-- "La marche de l'Empereur" (título original en francés), "March of the Penguins" (título en Estados Unidos e Inglaterra), "The Emperor's Journey" (título internacional en inglés). Francia. Año 2005.
-- Dirección: Luc Jacquet.
-- Actuación: Un grupo de pingüinos nada más monos, con voces en la versión francesa de Charles Berling, Romane Bohringer, Jules Sitruk.
-- Guión: Michel Fessler y Luc Jacquet, sobre una historia de este último, con Jordan Roberts para la narración de la versión en inglés.
-- Banda Sonora: Emilie Simon para la versión original, Alex Wurman para la versión de Estados Unidos.
-- "La marcha de los pingüinos" en IMDb.
-- "La marcha de los pingüinos" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
La Antártica. Alguna vez hace sepimillones de años fue un campo fértil y hermoso. Ahora es una sábana de hielo que te hace crujir los huesos. El ciclo anual trae consigo el invierno, y con él, un empujoncito para que las criaturas emigren como buenamente puedan, hacia afuera... salvo los porfiados pingüinos emperadores, que emigran, pero HACIA ADENTRO. Comienza entonces la epopeya en la cual un rebaño, cardumen, grupo de amigo secreto o como se llame esa clase de tribu animal, debe traer consigo nueva vida al mundo. No todos lo lograrán: el invierno acecha, hace mucha hambre, las focas acechan tras los peces que son alimento, y hay que hacer malabares de payaso con los huevos para evitar que se congelen o, peor aún, se quiebren. ¿Ya mencionamos que también hay aves carroñeras interesadas en merendar cría de pingüino para la cena...?
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Nunca las películas documentales han sido excesivamente populares, como no sea por Jacques Cousteau. Pero en el último tiempo, un cierto espíritu Nat Geo ha retomado la venerable tradición del documental animal por todo lo alto, como lo ejemplifican esas dos joyitas que son "Microcosmos" y "Tocando el cielo". Aunque en este caso no estemos frente a un documental propiamente tal como los anteriores, sino a algo que puede ser calificado de "docudrama animal", o de "docuficción", o algo por el estilo. Algo así como los viejos documentales de fauna de los '70s y tempranos '80s, pero no con "narrador omnisciente" sino con un juego de voces que incluyen a la tríada divina de "papá pingüino", "mamá pingüino" e "insufrible bebé pingüino", que van explicando todo lo que pasa (sobreexplicando, mejor dicho).
¿POR QUÉ VERLA?
-- La fotografía, primera y casi única razón. Las planicies antárticas y los pingüinos están filmados por todo lo alto. O casi, de no ser porque el director insistió en abandonar un registro más naturalista, para optar por usar algunos planos con lentes especiales que crean reverberaciones en el aire de la atmósfera, o intensifican el brillo del mar, todo lo cual quizás quede muy artístico, pero desde luego que deslava el resultado final. Aún así, sigue siendo un buen ejercicio de fotografía. O sea, no hay corazón tan pétreo y ajeno al amor por la naturaleza que no sea capaz de conmoverse con la primera imagen del pingüino bebé saliendo del cascarón y mirándote fijamente a la cámara, asomando su cabecita entre las patas de papá (sí, como dije, de papá, no de mamá).
-- Salvando la tan innecesaria como insufrible narración de fondo, en general consigue hacer algo tan interesante y desprovisto de verdadera acción, como la secuencia reproductiva de los pingüinos emperador. O sea, si salvamos un par de escenas de acción escapando de depredadores, la historia es exclusivamente de pingüinos, y mantener interés con eso es un mérito. Hasta Ridley Scott, para contar las peripecias de los siete mineros del "Nostromo", tuvo que meter un alien para revolver el caldero...
IDEAL PARA: Ver bonita cinematografía, reirse un rato, emocionarse otro poco, y gozar siguiendo las peripecias de un puñado de los actores menos convencionales que el cine ha visto jamás.
-- Dirección: Luc Jacquet.
-- Actuación: Un grupo de pingüinos nada más monos, con voces en la versión francesa de Charles Berling, Romane Bohringer, Jules Sitruk.
-- Guión: Michel Fessler y Luc Jacquet, sobre una historia de este último, con Jordan Roberts para la narración de la versión en inglés.
-- Banda Sonora: Emilie Simon para la versión original, Alex Wurman para la versión de Estados Unidos.
-- "La marcha de los pingüinos" en IMDb.
-- "La marcha de los pingüinos" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
La Antártica. Alguna vez hace sepimillones de años fue un campo fértil y hermoso. Ahora es una sábana de hielo que te hace crujir los huesos. El ciclo anual trae consigo el invierno, y con él, un empujoncito para que las criaturas emigren como buenamente puedan, hacia afuera... salvo los porfiados pingüinos emperadores, que emigran, pero HACIA ADENTRO. Comienza entonces la epopeya en la cual un rebaño, cardumen, grupo de amigo secreto o como se llame esa clase de tribu animal, debe traer consigo nueva vida al mundo. No todos lo lograrán: el invierno acecha, hace mucha hambre, las focas acechan tras los peces que son alimento, y hay que hacer malabares de payaso con los huevos para evitar que se congelen o, peor aún, se quiebren. ¿Ya mencionamos que también hay aves carroñeras interesadas en merendar cría de pingüino para la cena...?
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Nunca las películas documentales han sido excesivamente populares, como no sea por Jacques Cousteau. Pero en el último tiempo, un cierto espíritu Nat Geo ha retomado la venerable tradición del documental animal por todo lo alto, como lo ejemplifican esas dos joyitas que son "Microcosmos" y "Tocando el cielo". Aunque en este caso no estemos frente a un documental propiamente tal como los anteriores, sino a algo que puede ser calificado de "docudrama animal", o de "docuficción", o algo por el estilo. Algo así como los viejos documentales de fauna de los '70s y tempranos '80s, pero no con "narrador omnisciente" sino con un juego de voces que incluyen a la tríada divina de "papá pingüino", "mamá pingüino" e "insufrible bebé pingüino", que van explicando todo lo que pasa (sobreexplicando, mejor dicho).
¿POR QUÉ VERLA?
-- La fotografía, primera y casi única razón. Las planicies antárticas y los pingüinos están filmados por todo lo alto. O casi, de no ser porque el director insistió en abandonar un registro más naturalista, para optar por usar algunos planos con lentes especiales que crean reverberaciones en el aire de la atmósfera, o intensifican el brillo del mar, todo lo cual quizás quede muy artístico, pero desde luego que deslava el resultado final. Aún así, sigue siendo un buen ejercicio de fotografía. O sea, no hay corazón tan pétreo y ajeno al amor por la naturaleza que no sea capaz de conmoverse con la primera imagen del pingüino bebé saliendo del cascarón y mirándote fijamente a la cámara, asomando su cabecita entre las patas de papá (sí, como dije, de papá, no de mamá).
-- Salvando la tan innecesaria como insufrible narración de fondo, en general consigue hacer algo tan interesante y desprovisto de verdadera acción, como la secuencia reproductiva de los pingüinos emperador. O sea, si salvamos un par de escenas de acción escapando de depredadores, la historia es exclusivamente de pingüinos, y mantener interés con eso es un mérito. Hasta Ridley Scott, para contar las peripecias de los siete mineros del "Nostromo", tuvo que meter un alien para revolver el caldero...
IDEAL PARA: Ver bonita cinematografía, reirse un rato, emocionarse otro poco, y gozar siguiendo las peripecias de un puñado de los actores menos convencionales que el cine ha visto jamás.
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