"Phörpa". Dirigida por Khyentse Norbu. Protagonizada por Orgyen Tobgyal, Neten Chokling, Jamyang Lodro, Lama Chonjor, Godu Lama, Thinley Nudi, Kunsang, Kunsang Nyima, Pema Tshundup, Dzigar Kongtrul, Dhan Pat Singh, Oga, Raj Baboon, Jamyang Nyima, Pema Wangchen. Bután / Australia. Año 1999.
¿De qué se trata?
Son tiempos revueltos para los lamasterios (lo mismo que los monasterios, pero con lamas tibetanos en vez de monjes). Hace una puntada de años, su gran autócrata y líder espiritual tuvo que salir por pies, debido a la, ejem, "colonización" que China hizo del Tíbet. Y ahora, viene el fútbol. Porque dos catástrofes han caído encima de un monasterio emplazado en la pequeñísima república de Bután, tan pequeña que debe ser muy bueno el mapa para que alcance a aparecer su bandera (va en serio, no sólo existe un país llamado Bután, sino que además, produjo una película, para que vean). Pues bien, la primera catástrofe son dos refugiados que llegan desde el otro lado, dos chicos reclutados para ser monjes y tener una vida de placid... perdón, de vaganc... perdón, de estudio y meditación, y que pronto se ven arrastrados a la segunda catástrofe: es el Mundial de Fútbol, Francia 1998 para ser concretos, y uno de los críos del lugar está decidido a verlo. Aunque para eso tenga que arrancarse del lamasterio con algunos compañeros. Y tenga que violar todas las reglas. Y finalmente, que deba embarcarse en una ímproba empresa para arrendarle al vecino una antena parábolica con la cual ver la final del Mundial (cuando decimos "vecino", tratándose de Bután, es más o menos de una montaña a la siguiente, o quizás un poco más allá).
El espíritu de los tiempos.
Sin lugar a dudas, uno de los principales temas de las cinematografías no yankis (o sea, las que apenas caen en Cine 9009 por ser preferentemente aburridas, y como a mí no me pagan por reseña, pues bien...), uno de sus temas, como decía, es el choque de civilizaciones, de cómo el mundo occidental impacta los tranquilos reductos de paz y serenidad de otros lugares. Porque resulta que en estas películas los nativos siempre son tontos y se entusiasman con lo peor de Occidente, y no con sus más excelsos logros (y si así fuera en verdad, pues bien, se lo tienen merecido, por tarados). En esta peli no se enamoran de Mozart, ni de Leonardo, ni de Gaudí, sino que de... ¡qué vamos a hacerle! ...del fútbol. Cómo será, que incluso se transformó en la primera peli de Bután en salir al mercado cinematográfico internacional.
¿Por qué verla?
- Sé lo que van a decir. Es una peli no yanki. Es una peli sobre monjes y tradición. Es una peli sobre choque cultural. Es una peli sin tías buenas en traje de Eva y sin violencia. O sea, tiene todos los créditos para ser un latazo apto sólo para intelectualoides omnívoros o poseros. Y... ¿qué creen? La peli es buenísima. La anécdota es desopilante, por cierto. Se trata de unos monjes budistas que, varados en la cima del mundo como se encuentran (literalmente, si Bután está empotrado entre montaña y montaña de los Himalayas), se entusiasman con el fútbol y empiezan a ver y vibrar con los partidos. Ni dudar que la anécdota, en manos yankis, hubiera caído en una comedia de golpe y porrazo, con Adam Sandler haciendo el idiota mientras trata de conseguirse una tele donde ver el partido (o, con algo más de suerte, pero no mucha más, con Ben Stiller o Jack Black haciendo lo suyo). Y ni dudar de que, en manos de un director cultureta, hubiera acabado en una pesada reflexión hiperintelectualizante sobre el choque de la globalización contra las buenoides e idealistas culturas originarias, un poco en plan "Baba"... perdón, "Babel". Pero no. El director hace uso de la lección más antigua del cine, cual es "si tienes una historia que contar, ¡cuéntala, demonios!, y no pontifiques sobre ella". Así. Sin vueltas. La anécdota es simple, y el planteamiento es también sencillo. Justamente los ingredientes para conseguir una buena peli. Por cierto, al empezar es un tanto morosa, pareciera que no va a arrancar nunca, y el espectador avisado puede ponerse a pensar "¿es que me metieron otra castaña cultureta?". No se preocupen, porque se pone cada vez mejor por el camino.
- Los personajes están perfilados con trazos simples, incluso gruesos, pero efectivos. Está el líder de la sect... perdón, del lamasterio, que vive medio desconectado de la realidad y añora regresar al Tibet, y a quien el fútbol no digamos que le resbala, sino que pregunta sobre qué rayos es eso (bueh, sin groserías, es el CEO del lamasterio, ¿OK?). Está el segundo al mano, el henchman de rigor, que puede ser bastante duro, pero no es el ogro ridículo de las pelis yankis sobre estudiantes iniciándose sexualmente, sino que puede ser, dentro de su rudeza, alguien comprensivo y hasta, en algún minuto, cariñoso. Está el tipo que está medio loco y que se gana la vida vendiendo profecías, y que tiene a su cargo algunas de las mejores escenas. Y los monjes subordinados, ninguno de los cuales está demasiado bien perfilado, tienen sin embargo carisma por sí mismos.
