"Fever Pitch". Dirigida por Bobby Farrelly y Peter Farrelly. Protagonizada por Drew Barrymore, Jimmy Fallon, Jason Spevack, Jack Kehler, Scott Severance, Jessamy Finet, Maureen Keiller, Lenny Clarke, Ione Skye, KaDee Strickland, Marissa Janet Winokur, Evan Helmuth, Brandon Craggs, Brett Murphy, Isabella Fink. Estados Unidos. Año 2005.
¿De qué se trata?
Había una vez un niñito triste, triste, triste, tan triste que lo llevaron una temporadita a vivir con su tío. El tío en cuestión era no era de los que te cuentan cuentos antes de dormirte y otras zarajandas mermelosas como ésa, sino que era... ¡¡¡CHACHÁAANNN!!! ...fanático del béisbol. Así es como nuestro pobre individuo dejó de ser alguien útil y rentable para la sociedad, para transformarse en esa clase de acólito religioso que se llama "fanático de un equipo". Pasan los años, y pasan, y pasan, y nuestro buen fanático ahora le envenena las mentes a un grupo de indefensos niñitos, desde su púlpito como profesor. Y los lleva a estudiar la Geometría en terreno, y eso significa visitar una agencia de publicidad, experiencia que será muy de provecho porque entre equiláteros y escalenos encuentra muy geométrica a Drew Barrymore. El flechazo es instantáneo, pero ambos, pues ejem, no sé, ¿deberían darse la oportunidad? Después de pensarla y repensarla, deciden que sí, así es que empiezan a salir. La primera cita es un desastre, pero el tipo tiene corazón de oro, y la chica, harta de individuos que afrontan la relación de pareja como sementales en competencia, se relaja, y así todo marcha bien... Hasta que empieza la temporada oficial de partidos del béisbol. Y nuestro fanático deportivo sufre una extraña transmutación, se pone un turbante sobre la cabeza, y empieza a rezar un gangoso "¡¡¡allah allah allakbarillah allah illahah ahallah MIEQUIPOESMIDIOS akbará allah akbará...!!!". ¿Conseguirá nuestra heroína romántica enderezar a nuestro pobre y penoso fanático deportivo, o éste la arrastrará al oscuro submundo de la hinchada búscateunavida...?
El espíritu de los tiempos.
Déjenme hablarles de un sujeto llamado Asopico de Orcómeno. Venció en los Juegos Olímpicos, hace la sintirrimurrada de dos milenios y medio atrás. ¿Qué hace tan importante a este deportista? De sí mismo, nada. Sabemos de él (lo nada que sabemos, aparte de su nombre y lugar de procedencia), gracias a que el poeta griego Píndaro lo inmortalizó dedicándole la Olímpica XIV. ¿Alguien se ha tomado la molestia de conservar para la posteridad, aparte del arte lírico de Píndaro, el nombre de los grandes deportistas vencedores de los Juegos Olímpicos, o de cualquier otra justa deportiva griega (y por Dios que las tenían, Juegos Itsmicos, Píticos, Nemeos...)? ¡¡¡NO!!! ¿Y ese NO, por qué...? Simplemente porque, y lo escribiré en mayúsculas, LAS HAZAÑAS DEPORTIVAS NO TIENEN NINGUNA IMPORTANCIA EN EL DEVENIR DE LA HUMANIDAD. Frente a este hecho elemental, existen dos clases de personas: los que valoramos la cultura y el arte por encima del deporte, que somos también los que creamos progreso, tratamos de llevar luz a la sociedad, creamos nuevas medicinas, exploramos las ciencias y el arte, y en definitiva entregamos la civilización y una vida mejor, y aquellos pobres paganos quienes valoran el deporte por encima de la cultura y el arte, cuyos grandes logros se reducen a hacer el Homero Simpson, apoltronados en su sofá tomando cerveza. Pifien lo que quieran quienes estén en desacuerdo, pero para desgracia de quienes tomen la posición contraria, seis milenios de historia civilizada me avalan. Eso no quiere decir que el deporte deba ser desterrado de la vida civilizada o algo así. No. Como decían los griegos, "mente sana en cuerpo sano"; el deporte y el ejercicio siempre son positivos para la buena salud, aunque por supuesto dentro de sus límites. El fanático deportivo es, en ese sentido, un lastimoso derroche de energías para la Humanidad. El cómo se vive entonces esta experiencia abiertamente irracional, fue objeto de una obra del novelista inglés Nick Horby, que fue adaptada para el cine en 1997, y fue después remakeada por los Hermanos Farrelly en el 2005, versión que ahora nos ocupa. Ya saben: si el fanatismo deportivo de finales del XX y comienzos del XXI se conserva para la posteridad, no será por una secta de lunáticos emperrados en que la historia empieza y acaba con su equipo deportivo favorito, sino por el talento de Nick Horby, o al menos, por el esfuerzo de sus adaptadores para el cine... (¡quién diría, Píndaro ha sembrado escuela veinticinco siglos después de cadáver!).
