto, y cuántas de ellas tienen de verdad esa química propia de camaradas que se van a defender en las buenas y en las malas...
- Siguiendo con lo anterior, los personajes. Bien mirados, son cuatro patéticos perdedores a quienes la vida ha pasado por delante, pero de alguna manera se las han arreglado para conservarse fieles a sí mismos, y en medio de toda su mulería y ridiculez, nunca despiertan ese negro sentimiento que es la compasión. Los chistes se hacen con los personajes y a través de los personajes, no a costa de ellos, y eso es algo que se agradece. Incluso hasta el computín, personaje que carga con algunos de los momentos más patéticos de la cinta, tiene también sus segundos de gloria, y bien ganados (además, es el que se echa a la chica).
- Los secundarios también están en su punto. Poner a Ray Liotta como el jefe de los bikers malvados podría tener su crimen sobre el papel, habida cuenta de que este chico malo anda sobre la cincuentena (por cierto, ese pelo negro, ¿será teñido...?). Pero como villano está grande e inmenso, infunde ese respeto que ha conseguido sacar en sacatapunta películas de mafiosos que ha hecho, e inspira. Cuando grande, quiero ser como él. En cuanto a Marisa Tomei, hace más o menos su rol de siempre, pero... Vale, no es la actriz más bonita de todas, pero debe ser una de las más carismáticas de Hollywood, ¿por qué le echan entonces tanta putada encima...? Verla en pantalla siempre es un placer, y esta peli no es una excepción; cuarentona y todo, se sienta por todo lo alto en jessicas y mandys, por mencionar algunos nombres pindies que vienen a mi cabeza ahora.
- Esta película consigue mantener el tono de comedia a lo largo de todo el metraje. Repasemos algunos de los vicios comunes de la comedia hollywoodense: mantienen un nivel plano casi todo el metraje, tienen una o dos secuencias de reventón humorístico, y promediando los dos tercios hacia el final, tienen una secuencia de bajón dramático para que el personaje crezca, madure, se descubra a sí mismo, y recalcar la moralina. Pues bien, si ven esta película, se librarán de todo eso. Hay un momento en que los personajes se ven las caras, sí, y deben descubrir en qué madera están tallados, pero está tratado de manera rápida y ondera, y por tanto no hay lugar para la lágrima fácil ni para el chantaje emocional. Al principio parece comedia facilona, y ya puede uno temer que todo degenere en el humor pedorreta que se ha clavado como un dardo envenenado en el cine desde los noventas a la fecha. Pero no. Hay un poco de humor físico (caídas graciosas, para que nos entendamos), pero también diálogos ingeniosos, y el mejor humor de todos, o sea, el que nace de una interpretación graciosa. ¿Qué más se puede pedir...?
- La banda sonora. Después de tanto despropósito electrónico combinado con apestoso nü metal, es agradable escuchar una banda sonora que se permite libertades con el rock clásico y de toda la vida. Rock setentero, por supuesto, incluyendo AC/DC ("Highway to Hell"), pero con algunas cosillas por ahí que... ¿pueden imaginarse a Tim Allen tratando de rescatar a William H. Macy, con la canción "Thunderkiss '65" de Rob Zombie...? Pues bien, no necesitan imaginarlo, vean la película y lo verán en technicolor.
- La peli se permite reflexionar también sobre el sentido de la autenticidad. ¿Qué es ser auténtico, qué es ser rebelde, en un mundo hiperplastificado que se traga toda la rebeldía antisistema y la fagocita para venderla empacada como producto manufacturado...? Curiosamente, nuestros héroes son grandes porque no tratan de ser rebeldes onderos al uso, ni siquiera por ser bikers, sino que tratan de ser auténticos consigo mismo. ¡Ah! Y eso, casi sin diálogos moralizantes de utilería. "Show, don't tell", dice el viejo adagio cinéfilo, y aquí vemos el problema no porque los personajes nos lo restrieguen por la nariz, sino porque los vemos actuando de esa manera.
- Seamos honestos. La peli flaquea al final. Aunque por otra parte, los guionistas se la pusieron difíciles para concluirla. Pensándolo mejor, es posible por otra parte que este final más o menos amable (quizás demasiado amable) sea el mejor posible. Después de todo, nuestros personajes no son unos héroes, a fin de cuentas. Quizás esa es la magia de la peli: nadie espera que sean más grandes que la vida, sino simplemente ellos mismos. Y sí... Pensándolo bien, es un buen final.
IDEAL PARA: Reirse, reirse, reirse, a carcajadas y con inteligencia.
¿De qué se trata?
