11 años de Cine 9009 en línea.

El próximo 19 de febrero de 2017, Cine 9009 cumplirá once años en línea. Sí, jodíos, cuéntenlos, once en total desde su inauguración en el ya lejano 2006. Y para celebrar, estamos embarcados en una minimaratón de posteos. De manera que entre el domingo 12 y el domingo 19 del febrero que ya mencionamos, habrá un posteo nuevo con una peli nueva cada día, en donde aprovecharemos de repasar algunas que vimos en el cine, y que por un motivo u otro no acabaron publicadas en su día. Y a no quejarse de que llegó demasiado tarde, que ya no las podemos ver en el cine y otras cosas. También está el cable, el streaming, los DVDs para los cuatro gatos que todavía los compran, y... er... well... medios menos legales para conseguírselas. Además, si fuera por eso, no habría posteado pelis de cine mudo que se estrenaron hace sus buenos 90 o 100 años atrás. De manera que... disfruten, y saludos para todo el mundo (eeeeeexcepto para ese perejil de allá... sí, tú, a tí te hablo... el de la IP chistosa... te reconozco, eres el imbécil que no apagó el smartphone el otro día en el cine. Cretino. Pero para el resto, saludos).

domingo, 19 de septiembre de 2010

"Johnny Cien Pesos" (1993).


-- "Johnny Cien Pesos". Chile / México. Año 1993.
-- Dirección: Gustavo Graef-Marino.
-- Actuación: Armando Araiza, Patricia Rivera, Willy Semler, Aldo Parodi, Rodolfo Bravo, Eugenio Morales, Sergio Hernández, Luis Gnecco, Boris Quercia, Paulina Urrutia, Luis Alarcón, Patricia Guzmán, Cristián Campos, José Manuel Salcedo, Aldo Bernales, Hugo Medina, Gabriela Hernández y Patricio Bunster.
-- Guión: Gerardo Cáceres y Gustavo Graef-Marino.
-- Banda Sonora: Andrés Pollak.

-- "Johnny Cien Pesos" en IMDb.
-- "Johnny Cien Pesos" en la Wikipedia en español.

¿DE QUÉ SE TRATA?

