-- "The King's Speech" (título original en inglés), "El discurs del rei" (título en catalán). Inglaterra / Australia / Estados Unidos. Año 2010.
-- Dirección: Tom Hooper.
-- Actuación: Colin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham Carter, Guy Pearce, Jennifer Ehle, Michael Gambon, Derek Jacobi, Timothy Spall, Anthony Andrews, Roger Parrott, Claire Bloom, Eve Best, Freya Wilson, Ramona Marquez, Dominic Applewhite.
-- Guión: David Seidler.
-- Banda Sonora: Alexandre Desplat.
-- "El discurso del rey" en IMDb.
-- "El discurso del rey" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Inglaterra, los felices '20s, la época en que los curas podían molestar a los niños pequeños y nadie hacía escándalo de nada. El rey Jorge V le pide a su hijo Alberto-Jorge-esto-y-aquello (el futuro Jorge VI, léase, y no es spoiler porque ¡¡¡LEAN HISTORIA, CARAMBA!!!), que pronuncie un discurso para una ocasión de esto o aquello. Y el hijo, al que no se le da bien eso de hablar en público (y el no muy inteligente de su padre, miren también a quién se le ocurre mandar a la faena, es como mandar a un manco patepalo a pelear contra Rambo), empieza a tartamudear como motor de Ford T. Vergüenza pública, humillación, etcétera. Contratan entonces a un profesor que hace que el príncipe se meta unas bolas en la boca (bolas de cristal, entiéndase, no es una escena que tenga subtítulos homosexuales por si acaso, por muy English que sea la peli). Pero lo que funcionó tan bien con Demóstenes hace la patipelada de siglos atrás, con el bueno de Alberto Jorge lo que sea, no funciona bien. Desesperada porque se le acaban las opciones, la esposa del príncipe manda llamar al clásico personajillo medio despreciado por "los que saben", pero cuyos métodos poco ortodoxos le permitirán, ya lo adivinamos, dar con la clave para hacer que el príncipe supere sus problemas. El tipo de verdad es tan poco ortodoxo, que se requiere nada menos que a Geoffrey Rush para interpretarlo, así de extraño es el personaje. Pero claro, esta especie de cruza entre Doctor House y Carl Lightman de los '20s, consigue justamente con su carácter, abrirse paso en el ánimo del monarca, etcétera. Pero sin embargo, el tiempo apremia. Ya son los '30s (¡fiu, cómo pasa el tiempo!) y el bueno de Eduardo que es el príncipe heredero a la Corona británica, está enredado con la divorciada americana ésa de la Wallis Simpson que le dicen, y todo con el cada vez más vejete Jorge V a punto de parar la chala. Un conflicto constitucional se avecina, más allá el horizonte de la Segunda Guerra Mundial, y... ¿conseguirá nuestro heroico príncipe superar su tartamudez para liderar a Gran Bretaña en los tiempos inmediatamente anteriores al desmantelamiento de su imperio colonial...? ¡¡¡CHACHAAÁN...!!!