¿Por qué verla?
- Es una interesante aproximación al fenómeno del fanatismo deportivo. El fanatismo de cualquier clase es nefasto para la Humanidad porque crea una visión unidireccional de las cosas, y por lo tanto nos priva de enriquecer nuestra experiencia con puntos de vista ajenos al nuestro. El fanatismo deportivo no escapa a esta regla. La peli nos refleja al fanático deportivo con toda la carga de patetismo que es posible incoarle. Pero tampoco busca estigmatizarlo convirténdolo en un muñeco, un fantoche o un personaje de caricatura, sino que sigue siendo una persona de carne y hueso, con lo que la crítica se hace todavía más dura, porque es necesario la inteligencia del espectador para entender cuán patético es el pobre diablo que prefiere ser un eterno perdedor cómodamente empotrado en su aburrida y predecible vida, a intentar por una vez en la vida ganar, aunque se corra el riesgo de perder en el camino.
- Los Hermanos Farrelly en sus pelis han ido un tanto de menos a más, desde la comedia más bien insulsa e idiotizante al estilo del temprano Jim Carrey ("Tonto y retonto"), hasta productos más finos y con mayores lecturas entre líneas, giro que venía más o menos anunciado desde "Amor ciego", y que prosiguió con esta peli y con la injustamente desvalorizada "La mujer de mis pesadillas". Antes de esta última rodaron este remake, en el cual se muestran contenidos y sin su estilo habitual de humor grueso. Algo que es un punto a favor o uno en contra, según se mire. A favor, porque es una peli un poco más "normal", y por ende más accesible a ese sector del público que es reacio a los chistes de fluidos corporales y discapacidades varias, propios del "humor" a la Farrelly. En contra, porque... Bueno, no parece una peli de los Hermanos Farrelly. Es buena, sí, pero no parece una de ellos. Por otra parte, no trabajan con una idea original, sino que ésta viene en préstamo desde otra parte, así es que... Bien, no sé si considerar todo esto como a favor o en contra. Lo entrego al criterio de ustedes (sí, sé que ustedes tienen criterio, o de lo contrario no leerían Cine 9009).
- Los actores están bastante bien y sin estridencias. Jimmy Fallon le da humanidad a un personaje que en principio no podría tenerla por ninguna parte; recordemos que este individuo es otro subproducto de la línea de ensamblaje de la factoría humorística de SNL, como su contemporáneo más exitoso Will Ferrer (y en el pasado, Steve Martin, Bill Murray, Eddie Murphy, Chevy Chase, y un etcétera demasiado largo para reseñarlo entero). Drew Barrymore, por una vez, no trata de ser over-the-top, empeñada en ese tiempo como estaba por salirse del molde de heroína de comedia romántica con prota femenina torpe, actuando en "Confesiones de una mente peligrosa" o "Duplex" (aunque volviera a las andadas con la anodina "50 primeras citas"). Y como la peli se trata casi absorbentemente de ellos, pasaremos del resto, que está casi como comparsas.