En una población periférica de Chile, un pobre diablo estudiante va rumbo a encontrarse con su destino. Pistola en mano, porque como sabemos, las cosas en esta vida no se consiguen con estudios ni con buenas intenciones, sino a través del sexo, la violencia y lo que haga falta para putear al vecino. Llega a un edificio en cuyo octavo piso hay uno de esos entrañables antros de arriendo de VHS (tempranos '90s, recuerden los que tengan edad para recordar), y se queda mirando pacíficamente las carátulas. En realidad, el videoclub (un departamento habitación reconvertido en negocio) es un sitio comprodólares clandestino, y por lo tanto, un blanco muy valioso para cualquier raterillo, porque verán, si lo asaltan, no pueden darle parte a la policía o si no, les caen encima el Servicio de Impuestos Internos, y ahí sí que el palo por el ojete no te lo sacan ni con una fábrica de vaselina por el... er... bueno, mejor vuelvo al comentario. El caso es que cuatro tipos suben al videoclub. El fulano que debe abrir la puerta (un videoclub que se maneja con portero electrónico, miren ustedes qué abiertos al público) decide que no va a abrir ná, porque verán, los cuatro malandras se ven muy malacatosos, y por si acaso... y entonces el pobre fulano se encuentra con la pistola del estudiante que ya estaba ahí, ZAZ in ya face, ordenándole que abra. El pobre desgraciao, obligado por las circunstancias, abre, y comienza el asalto contra el videoclub en toda forma. Debería ser un golpe rápido, limpio y bonito, pero la cosa no resulta tan fácil. En primer lugar, la oficina propiamente tal, en donde está el dinero, se cierra desde adentro y es imposible de abrir sin herramientas adecuadas (quizás una batería de explosivos o algo así). Y en segundo lugar, la conserje del edificio se huele que hay algo raro en que cuatro malafachas suban aparejaditos a buscar un videocasete, así es que prefiere llamar al guardia, y cuando no hay respuesta desde el local del videoclub, llama por teléfonos a Carabineros de Chile. ¿Y creen que ahí para todo? No pues. Porque detrasito llega la puñetera prensa. Y claro, cuando sale en la prensa, por puro que el edificio está a tres cuadras de La Moneda, el asunto escala hasta transformarse en un tema de seguridad ciudadana, y por lo tanto, el Gobierno acaba involucrado (tempranos '90s, democracia inestable en Chile, trancas mentales con las respuestas autoritarias, etcétera). Y como la cosa deriva en un problema de rehenes, también acaba metido el Poder Judicial en el sarao. Faltan mi loro y mi canario, y la farra está completa.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Sé, mis pequeñuelos, que si les cuento lo que les voy a decir, no me van a creer. Van a mirarme con ojos desorbitados, como platos, y me van a decir: "Pero, mi General... ¿es eso cierto? ¿de verdad era así en esos tiempos?". Y yo les diré: "Sí, mis pequeñuelos, así se pensaba en esa época prehistórica, en esos tiempos ya idos para no volver, para felicidad de las audiencias actuales". Porque había una época en que las pelis chilenas tenían que tener... ¡¡¡CONCIENCIA SOCIAL!!! Y además de eso debían hacerte pensar, y por ende debían portar una enorme carga intelectual, lo que quiere decir que debían ser... ¡¡¡ABURRIDAS!!! Si alguien hablaba de hacer una peli chilena que fuera entretenida, entonces eso era venderse al sucio y vil dinero. Porque las pelis no se hacen por dinero, sino por arte. De qué diablos van a vivir el productor, el director, los actores y el tramoya encargado del cableado y clavetear clavos, bueno, eso ya se irá viendo, pero que se mueran de hambre no es un problema porque después de todo es... ¡¡¡ARTE!!! ...y en último término no es culpa de ellos sino de la gente malvada y estúpida que no quiere ir al cine a ver... ¡¡¡ARTE!!! ...y prefiere ver deplorables matarratos hollywoodenses como "Depredador", "Duro de matar" o "La caza del Octubre Rojo", miren ustedes cuánta idiotez en ir a sacudirse un poco el polvo de la realidad en vez de revolcarse aún más en la mugrienta ídem (ahora que lo pienso, ¿será coincidencia que mencioné sin pensar tres pelis dirigidas por John McTiernan? No importa, se ve guay, mejor lo dejo así). Fieles a este credo, la segunda mitad de los '80s parió engendros más o menos bienintencionados (o derechamente bodrios) como "Imagen latente", "Sussi" o "Caluga o menta". Y cuando se hacía una peli de entretención, tenía que ser una a la chilena, bien chilena, o sea, bien chunga, soez y malacatosa, y así fue abortada al mundo exterior "Viva el novio" (felizmente olvidada por todo el mundo, pero... ¡¡¡SIEMPRE HAY UN MALVADO GENERAL GATO QUE LE REFREGARÁ ESTA CAGADA A CRISTIAN GARCÍA-HUIDOBRO HASTA QUE SE MUERA, MUAHAHAHAHÁ!!!). Y en medio de todo eso, un insigne prohombre del cine chileno dijo ¡¡¡BASTA!!! Y dijo, vamos a rodar una peli chilena, que hable sobre tópicos y temas chilenos, pero desde una perspectiva universal, y ciñéndonos a los códigos del cine de Hollywood, o sea, al cine entretenido, al que lleva gente a las salas, para que la peli se defienda por sí misma y el cine chileno algún día se libere de los pañales de las subvenciones del Gobierno y del FONDART. Este héroe del cine chileno fue Gustavo Graef-Marino, y el resultado fue "Johnny Cien Pesos", una de las mejores pelis del cine chileno, y una muy buena peli a secas, le duela al crítico cultureta que le duela. Aunque bueno, los críticos la amaron igual. Es que, arrinconados en su torre de marfil, no les quedaba otra.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Esta peli consigue la rara alquimia de mezclar los cánones del thriller hollywoodense de toda la vida, con escenarios y ambientes típicamente chilenos, sin desbarrancarse por ningún lado, ni yéndose al exceso de acción descerebrada por un lado, ni cayendo tampoco en el folclorismo ni el criollismo mal entendidos que han sido la plaga desde siempre del cine chileno (y del arte chileno, ya puestos). Partamos por lo más obvio, por el aspecto thriller del asunto. ¿Cumple? Sí, sí cumple. Y con creces. Una historia simple con un guión bien pergueñado, un ramillete de los mejores actores chilenos de la época (en una época en que los actores eran de verdad, y no carilindos de mierda sospechosos de felación o sodomía pasiva para obtener roles), una banda sonora minimalista de apenas tres acordes pero muy efectiva para recrear tensión, y un trabajo de edición draconiano, crean esa atmósfera de intensa pesadilla en la cual una situación que se habría resuelto de manera rápida e indolora, lentamente por concurso del enmarañamiento de las jodías circunstancias, se va yendo rápidamente hacia el descreste, y se transforma en una tragedia de proporciones. La peli agarra y no suelta hasta el inevitable final, no por predecible menos golpeador. Por cierto, es una lástima que el director Gustavo Graef-Marino no haya tenido una carrera posterior digna de ese nombre: después de pasar sin pena ni gloria por el mundo del thriller hollywoodense de serie B (la entretenida pero insubstancial "Enemigo de mi enemigo"), rodó la que es de lejos la mejor entrega de la saga de "Héroes: La gloria tiene su precio" ("Balmaceda"), antes de hundirse junto con la Esmeralda de la vergonzosa "Arturo Prat". Aún así, le seguimos teniendo fe a Gustavo Graef-Marino. Pudo rodar una vez un "Johnny Cien Pesos", y no hay razones para pensar que, con tiempo, calma, perspectiva y un poco de dinero, no pueda volver a hacerlo otra vez. Crucemos los dedos por eso (bueno, ustedes los humanitos, nosotros los gatos tenemos los deditos mochos).

