Películas de estreno, películas antiguas, películas clásicas, películas bodriosas, películas de todo tipo, comentadas por el arte inefable del General Gato.
11 años de Cine 9009 en línea.
El próximo 19 de febrero de 2017, Cine 9009 cumplirá once años en línea. Sí, jodíos, cuéntenlos, once en total desde su inauguración en el ya lejano 2006. Y para celebrar, estamos embarcados en una minimaratón de posteos. De manera que entre el domingo 12 y el domingo 19 del febrero que ya mencionamos, habrá un posteo nuevo con una peli nueva cada día, en donde aprovecharemos de repasar algunas que vimos en el cine, y que por un motivo u otro no acabaron publicadas en su día. Y a no quejarse de que llegó demasiado tarde, que ya no las podemos ver en el cine y otras cosas. También está el cable, el streaming, los DVDs para los cuatro gatos que todavía los compran, y... er... well... medios menos legales para conseguírselas. Además, si fuera por eso, no habría posteado pelis de cine mudo que se estrenaron hace sus buenos 90 o 100 años atrás. De manera que... disfruten, y saludos para todo el mundo (eeeeeexcepto para ese perejil de allá... sí, tú, a tí te hablo... el de la IP chistosa... te reconozco, eres el imbécil que no apagó el smartphone el otro día en el cine. Cretino. Pero para el resto, saludos).
domingo, 7 de octubre de 2007
"Balmaceda" (2007).
-- "Balmaceda". Chile. Año 2007.
-- Dirección: Gustavo Graef-Marino.
-- Actuación: Jaime McMannus, Catalina Pulido, Marés González, Ingrid Cruz, Renato Munster, Sergio Hernández, Luis Dubó, Felipe Armas, Valentina Vargas, Gabriel Prieto, Humberto Gallardo.
-- Guión: ¿?
-- Banda Sonora: ¿?
-- "Balmaceda" en su sitio oficial de Internet.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Legación Argentina en Chile. Año 1891. Nunca antes ni nunca después los argentinitos tendrán en dicha Legación a un huésped tan importante. Se trata nada menos que de José Manuel Balmaceda, el Presidente constitucional de Chile. "Constitucional", decimos, porque en los hechos quienes están por engullirse a Chile completo y sin sal son los malvados congresistas, que culpan a Balmaceda de querer gobernar para el pueblo en vez de para la gente bonita. Todo partió en aquel lejano 1886 en que se decía que Balmaceda iba a suceder al Presidente Domingo Santa María, después de sus exitosas gestiones diplomáticas para que Argentina no se aliara a Perú y Bolivia durante la Guerra del Pacífico (1879-1884). Llegado al poder, Balmaceda comete el estúpido error de sobrepasarse en su designio como mero administrador, y tratar de gobernar haciendo progresar al país, lo que tiene como efecto colateral que los rotos van a tener cositas lindas como educación, salud, vivienda e infraestructura, cosas todas que deberían quedar para la gente bien, porque después de todo, la gente bien sí es capaz de apreciar todo eso, no como esa chusma maleducada que todo lo corrompe con sus malolientes deditos sin manicura. Pero peor aún: Balmaceda quiere financiar todo eso cobrando un impuesto a Míster John Thomas North, el hombre que ha instalado un monopolio sobre el salitre del Desierto de Atacama, y para quien, como buen inglés, eso de democracia y gobierno representativo se aplica cuando se trata de la Rubia Albión, pero cuando es el resto del mundo al carajo y hagan lo que los inglechutes digan (¿dónde habré escuchado eso, en "Anglia" de Laibach, tal vez...?); por tanto el señor North, para la legítima defensa de sus capitales y derecho de propiedad, invierte en guardias de seguridad armados. Pero no cualquier guardia de seguridad armada. Su guardia pretoriana está integrada por medio Congreso Nacional, y nada menos que por la Armada de Chile... Incluso hasta la Iglesia Católica, que alguna vez fue aquella de los "pobrecitos de Cristo", apoya en buena parte a los sediciosos. Ahora, los enemigos de Balmaceda no pararán hasta que el fiero y enérgico Presidente vuelva al buen carril, a gobernar como se debe, o sea, a gobernar sin gobernar mucho, y a limitarse a ser el gerente de Chile Inc. Eso, o el derrocamiento e incluso el asesinato, si fuera preciso.