- El tema de choque de culturas es tratado con amabilidad y benevolencia, pero no por eso la película deja de ser corrosiva. Esto se representa por un conflicto generacional: el más viejo no tiene idea de qué es el fútbol, el adulto sabe, pero no puede decir mucho que sabe. Y los jóvenes prenden y se entusiasman con el asunto. Precisamente es la ignorancia del vejete, con sus preguntas ingenuas, lo que origina algunas de las situaciones más punzantes; a medida que dialoga con su henchman, se hace la idea de que el fútbol es una especie de pelea campal, con algo de violencia, pero (para su alivio) sin sexo... Y llega a lo sublime cuando pregunta qué se gana, su segundo al mando le responde que una copa, y él se limita a sonreir afablemente, mientras se toma una taza de té con una humilde copa de madera... Sutil y efectivo. Por cierto, la película viene sin moralina. Los tradicionalistas no son pintados como ogros malos o directores rígidos que se oponen al progreso y las nuevas ideas. Tampoco es una peli de reivindicación de los viejos valores, poniendo a los jóvenes como inexpertos que deben aprender a respetar su pasado cultural y otras cosas. En rigor, no hay ningún personaje que pudiéramos decir sea el "villano" o el "antagonista" de la historia.
- Hay algunas secuencias hermosas y multitud de detalles sobre la vida de un lamasterio que, para el que no conoce de estos temas, pueden ser instructivos y asombrosos. Aparecen los monjes tomando té a la manera tibetana, por ejemplo, esto es, con mantequilla y sal (sí, leyeron bien: mantequilla y sal). Aparecen sus rezos y costumbres. Aparece su dieta. Pero nada de esto se muestra por prurito comercial o para ponerlos en exhibición en la vitrina de un mall, como ocurre con los filmes occidentales sobre el tema (no quiero echar al agua a nadie, pero se me viene a la mente "El pequeño Buda", ejem)... En suma, aparece el lamasterio como un modo de vida más sobre el mundo, ni el más perfecto ni el mejor, sino un modo de convivir y organizar las cosas en una sociedad peculiar y en un tiempo peculiar.
IDEAL PARA: Ver una peli buena sobre monjes (aunque sean monjes budistas); y por una vez en la vida, sobre el choque de culturas sin que los "buenos" sean los peones favoritos del director.
¿De qué se trata?
Son tiempos revueltos para los lamasterios (lo mismo que los monasterios, pero con lamas tibetanos en vez de monjes). Hace una puntada de años, su gran autócrata y líder espiritual tuvo que salir por pies, debido a la, ejem, "colonización" que China hizo del Tíbet. Y ahora, viene el fútbol. Porque dos catástrofes han caído encima de un monasterio emplazado en la pequeñísima república de Bután, tan pequeña que debe ser muy bueno el mapa para que alcance a aparecer su bandera (va en serio, no sólo existe un país llamado Bután, sino que además, produjo una película, para que vean). Pues bien, la primera catástrofe son dos refugiados que llegan desde el otro lado, dos chicos reclutados para ser monjes y tener una vida de placid... perdón, de vaganc... perdón, de estudio y meditación, y que pronto se ven arrastrados a la segunda catástrofe: es el Mundial de Fútbol, Francia 1998 para ser concretos, y uno de los críos del lugar está decidido a verlo. Aunque para eso tenga que arrancarse del lamasterio con algunos compañeros. Y tenga que violar todas las reglas. Y finalmente, que deba embarcarse en una ímproba empresa para arrendarle al vecino una antena parábolica con la cual ver la final del Mundial (cuando decimos "vecino", tratándose de Bután, es más o menos de una montaña a la siguiente, o quizás un poco más allá).
El espíritu de los tiempos.
Sin lugar a dudas, uno de los principales temas de las cinematografías no yankis (o sea, las que apenas caen en Cine 9009 por ser preferentemente aburridas, y como a mí no me pagan por reseña, pues bien...), uno de sus temas, como decía, es el choque de civilizaciones, de cómo el mundo occidental impacta los tranquilos reductos de paz y serenidad de otros lugares. Porque resulta que en estas películas los nativos siempre son tontos y se entusiasman con lo peor de Occidente, y no con sus más excelsos logros (y si así fuera en verdad, pues bien, se lo tienen merecido, por tarados). En esta peli no se enamoran de Mozart, ni de Leonardo, ni de Gaudí, sino que de... ¡qué vamos a hacerle! ...del fútbol. Cómo será, que incluso se transformó en la primera peli de Bután en salir al mercado cinematográfico internacional.