-- La premisa está muy bien explotada. No es demasiado original (la idea del asalto por parte de unos pobres mascabolas que deriva en atraco con rehenes y festín mediático había sido rodada, entre otros, por la magistral "Tarde de perros" de Sidney Lumet, sólo que guardando las distancias, en la yanki es nada menos que todo un banco, mientras que en Chilito, país cagón en la pu(n)ta del mundo, es apenas un videoclubucho y moneytraficante clandestino). Pero a cambio, está ejecutada de manera soberbia. En realidad, a medida que el thriller va avanzando, importa cada vez menos la situación misma en sí, que pasa a ser cada vez más un pretexto narrativo, sino que la peli se abre al contexto, y ahí es donde descarga sus puñetazos más fieros. Porque en esta peli no queda títere con cabeza. La manga de pobres hueones que van y hacen el asalto, no despiertan simpatía ni compasión porque son bestiales no sólo con sus rehenes, sino que además se putean de lo lindo en Johnny (un estupendo Armando Araiza cuando debe actuar el miedo y la rabia, pero algo sobreactuado para la desesperación... ¡sí, un mexicano interpretando a un chileno de la pobla), simplemente por ser "el nuevo", el que no tiene antecedentes. Pero tampoco los tipos asaltados, un desgraciado que se festina a su secretaria pagándole la vida, y la secretaria que ha aprendido bien el oficio más antiguo del mundo, por más que la fachada le permita ejercerlo sin tener que sacar carné de sanidá (Patricia Rivera, otra mexicana, ésta no tan creíble como su coterráneo, aunque el guión y el director tienen el buen juicio de mostrar su agarrable femeneidad en sostén negro semitransparente). Después viene la prensa, que no se les puede negar profesionalismo (al menos no son tontos), pero que son unos aprovechadores del carajo y unos cínicos de mierda, fingiendo compasión únicamente para mejorar unos pu(n)titos de rating (Marcelo Hernández en su salsa haciendo lo que mejor sabe hacer, o sea, joder al resto del personal). Más allá está el Gobierno, una manga de incompetentes que dejaron empeñados los cojones en el monte de piedad para tener fondos con los cuales hacerse elegir y/o nombrar en cargos ejecutivos, y que cuando tienen la situación en las manos, no hacen sino desca(r)garse unos en otros la cosa (el ubicuo Cristian Campos acá, en el rol de estrellita). También se lleva varapalos el Poder Judicial, representado por un juez que, ubicado en sus mesiánicas alturas, contempla con olímpica indiferencia una situación que no le atañe porque su culito está muy bien situado (el gran Luis Alarcón en una breve pero memorable aparición). El sistema educacional también recibe su propia enculada, simbolizado en un profesor que se lava la conciencia con lejía mostrando su preocupación por el alumno, pero que su discurso no sale de las frases taradas de buena crianza de siempre (el también grande Hugo Medina, impagable cuando dice con cara sentida a la cámara eso de que: "Johnny, nunca es tarde para tomar el buen camino"...). Incluso hasta de ver a la madre de Johnny, autoritaria y negada para su hijo (Patricia Guzmán, otra actriz chilena de las grandes), es que comprendemos por qué el cabro es tan zafao/ahueonao. No debe ser casualidad que los mejores personajes, los más nobles dentro de lo suyo, son los humildes: la portera del edificio, por un lado (una grande más: Gabriela Hernández), que es la única en toda la peli que tiene algunas luces, además de una intensa humanidad, y la polola de Johnny (Paulina Urrutia, en la época en que se preocupaba por actuar), que a pesar de ser tonta como una regadera, parece querer sinceramente al crío. La moraleja de la peli es clara: Chile es un país violento en el que cada cabrón hijo de puta cree tener derecho de aplastar al vecino y sentarse sobre sus cojones, pero lo es por exclusiva culpa de la gente que tiene la mala suerte de habitarlo (así les va, humanitos).