IDEAL PARA: Entender qué hay en la mente (¿mente, dije?) de un fanático deportivo.
¿De qué se trata?
Había una vez un niñito triste, triste, triste, tan triste que lo llevaron una temporadita a vivir con su tío. El tío en cuestión era no era de los que te cuentan cuentos antes de dormirte y otras zarajandas mermelosas como ésa, sino que era... ¡¡¡CHACHÁAANNN!!! ...fanático del béisbol. Así es como nuestro pobre individuo dejó de ser alguien útil y rentable para la sociedad, para transformarse en esa clase de acólito religioso que se llama "fanático de un equipo". Pasan los años, y pasan, y pasan, y nuestro buen fanático ahora le envenena las mentes a un grupo de indefensos niñitos, desde su púlpito como profesor. Y los lleva a estudiar la Geometría en terreno, y eso significa visitar una agencia de publicidad, experiencia que será muy de provecho porque entre equiláteros y escalenos encuentra muy geométrica a Drew Barrymore. El flechazo es instantáneo, pero ambos, pues ejem, no sé, ¿deberían darse la oportunidad? Después de pensarla y repensarla, deciden que sí, así es que empiezan a salir. La primera cita es un desastre, pero el tipo tiene corazón de oro, y la chica, harta de individuos que afrontan la relación de pareja como sementales en competencia, se relaja, y así todo marcha bien... Hasta que empieza la temporada oficial de partidos del béisbol. Y nuestro fanático deportivo sufre una extraña transmutación, se pone un turbante sobre la cabeza, y empieza a rezar un gangoso "¡¡¡allah allah allakbarillah allah illahah ahallah MIEQUIPOESMIDIOS akbará allah akbará...!!!". ¿Conseguirá nuestra heroína romántica enderezar a nuestro pobre y penoso fanático deportivo, o éste la arrastrará al oscuro submundo de la hinchada búscateunavida...?
El espíritu de los tiempos.
Déjenme hablarles de un sujeto llamado Asopico de Orcómeno. Venció en los Juegos Olímpicos, hace la sintirrimurrada de dos milenios y medio atrás. ¿Qué hace tan importante a este deportista? De sí mismo, nada. Sabemos de él (lo nada que sabemos, aparte de su nombre y lugar de procedencia), gracias a que el poeta griego Píndaro lo inmortalizó dedicándole la Olímpica XIV. ¿Alguien se ha tomado la molestia de conservar para la posteridad, aparte del arte lírico de Píndaro, el nombre de los grandes deportistas vencedores de los Juegos Olímpicos, o de cualquier otra justa deportiva griega (y por Dios que las tenían, Juegos Itsmicos, Píticos, Nemeos...)? ¡¡¡NO!!! ¿Y ese NO, por qué...? Simplemente porque, y lo escribiré en mayúsculas, LAS HAZAÑAS DEPORTIVAS NO TIENEN NINGUNA IMPORTANCIA EN EL DEVENIR DE LA HUMANIDAD. Frente a este hecho elemental, existen dos clases de personas: los que valoramos la cultura y el arte por encima del deporte, que somos también los que creamos progreso, tratamos de llevar luz a la sociedad, creamos nuevas medicinas, exploramos las ciencias y el arte, y en definitiva entregamos la civilización y una vida mejor, y aquellos pobres paganos quienes valoran el deporte por encima de la cultura y el arte, cuyos grandes logros se reducen a hacer el Homero Simpson, apoltronados en su sofá tomando cerveza. Pifien lo que quieran quienes estén en desacuerdo, pero para desgracia de quienes tomen la posición contraria, seis milenios de historia civilizada me avalan. Eso no quiere decir que el deporte deba ser desterrado de la vida civilizada o algo así. No. Como decían los griegos, "mente sana en cuerpo sano"; el deporte y el ejercicio siempre son positivos para la buena salud, aunque por supuesto dentro de sus límites. El fanático deportivo es, en ese sentido, un lastimoso derroche de energías para la Humanidad. El cómo se vive entonces esta experiencia abiertamente irracional, fue objeto de una obra del novelista inglés Nick Horby, que fue adaptada para el cine en 1997, y fue después remakeada por los Hermanos Farrelly en el 2005, versión que ahora nos ocupa. Ya saben: si el fanatismo deportivo de finales del XX y comienzos del XXI se conserva para la posteridad, no será por una secta de lunáticos emperrados en que la historia empieza y acaba con su equipo deportivo favorito, sino por el talento de Nick Horby, o al menos, por el esfuerzo de sus adaptadores para el cine... (¡quién diría, Píndaro ha sembrado escuela veinticinco siglos después de cadáver!).