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
José Manuel Balmaceda es una figura bastante polémica en la historiografía chilena. Aunque no tanto como Diego Portales. Balmaceda fue el primer Presidente de Chile que recibió el país en paz, después de la Guerra del Pacífico que culminara su antecesor Domingo Santa María. Durante esa conflagración, que tanto daño causó a tres honestas naciones latinoamericanas, en igual cantidad aunque de distinta manera, la riqueza del salitre, monopolio absolutamente mundial de un elemento indispensable para fabricar la pólvora, cayó en manos de un avispado mercader inglés que se hizo rico con las tácticas de un David Rockefeller o un Bill Gates (pero John Thomas North no tiene tan mala fama porque no había defensores del "salitre libre" como ahora defensores del software libre)... Es indiscutible que Balmaceda quería el progreso de su país, intercomunicándolo mediante vías férreas, construyendo el simbólico Viaducto del Malleco, pero el problema es que el Estado de Chile en el XIX era pobre, precisamente porque en la mentalidad del XIX el Estado estaba para darle de lumazos a los infractores de la ley (¡y por Dios que ese concepto era amplio, si hasta los sindicalistas caían en la nómina!), y no para construir obras para el bien común. El problema son los métodos. Porque de que Balmaceda se saltó la Constitución de 1833 con apenas un resquicio legal, se la saltó olímpicamente. No yerra, en ese sentido, la propaganda antibalmacedista que lo calificó como un tirano y un dictador. Pero por otra parte, no menos vergonzosa es la actitud del Congreso Nacional, que so pretexto de derrocar a un tirano, llevaron a una buena parte del pueblo en una cruzada santa por la defensa de una democracia que, en el fondo, sólo los favorecía a ellos, inagurando de paso la tradición de "ir a golpear la puerta de los cuarteles"... Hay dos grandes corrientes en la historiografía balmacedista; la derechista insiste en que era una especie de Ubermensch mesiánico que trató de hacer entrar en cintura a los "señores políticos" y recrear el Estado Portaliano, autoritario y cuasidictatorial (cuasimonárquico, en realidad), aunque no lo aplaude tanto como a Portales porque después de todo, Portales tuvo éxito allí donde Balmaceda fracasó; la historiografía más progre, por su parte, insiste en el Balmaceda opuesto a una clase política aferrada a sus privilegios, para favorecer a los pobres y a los humildes. ¿Quién era Balmaceda, el Diego Portales o el Salvador Allende de su tiempo...? Cuestión difícil, que no pretendemos resolver aquí. Sólo me limito a enunciarla para dar a entender lo complicado que es abordar a uno de los personajes históricos más importantes (para bien o para mal) de toda la historia chilena. Y por ende, lo complicado que es abordar un biopic sobre el personaje en cuestión.
¿POR QUÉ VERLA?
-- Digamos desde ya que el telefilme de "Balmaceda" fue el menos exitoso en términos de rating de los cinco emitidos a la fecha en el ciclo de "Héroes: La gloria tiene su precio", con sólo 11,4 puntos ("O'Higgins, vivir para merecer su nombre", alcanzó 24,5 puntos, más del doble, y "Carrera, el príncipe de los caminos", con su título filogay, se empinó sobre los 20). Lo que algo dice sobre la gente. Porque de verdad, el telefilme sobre Balmaceda es, en términos formales a lo menos, el mejor de todos. Y la tenían difícil. Para la espectacularidad podían montar la Guerra Civil de 1891, por supuesto, pero por otra parte, el Presidente Balmaceda no es un personaje tan carismático como un milico montado a caballo, lo que lo ponía en desventaja frente a Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera. Además, el enemigo supremo del héroe en este caso es un empresario de poder aplastante, que ni siquiera necesita darse el lujo de portarse maquiavélico. Con esos delgados mimbres, Gustavo Graef-Marino construye un gran esbozo sobre lo que fue ese período. Graef-Marino tiene una filmografía escasa, pero contundente ("La voz", el clásico policial chileno "Johnny Cien Pesos" y la cinta serie B hollywoodense "Enemigo de mi enemigo"), y si bien sus cintas no son obras maestras (por no decir que a veces caen en el cliché), sí manejan un adecuado sentido del suspenso y de la intriga. Consciente de eso, Graef-Marino apuesta justamente por la tensión política como elemento para narrar su historia, dejando de lado el intento de hacer una especie de "vida privada" de su héroe, como en el caso de "Portales, la fuerza de los hechos" o "Rodríguez, el hijo de la rebeldía". Algo que se agradece sobremanera, porque esa es la gracia de los héroes que salvan patrias enteras, el verlos salvando patrias entera y no enredados en líos de cama. Incluso más: de los cinco telefilmes a la fecha, es el único que no presenta una escena de cama (y no es que no nos guste ver a chicas mostrando piel, pero es que siendo el Canal Católico, esos intentos de captar audiencia por el lado animal del asunto se notaban más que tensos, y su eliminación es, en este caso, un favor).
-- Un elemento interesante de esta entrega, es que vemos varios planos diferentes de la acción, lo que incrementa el sentido de la épica. Por una parte tenemos a José Manuel Balmaceda y su gabinete, con un cierto aire que no deja de recordarme a las reuniones de gabinete del finado David Palmer de "24". Por otra, tenemos a los variados políticos (congresistas generalmente) haciendo lo suyo, o sea, moviéndose por los pasillos e intrigando, en vez de legislar para beneficio del país. Y en un tercer plano tenemos a varios elementos del bajo pueblo mostrándonos que la cosa es más o menos como "Alien contra Depredador": "gane quien gane... nosotros perdemos". Porque no importaba a las últimas si la guerra civil la ganaba Balmaceda o los congresistas, lo cierto es que la sangre derramada no iba a ser de ningún pijecito de la alta, sino de los pobres diablos reclutados o enganchados para portar las armas por una causa que, en el mayor de los casos, no era la suya. Por desgracia, aquí está el gran talón de aquiles de la entrega: la historia salta entre tiempos y escenarios como si el tipo detrás de los controles de edición hubiera sufrido un ataque de epilepsia en plena faena. Un trabajo de edición más pulido y limpio hubiera hecho mucho por mantener el ritmo de una historia que lo necesitaba con urgencia. Quizás un poco de metraje menos (eliminar las odiosas apariciones del hijito apoyando a Rubén Darío, que queda molón como guiño pero no aportan a la trama principal, un poco menos de escenas en la Legación Argentina), y hubiera quedado una peli redonda al cien por ciento.