-- Destaquemos un poquito más el ángulo arqueológico. Como decíamos, ésta fue la peli que revolucionó el cine chileno, la peli después de la cual ya nada volvió a ser lo mismo. Vale que se siguieron rodando tonterías culturetas ("Fuga", por mencionar una reciente), pero después de que "Johnny Cien Pesos" probó que ser chileno no era una pesada losa para los creadores, y que se podían hacer pelis entretenidas y con ritmo, el público ya estuvo menos dispuesto a pagar por estupideces, y los realizadores tuvieron que refinarse un poquito. Es cierto que tampoco despegó tanto, pero incluso cosas como "El chacotero sentimental" o "Sexo con amor" tuvieron que pulirse un poquito para ser aceptadas por las audiencias, hartas de tanto lumpen culturetoide hiperconsciente estilo "Caluga o menta", o bien, este tipo de cine tuvo que rodarse de manera más fina ("Taxi para 3") para ser mejor aceptado.

-- A la vez, esta peli es el retrato fidedigno de los miedos y temores de Chile durante el regreso a la democracia. La peli se ambienta sintomáticamente en 1990, el año del cambio de Gobierno. Como reacción contra el campoconcentracionismo de la precedente dictadura militar, la Concertación que gobernó entre 1990 y 2010 se fue al otro lado del péndulo, al de los derechos, enfatizando que la gente tiene-derechos, tiene-derechos, tiene-derechos, y olvidándose de los deberes y obligaciones correlativos. Lo que se crió ahí fue una sociedad incluso más brutal que bajo la dictadura militar, que era dictadura y todo, pero al menos había orden (injusto, pero orden), no una ley de la selva en la que el 4x4 más grande se sienta en el más chico. Esta peli retrata la génesis misma de esa sociedad, de cómo la gente era más libre para ir y venir, pero también estaba indefensa en manos de la prensa y las instituciones. Y ni se arruga en mostrar al Gobierno como una panda de cobardes incapaces de tomar una medida de fuerza cuando el caso lo justifica. Para cualquier tesista chileno o extranjero (especialmente extranjeros, claro está) interesado en el Chile de la Concertación, "Johnny Cien Pesos" es una peli de visionado obligado, porque retrata mucho mejor lo que es la violencia y la prepotencia que operaba (¡y opera!) en todos los niveles de la sociedad chilena, que una tonelada de libros sociológicos al reverendo pedo que se han escrito sobre el tema.

IDEAL PARA: Fanáticos del thriller y del cine sociológico, y estudiosos de la historia de Chile bajo la Concertación.

VIDEOS.

-- Trailer de la peli [en español].



-- Los periodistas tratan de echar sus garras sarmentosas sobre la chica de Johnny [en español].



-- El Poder Judicial metido en el sarao: Luis Alarcón como el juez y Cristian Campos como el abogado [en español].

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