¿Por qué verla?
- Es una interesante aproximación al fenómeno del fanatismo deportivo. El fanatismo de cualquier clase es nefasto para la Humanidad porque crea una visión unidireccional de las cosas, y por lo tanto nos priva de enriquecer nuestra experiencia con puntos de vista ajenos al nuestro. El fanatismo deportivo no escapa a esta regla. La peli nos refleja al fanático deportivo con toda la carga de patetismo que es posible incoarle. Pero tampoco busca estigmatizarlo convirténdolo en un muñeco, un fantoche o un personaje de caricatura, sino que sigue siendo una persona de carne y hueso, con lo que la crítica se hace todavía más dura, porque es necesario la inteligencia del espectador para entender cuán patético es el pobre diablo que prefiere ser un eterno perdedor cómodamente empotrado en su aburrida y predecible vida, a intentar por una vez en la vida ganar, aunque se corra el riesgo de perder en el camino.
- Los Hermanos Farrelly en sus pelis han ido un tanto de menos a más, desde la comedia más bien insulsa e idiotizante al estilo del temprano Jim Carrey ("Tonto y retonto"), hasta productos más finos y con mayores lecturas entre líneas, giro que venía más o menos anunciado desde "Amor ciego", y que prosiguió con esta peli y con la injustamente desvalorizada "La mujer de mis pesadillas". Antes de esta última rodaron este remake, en el cual se muestran contenidos y sin su estilo habitual de humor grueso. Algo que es un punto a favor o uno en contra, según se mire. A favor, porque es una peli un poco más "normal", y por ende más accesible a ese sector del público que es reacio a los chistes de fluidos corporales y discapacidades varias, propios del "humor" a la Farrelly. En contra, porque... Bueno, no parece una peli de los Hermanos Farrelly. Es buena, sí, pero no parece una de ellos. Por otra parte, no trabajan con una idea original, sino que ésta viene en préstamo desde otra parte, así es que... Bien, no sé si considerar todo esto como a favor o en contra. Lo entrego al criterio de ustedes (sí, sé que ustedes tienen criterio, o de lo contrario no leerían Cine 9009).
- Los actores están bastante bien y sin estridencias. Jimmy Fallon le da humanidad a un personaje que en principio no podría tenerla por ninguna parte; recordemos que este individuo es otro subproducto de la línea de ensamblaje de la factoría humorística de SNL, como su contemporáneo más exitoso Will Ferrer (y en el pasado, Steve Martin, Bill Murray, Eddie Murphy, Chevy Chase, y un etcétera demasiado largo para reseñarlo entero). Drew Barrymore, por una vez, no trata de ser over-the-top, empeñada en ese tiempo como estaba por salirse del molde de heroína de comedia romántica con prota femenina torpe, actuando en "Confesiones de una mente peligrosa" o "Duplex" (aunque volviera a las andadas con la anodina "50 primeras citas"). Y como la peli se trata casi absorbentemente de ellos, pasaremos del resto, que está casi como comparsas.
IDEAL PARA: Entender qué hay en la mente (¿mente, dije?) de un fanático deportivo.
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