Doug es un pobre infeliz con el culo bien apontigado en su vida burguesa como ortodoncista, con esposa y un hijo que pasa de él, y recordando a veces sus viejos tiempos de alocado. Woody es un pobre infeliz casado con una modelo de trajes de baño que prefiere divorciarse de él a seguir adelante, pero que frente a la pandilla es el tipo que se echa a la modelo. Bobby es un pobre infeliz que quiere respeto de su familia, pero como su señora gana más dinero que él, pues bien, se siente con todo el derecho del mundo para tratarlo como a una pobre ave (¿qué esperabas, comprensión...? ¡Es una mujer, demonios!). Dudley es un cableta incapaz de separarse de su compu, y cuando hace algo salvaje como para enloquecer, es tatuarse un emblema de Apple... Woody, el tipo quiero-y-no-puedo con la modelo, se pregunta entonces en qué puñetero minuto de la vida perdieron el rumbo, y propone salir rumbo a la aventura, al camino, hacia ninguna parte, sin reglas, únicamente para recordar los tiempos de gloria, lo que solían ser, lo salvajes que eran sus vidas. El gritoneado se lo cuestiona un poco, el cableta acepta, pero el dentista piensa en las cuentas, el trabajo... Hasta que de pronto, con presionar delicadamente un botón y otro, la esposa consigue alocarlo un poco. Así es que salen los cuatro al camino. Al principio todo pareciera marchar como se supone; es decir, cuatro hombres solos que dan para pensar que andan en algo gay, cosas así... Pero las cosas se pondrán un poco más serias cuando estos cuatro sucedáneos descafeinados de Lucky Strike encuentren a los bikers de verdad, los de "mírame y te meto el puño por la mandíbula hasta el bulbo raquídeo". Las cosas amenazan con salirse de control poco a poco, en particular cuando Woody tiene una muy poco reflexiva idea, y, pues bien, cómo decirlo... Querían aventuras, ¿verdad? Pues piensa bien lo que deseas, porque puedes encontrarlo...
El espíritu de los tiempos.
La cultura biker es tan americana como los mafiosos italianos, los narcos latinos o los productores de cine judíos... Creo que elegí mal los ejemplos. Voy de nuevo. A falta de una tradición orgánica común, Estados Unidos se ha integrado en un tropel de tradiciones de todo tipo y calibre: el jazz de Nueva Orléans, el estiramiento intelectualoide de Nueva Inglaterra, el pie de manzana de Kansas... y por qué no decirlo, los motociclistas. Aniquilados los cowboys por el avance imparable de la tecnocracia, llegaron su relevo, los bikers, buscadores de libertad y gozosos de encontrarla; emblematizados, por supuesto, en la mítica "Busco mi destino" de 1969 (por cierto, Peter Fonda, el prota de ésa, hace un cameo aquí, como gurú biker). Con el tiempo, la cultura biker se ha hecho algo de postín, por supuesto, como todos aquellos movimientos rebeldes que terminan engullidos por una sociedad y vendidos como paquete de consumo para las masas (hippies, punkies, gothies, etcétera), precisamente porque la gente compra rebeldía. Esta peli da justo en la diana al respecto. Porque debajo de su empaque de comedia más o menos facilona, e incluso con su poco de ñoñardería moral, hay un par de reflexiones bastante contundentes sobre lo que significa en verdad ser un rebelde, en una sociedad que todo lo aplasta y lo consume en el mäelstrom del conformismo apenas levanta cabeza.
¿Por qué verla?
- Partamos por los cuatro actorazos protagónicos. Están simpáticos. Están la mar de simpáticos. ¡Oigan, podría invitarles a tomar una cerveza! Alabar el trabajo actoral de William H. Macy es, por supuesto, casi una insolencia, habida cuenta de que éste no necesita carta de presentación para el cinéfilo promedio. Pero es que miren, está Tim "Barra de Plomo" Allen; y Tim Allen está simpático y querible como nunca. John Travolta, por su parte, hace más o menos el mismo papel de pesadote que siempre, pero ahora en clave de autocachondeo que lo hace... ¿diré la palabra...? sí, la diré... Querible. Hacía tiempo que no veíamos a Travolta así de grande. Y, oigan... ¡Hasta Martin Lawrence, nigga candidato a las algodoneras por su criminal prontuario cinematográfico, está simpático! Nada de sobreactuación, nada de tratar de pasarse de gracioso. Además, se nota que el cuarteto protagónico se lo pasó chupi rodando la peli. Una peli rodada con buenas vibras, es una peli que transmite buenas vibras, y ésta las transmite por todo lo alto. Saquen ustedes cuentas de cuántas pelis que hablan sobre la amistad y la solidaridad entre camaradas han visto, y cuántas de ellas tienen de verdad esa química propia de camaradas que se van a defender en las buenas y en las malas...