¿Por qué verla?
- Sé lo que van a decir. Es una peli no yanki. Es una peli sobre monjes y tradición. Es una peli sobre choque cultural. Es una peli sin tías buenas en traje de Eva y sin violencia. O sea, tiene todos los créditos para ser un latazo apto sólo para intelectualoides omnívoros o poseros. Y... ¿qué creen? La peli es buenísima. La anécdota es desopilante, por cierto. Se trata de unos monjes budistas que, varados en la cima del mundo como se encuentran (literalmente, si Bután está empotrado entre montaña y montaña de los Himalayas), se entusiasman con el fútbol y empiezan a ver y vibrar con los partidos. Ni dudar que la anécdota, en manos yankis, hubiera caído en una comedia de golpe y porrazo, con Adam Sandler haciendo el idiota mientras trata de conseguirse una tele donde ver el partido (o, con algo más de suerte, pero no mucha más, con Ben Stiller o Jack Black haciendo lo suyo). Y ni dudar de que, en manos de un director cultureta, hubiera acabado en una pesada reflexión hiperintelectualizante sobre el choque de la globalización contra las buenoides e idealistas culturas originarias, un poco en plan "Baba"... perdón, "Babel". Pero no. El director hace uso de la lección más antigua del cine, cual es "si tienes una historia que contar, ¡cuéntala, demonios!, y no pontifiques sobre ella". Así. Sin vueltas. La anécdota es simple, y el planteamiento es también sencillo. Justamente los ingredientes para conseguir una buena peli. Por cierto, al empezar es un tanto morosa, pareciera que no va a arrancar nunca, y el espectador avisado puede ponerse a pensar "¿es que me metieron otra castaña cultureta?". No se preocupen, porque se pone cada vez mejor por el camino.
- Los personajes están perfilados con trazos simples, incluso gruesos, pero efectivos. Está el líder de la sect... perdón, del lamasterio, que vive medio desconectado de la realidad y añora regresar al Tibet, y a quien el fútbol no digamos que le resbala, sino que pregunta sobre qué rayos es eso (bueh, sin groserías, es el CEO del lamasterio, ¿OK?). Está el segundo al mano, el henchman de rigor, que puede ser bastante duro, pero no es el ogro ridículo de las pelis yankis sobre estudiantes iniciándose sexualmente, sino que puede ser, dentro de su rudeza, alguien comprensivo y hasta, en algún minuto, cariñoso. Está el tipo que está medio loco y que se gana la vida vendiendo profecías, y que tiene a su cargo algunas de las mejores escenas. Y los monjes subordinados, ninguno de los cuales está demasiado bien perfilado, tienen sin embargo carisma por sí mismos.
- El tema de choque de culturas es tratado con amabilidad y benevolencia, pero no por eso la película deja de ser corrosiva. Esto se representa por un conflicto generacional: el más viejo no tiene idea de qué es el fútbol, el adulto sabe, pero no puede decir mucho que sabe. Y los jóvenes prenden y se entusiasman con el asunto. Precisamente es la ignorancia del vejete, con sus preguntas ingenuas, lo que origina algunas de las situaciones más punzantes; a medida que dialoga con su henchman, se hace la idea de que el fútbol es una especie de pelea campal, con algo de violencia, pero (para su alivio) sin sexo... Y llega a lo sublime cuando pregunta qué se gana, su segundo al mando le responde que una copa, y él se limita a sonreir afablemente, mientras se toma una taza de té con una humilde copa de madera... Sutil y efectivo. Por cierto, la película viene sin moralina. Los tradicionalistas no son pintados como ogros malos o directores rígidos que se oponen al progreso y las nuevas ideas. Tampoco es una peli de reivindicación de los viejos valores, poniendo a los jóvenes como inexpertos que deben aprender a respetar su pasado cultural y otras cosas. En rigor, no hay ningún personaje que pudiéramos decir sea el "villano" o el "antagonista" de la historia.
- Hay algunas secuencias hermosas y multitud de detalles sobre la vida de un lamasterio que, para el que no conoce de estos temas, pueden ser instructivos y asombrosos. Aparecen los monjes tomando té a la manera tibetana, por ejemplo, esto es, con mantequilla y sal (sí, leyeron bien: mantequilla y sal). Aparecen sus rezos y costumbres. Aparece su dieta. Pero nada de esto se muestra por prurito comercial o para ponerlos en exhibición en la vitrina de un mall, como ocurre con los filmes occidentales sobre el tema (no quiero echar al agua a nadie, pero se me viene a la mente "El pequeño Buda", ejem)... En suma, aparece el lamasterio como un modo de vida más sobre el mundo, ni el más perfecto ni el mejor, sino un modo de convivir y organizar las cosas en una sociedad peculiar y en un tiempo peculiar.
IDEAL PARA: Ver una peli buena sobre monjes (aunque sean monjes budistas); y por una vez en la vida, sobre el choque de culturas sin que los "buenos" sean los peones favoritos del director.
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