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Las pelis sobre aristócratas británicos, y en particular sobre la Corona británica, son casi un subgénero del cine por sí mismos. Si contratas un buen puñado de actores shakesperianos made in Britain, y los pones en escenarios a todo trapo con terciopelo, encaje y raso, es muy difícil que te salga algo malo de solemnidad. Incluso subproductos como "El libertino" salvan la papeleta así. El problema es que la historia de la monarquía británica, en los términos modernos que la entendemos, arranca recién desde Enrique VIII (1509-1547), o cuando mucho desde Enrique VII (1491-1509), época más allá de la cual las pelis de aristócratas británicos se sumergen en ese más amplio caldero cinematográfico que son las pelis de la Edad Media. Y medio milenio de historias dan para mucho, pero no son un caudal infinito. Además, algunos reyes son más filmables que otros: queda mucho más molona una peli sobre Enrique VIII el decapitaesposas o sobre Isabel I de Inglaterra, que sobre digamos el perdedor de Jorge III (al que sin embargo le dedicaron la bonita peli "La locura del rey Jorge") o la pragmática y aburridona Reina Ana. La pasión por la monarquía británica queda claro si se considera que en los últimos años hemos tenido la multipremiada "La reina", la divertida y culebronesca "La otra Bolena", la simpática "La joven Victoria"... ¿qué rey nos queda por filmar? Veamos, veamos... ¿y qué tal si hacemos la precuela de "La reina", con la vejestoria ésa de Isabel II pero de niñita? Ya, OK, let's do it... ¿y qué será más filmable para esos efectos? ¿La enconada resistencia de la Familia Real como símbolo de orgullo británico cuando caían las bombas sobre Inglaterra...? Pues, podría ser, pero eso se come demasiado presupuesto, además que no permite darle realce a esa cosa tan británica que es poner un montón de escenas en habitaciones y pasillos con tipos conversando con diálogos inteligentes... Está también el asuntillo ése de la Simpson, que ya fue tocado en "Wallis y Edward" con nada menos que Joely Richardson como Wallis... no, mejor no, hagamos una en donde ahora Eduardo y Wallis sean los villanos, para variar un poco, de manera que nuestro héroe será... ¡Jorge VI! Pero, qué cosa tiene Jorge VI que nos pueda ayudar... ¡Ah, era tartamudo! ¡Muy bien, rodémosla! ¡Y acabamos de inventar un nuevo género! ¡¡¡HEMOS RODADO LA PRIMERA PELI "ROCKY MEETS BRITISH ROYALTY"!!!
¿POR QUÉ VERLA?
-- Un poco despejado el polvo levantado por los cuatro Premios Oscar que se bancó esta peli entre pecho y espalda, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor Principal y Mejor Guión Original, podemos volver a colocar las cosas un poco en su sitio. ¿Es realmente tan buena esta peli? Ya sabemos que la Academia no necesariamente premia a las mejores pelis, sino a las que tocan mejor su corazoncito, y éstas deben tener algunas peculiaridades. En primera, a la Academia le gustan las pelis de superación personal a lo "Rocky" (otra galardonada clásica), y ésta lo es: la lucha de un príncipe británico contra la tartamudez (Bastet mía, la frase que acabo de escribir podría figurar en el teleprompter de la ceremonia de los Premios Oscar en la peli "Y dónde está el policía 33 1/3: El insulto final"). En segunda... realeza británica. Allí donde hayan reyes británicos, aunque sea de secundarios, y ya no digamos de protas como acá, los bonos canjeables por Premios Oscar suben en un 20% ("Shakespeare apasionado", "La reina"...). En tercera, personaje con discapacidad, que aunque sea la tartamudez y no sea una minusvalía tan impresionante como la parálisis mental del tipo de "Mi pie izquierdo", igual tiene su arrastre. Además, admitamos que el Oscar a la Mejor Peli no se lo iban a dar a "Cisne negro" (demasiado rara y lesbiana), a "El origen" (demasiado comercial) o a "Temple de acero" (demasiado cáustica en el subtexto, que a la Academia le gusta lo cáustico estilo "Belleza americana", no lo cáustico de verdad). Con todos estos mimbres, entendemos por qué el Premio fue hacia una peli correcta y bastante buena en algunos respectos, sin que tampoco sea para arrojar toda la pirotecnia en un solo estallido, si me entienden. En el trasfondo, como hemos venido diciendo, esta peli es una de autosuperación al estilo Rocky, en donde el personaje es un underdog (es príncipe pero no el heredero, no es canchero como su hermano, es tartamudo, es mangoneado por su padre y su esposa e incluso el Arzobispo de Canterbury...) que gracias a la ayuda de su poco convencional maestro y mentor, superará sus limitaciones y se transformará en la gran esperanza blanca y etcétera. Eso no tiene nada de malo, y de hecho la peli es un diablazo de gusto, sólo que no estoy demasiado seguro de si eso lo convierte en un clásico instantáneo del cine. Para quienes van a verla con la aureola de CUATRO PREMIOS OSCAR DESLÚMBRATE CON LA LUZ QUE IRRADIO OH POBRE PAGANO, puede que sea una decepción. Para quienes en cambio vayan a ver otra correcta peli británica (a ratos demasiado correcta, si ni siquiera parece tan británica en su falta de mordacidad), van a estar más que satisfechos con el resultado, que es bueno.