- Siguiendo con lo anterior, los personajes. Bien mirados, son cuatro patéticos perdedores a quienes la vida ha pasado por delante, pero de alguna manera se las han arreglado para conservarse fieles a sí mismos, y en medio de toda su mulería y ridiculez, nunca despiertan ese negro sentimiento que es la compasión. Los chistes se hacen con los personajes y a través de los personajes, no a costa de ellos, y eso es algo que se agradece. Incluso hasta el computín, personaje que carga con algunos de los momentos más patéticos de la cinta, tiene también sus segundos de gloria, y bien ganados (además, es el que se echa a la chica).
- Los secundarios también están en su punto. Poner a Ray Liotta como el jefe de los bikers malvados podría tener su crimen sobre el papel, habida cuenta de que este chico malo anda sobre la cincuentena (por cierto, ese pelo negro, ¿será teñido...?). Pero como villano está grande e inmenso, infunde ese respeto que ha conseguido sacar en sacatapunta películas de mafiosos que ha hecho, e inspira. Cuando grande, quiero ser como él. En cuanto a Marisa Tomei, hace más o menos su rol de siempre, pero... Vale, no es la actriz más bonita de todas, pero debe ser una de las más carismáticas de Hollywood, ¿por qué le echan entonces tanta putada encima...? Verla en pantalla siempre es un placer, y esta peli no es una excepción; cuarentona y todo, se sienta por todo lo alto en jessicas y mandys, por mencionar algunos nombres pindies que vienen a mi cabeza ahora.
- Esta película consigue mantener el tono de comedia a lo largo de todo el metraje. Repasemos algunos de los vicios comunes de la comedia hollywoodense: mantienen un nivel plano casi todo el metraje, tienen una o dos secuencias de reventón humorístico, y promediando los dos tercios hacia el final, tienen una secuencia de bajón dramático para que el personaje crezca, madure, se descubra a sí mismo, y recalcar la moralina. Pues bien, si ven esta película, se librarán de todo eso. Hay un momento en que los personajes se ven las caras, sí, y deben descubrir en qué madera están tallados, pero está tratado de manera rápida y ondera, y por tanto no hay lugar para la lágrima fácil ni para el chantaje emocional. Al principio parece comedia facilona, y ya puede uno temer que todo degenere en el humor pedorreta que se ha clavado como un dardo envenenado en el cine desde los noventas a la fecha. Pero no. Hay un poco de humor físico (caídas graciosas, para que nos entendamos), pero también diálogos ingeniosos, y el mejor humor de todos, o sea, el que nace de una interpretación graciosa. ¿Qué más se puede pedir...?
- La banda sonora. Después de tanto despropósito electrónico combinado con apestoso nü metal, es agradable escuchar una banda sonora que se permite libertades con el rock clásico y de toda la vida. Rock setentero, por supuesto, incluyendo AC/DC ("Highway to Hell"), pero con algunas cosillas por ahí que... ¿pueden imaginarse a Tim Allen tratando de rescatar a William H. Macy, con la canción "Thunderkiss '65" de Rob Zombie...? Pues bien, no necesitan imaginarlo, vean la película y lo verán en technicolor.
- La peli se permite reflexionar también sobre el sentido de la autenticidad. ¿Qué es ser auténtico, qué es ser rebelde, en un mundo hiperplastificado que se traga toda la rebeldía antisistema y la fagocita para venderla empacada como producto manufacturado...? Curiosamente, nuestros héroes son grandes porque no tratan de ser rebeldes onderos al uso, ni siquiera por ser bikers, sino que tratan de ser auténticos consigo mismo. ¡Ah! Y eso, casi sin diálogos moralizantes de utilería. "Show, don't tell", dice el viejo adagio cinéfilo, y aquí vemos el problema no porque los personajes nos lo restrieguen por la nariz, sino porque los vemos actuando de esa manera.
- Seamos honestos. La peli flaquea al final. Aunque por otra parte, los guionistas se la pusieron difíciles para concluirla. Pensándolo mejor, es posible por otra parte que este final más o menos amable (quizás demasiado amable) sea el mejor posible. Después de todo, nuestros personajes no son unos héroes, a fin de cuentas. Quizás esa es la magia de la peli: nadie espera que sean más grandes que la vida, sino simplemente ellos mismos. Y sí... Pensándolo bien, es un buen final.
IDEAL PARA: Reirse, reirse, reirse, a carcajadas y con inteligencia.
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