-- El elenco está grandioso. Jaime McMannus se luce como José Manuel Balmaceda, a años luz de la desvaídas interpretaciones de Diego Casanueva como Carrera ("Carrera, el príncipe de los caminos") o de Benjamín Vicuña como Manuel Rodríguez ("Rodríguez, el hijo de la rebeldía"). Con muy buen tacto, Graef-Marino contrató a Catalina Pulido como esposa de Balmaceda para recrear bien el espíritu arrogante de una aristócrata, y luego le da la menor cantidad posible de parlamentos y escenas para que no tengamos que sufrir su enfermiza sobreactuación. Marés González, la malvadísima villana de la clásica teleserie chilena "Secreto de familia" (1986... ya no las hacen así, snif), interpreta a una criada balmacedista furibunda, con una compleja relación con el Presidente que le cae de sopetón en la Legación. Renato Munster e Ingrid Cruz, aunque son responsables de algunas de las escenas más pastelosas del guión, recrean muy bien a la pareja de diplomáticos argentinos que acogen a Balmaceda. Luis Dubó hace casi una aparición de cortesía como el polémico general Orozimbo Barbosa, quien en nombre del bando balmacedista llevó a cabo unas cuantas atrocidades que contribuyeron grandemente a enajenar la simpatía popular de su Presidente, y es imposible no simpatizar con él. Sergio Hernández, siempre al tope de la bandera él, se luce como Julio Zegers, el movedizo político amigo de Balmaceda que no tiene empacho en apuñalarlo por la espalda, y después irse a la cama tan tranquilo, porque después de todo, ha "defendido el orden constitucional"... (¿no he escuchado esa excusa en épocas más recientes...?). Felipe Armas, semirretirado de la actuación, interviene como Ignacio Walker Martínez, y lo presenta como un hombre de cierto honor, un enfoque bastante interesante si se considera que es uno de los peores traidores que la historia de Chile ha conocido, al ser el orquestador político de golpe militar (ese papel fue un tanto desplazado a Zegers, en el telefilme); Valentina Vargas, salida del capuchón monástico de "El nombre de la rosa" y emergida del infierno de "Hellraiser IV", hace una aparición de cortesía en una escena, y esa pura aparición es una verdadera lección de actuación de parte de una gran dama que nunca ha tenido una verdadera oportunidad en el extranjero. En otros términos, tenemos un nivel de actuación que supera de largo a los telefilmes anteriores del ciclo, y... ¿lo diré? Sí, lo diré. Actúan tan bien que ni parece película chilena...
-- Se atreven a poner un cura católico entre los villanos antibalmacedistas. Hay que tener un par bien puesto, considerando que la producción es del Canal 13, de la Pontificia Universidad Católica de Chile Televisión. Bueh, hay otro cura que se encarga de equilibrar la balanza, pero de todas maneras hay un cura malo. Y ese cura malo es arrogante y soberbio, que se atreve a sermonear nada menos que al presidente de Chile, con una actitud digna de Benedicto XVI (ya saben, el anticientífico que se defeca en el Racionalismo). En los biopics anteriores se habían atrevido a embetunar de lodo a la Logia Lautaro, pero es que oigan... ¿creen ustedes que la sibilina mano de las jerarquías católicas iban a perder ocasión de asestarle un golpe bajo a los masones? Acá, en cambio, la posición eclesiástica es simplemente indefendible. Eso es valor. En Chile lo es, al menos.
-- Hay recursos usados con mucha habilidad. La idea de escenificar un duelo de payadores es ingeniosa y mata varios pájaros de un tiro: recrea una institución tan folklóricamente chilena como lo es el desafiarse a duelo verso contra verso (las llamadas "payas"), permite mostrar la tensión en el bajo pueblo sin necesidad de escenificar batallas (un ahorro notable de presupuesto), y además los versos sirven de vehículo para mostrar ambos puntos de vista del conflicto, y como cada bando veía al otro. El mostrar el progreso de Chile bajo Balmaceda por titulares en los diarios es un recurso muy viejo, pero aún así funciona bastante bien. La idea de leer fragmentos del "Testamento Político" de Balmaceda en off era arriesgada, pero la estupenda dicción de Jaime McMannus consigue sortear bien el escollo.
IDEAL PARA: Adentrarse en los vericuetos de un oscuro episodio de la historia patria chilena, con un buen trabajo sobre la escena y detrás de la escena.
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