-- Los actores. Esta hubiera sido otra peli plana y anodina, de no ser por la planilla actoral. Desde luego que el peso principal recae en un Colin Firth que llamarlo en estado de gracia sería excesivo, pero que saca con dignidad su rol de príncipe tartamudo (seriosly, ya estoy que voy a arrendar otra vez "Y dónde está el policía 33 1/3: El insulto final"). A su lado está Geoffrey Rush con uno de esos personajes medios borde que le quedan tan como guante al dedo, y que con Firth conforma un equipo de oro. Un poco más atrás, pero en un lugar prominente, está Helena Bonham Carter haciendo un extraordinario rol sobre un personaje (la esposa del príncipe, o sea, la Reina Madre, la mamá de Isabel II herself) que sobre el papel es apenas una comparsa: la Bonham Carter evita tanto los dos posibles clichés de la esposa abnegada y semimaternal, como el de la esposa castradora-pero-amable, para construir un personaje que es justamente eso, un personaje con motivaciones y sentimientos propios. Quizás hizo este rol para trabajar de verdad, porque lo rodó de manera contemporánea a su anémico y caricaturesco rol como la chillona Dominatrix Bondage... er... perdón, Bellatrix Lestrage en "Harry Potter y las reliquias de la muerte". Y ya que estamos, tenemos a parte de la plana mayor de Harry Potter aquí: ya mencionamos a Helena Bonham Carter, el segundo Dumbledore es el rey Jorge V, el que interpreta a Winston Churchill también aparece en las de Harry Potter (no sé en qué rol, no me pregunten, pero a veces pareciera que no pudo dejarse la careta en el otro lado, ojalá que no vaya a recitar eso de que combatiremos en las playas, combatiremos en las calles, nunca nos rendiremos, allá en lo de Potter, por pura confusión)... Mención especial para Jennifer Ehle, que interpreta a la esposa de Geoffrey Rush después de haber interpretado a la esposa de un estiradete empresario británico en India, en "Antes de las lluvias".
-- Un detalle interesante de esta peli, es el tratamiento de la relación entre Eduardo VIII y Wallis Simpson. Siendo ésta una arquetípica historia romántica del siglo XX (la plebeya que se enamora con el príncipe y el príncipe que abdica por amor), cuando ha llegado al cine se ha revestido a ambos personajes de tonos más bien heroicos ("La mujer que él amó", "Wallis y Edward"), luchando por su pasión en contra de una vetusta monarquía etcétera. Acá en cambio son apenas unos secundarios, lo que aprovechan para mostrar la cosa desde el otro lado de la tortilla: Eduardo (David en la peli, porque así lo conocían en casa) es un irresponsable y un petulante de cuidado, que por suerte para Inglaterra se hace a un lado porque madera para reinar no tiene, mientras que la Wallis Simpson es una trepa maleducada que vaya uno a saber qué artes de magia negra (por decirlo de alguna manera) ha aplicado para atrapar al príncipe. Quizás esta visión al final sea tan mitológica como la otra más idealizada, y la verdad esté en algún punto intermedio, pero no es malo tenerla en el cine, como contrapunto a la otra versión hasta la fecha sin balancear.
IDEAL PARA: Ver otra correcta peli sobre la monarquía británica.
2 comentarios:
Me gustó esta película, es entretenida, muy bonita la historia de su amistad y perecta técnicamente hablando (los ingleses y sus secundarios, qué más se puede pedir). Pero es tremendamente fría: en sus decorados, en sus personajes, es ese ambiente aristocrático inglés. Excesivo 4 Oscars, aunque es buena película.
Bueno, hay que reconocerle a los ingleses que saben hacerla cuando ruedan una con sus monarcas. Es buena, no sé si podía ser mejor, pero definitivamente no es extraordinaria. En lo personal encontré con mucha más substancia e interés (siempre siguiendo a Tom Hopper como director) la miniserie que rodó sobre John Adams en siete capítulos para HBO.
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