"Dr. Jekyll and Mr. Hyde". Dirigida por Victor Fleming. Protagonizada por Spencer Tracy, Ingrid Bergman, Lana Turner, Donald Crisp, Ian Hunter, Barton MacLane, C. Aubrey Smith, Peter Godfrey, Sara Allgood, Frederick Worlock, William Tannen, Frances Robinson, Denis Green, Billy Bevan, Forrester Harvey. Estados Unidos. Año 1941.
¿De qué se trata?
Es el Año de Nuestro Señor Jesucristo de 1887, y un sacerdote (suponemos que anglicano, aunque la peli, por evidente prurito respecto de los grupos de presión religiosos de USA, no delata la identidad religiosa de su credo) pontifica sobre cómo Inglaterra está en la cúspide de la civilización, identificando el Bien que derrota al Mal, a Cristo venciendo sobre las tinieblas, bendiciendo todo eso a nuestra bienamada Reina Victoria en su Jubileo de Oro como Reina... Cuando de pronto alguien, un pobre loquito, se ríe y empieza a gritar "Belcebú, Belcebú" y esa clase de cosas. En vez de montar una campaña de asesinato de imagen respecto del pobre satanito, toman el expediente más simple de agarrarlo y al hospital con él, como paso previo para su internación en una casita de cucufatos. El incidente hubiera quedado ahí, pero por desgracia, ha sido la chispa para que un científico, el Doctor Jekyll, discurra que... ¡blasfemia! ...quizás sea posible arrebatarle el rayo al cielo y el cetro a los tiranos, separando el alma humana en su parte bondadosa y maligna, y de paso dejando sin empleo a loqueros y pastores (pastores protestantes, se entiende). Su futuro suegro, un hombre tan estiradote que quiere que su hija no ande mostrando los tobillos y que le den un casto besito en público, no ve con buenos ojos estos experimentos, mientras que su mejor amigo le dice "oye, pues mi cuate, que esos son dominios en los que el hombre no debería penetrar", etcétera, a lo que el Dr. Jekyll responde que él penetrará lo que se le pegue en gana, que para eso es hombre, caramba, así es que... Pero mejor no pelear, y se va con su amiguete a tomar un par de copas. En mala hora, porque se cruzan con una chica en problemas (y se dice explícitamente que el hampón no era un asaltante, sino que quería "propasarse"... ¡no me pregunten cómo diablos pasó eso la censura de 1941!). La chica, pobrecita ella, está bien, pero le duele un tobillo, y el costado, y empieza a hacer una exhibición nada más cachonda, so pretexto de "jugar al doctor"... El Dr. Jekyll se lo piensa y se lo piensa, y como es muy correctito, él no va a intentar nada sobre el particular. Pero si él no lo va a hacer, quizás su lado maligno, sin conciencia moral, su diablito en el hombro, ése sí podría tomar cartas en el asunto... así es que sigue con sus experimentos para disociar el alma entre el bien y el mal, hasta que finalmente le resulta. El Dr. Jekyll se convierte así en el maligno Mr. Hyde, monstruo de sadismo y repulsión, que empezará a pasársela bien y a lo grande. Todo parece perfecto y funciona para nuestro buen/mal doctor, hasta que de pronto, y es que así es de puñetera la vida, las cosas se salen de control, cada vez más gente empieza a estar prevenida sobre ese extraño Mr. Hyde, el Dr. Jekyll mete la pata, y...
El espíritu de los tiempos.
"El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" debe ser una de las novelas más insanas jamás escritas, y una de las peores bofetadas que se le podía propinar al Cristianismo y su visión ultramontana de la vida. En la actualidad sabemos que el famoso y maléfico Mr. Hyde no es otro sino el Dr. Jekyll metamorfoseado, porque para eso hemos visto los clásicos cortos de Bugs Bunny sobre el particular, pero en 1885, fecha de publicación de la novela original, ya partiendo por el título equívoco (que da a entender que ambos protas son personas diferentes, y no dos aspectos de un mismo personaje dual), la historia era aún más terrorífica si cabe, cuando al final de varios episodios con sucesos muy extraños, averiguamos que esos sucesos se deben a un mismo personaje. El terror de la historia radicaba, por supuesto, en que para la mentalidad victoriana, todos debíamos ser buenos, puros y decentes, y esos malitos pensamientos simplemente no existían (de ahí que entre los industriales de la alta no se discutiera mucho sobre el sufrimiento de los obreros en las manufactureras de Liverpool). En una época de relativismo moral como la nuestra, por supuesto, esta obra ha perdido mucho de su mordacidad original, pero en su tiempo resultaba ser espeluznante. Esta peli coincidió con el año en que Estados Unidos (recordemos: el Bien, la Democracia, la Luz) entró en guerra con el malvadísimo Eje, y no creo sea una coincidencia que al borde del conflicto entre las Bondadosas Democracias y los Malignos Totalitarismos (bueh, había uno no tan maligno, el de Stalin, pero ése sólo porque está de nuestro lado contra los nazis, ¿eh? Que nadie se preste a confusión), haya salido esta peli sobre bondadosos y bien reputados médicos con un lado maligno pugnando por salir, y haya sido como peli de terror (para muestra un botón: en 1995, el remake bastardo "Mary Reilly", muy bueno por otra parte, fue bastante más deslavado, pero tambien mas acorde con los tiempos de lo políticamente correcto que llevaron a la Academia a premiar panfletos indigenistas como "Danza con lobos", o a una M mujer a la saga Bond, en "GoldenEye"). En cuanto a la peli misma, era un remake de una versión anterior protagonizada por Fredric March, que en su tiempo pasó sin pena ni gloria. Una lástima, porque si bien no es la mejor peli de todos los tiempos, y ni siquiera la mejor peli de su director Victor Fleming, después de más de seis décadas aún aguanta un visionado.
¿Por qué verla?
- Esta clase de pelis son la pesadilla de los comentaristas. Si una peli es mala, es cuestión de ponerla a parir. Si es buena, hay que alabarla. Si es "mala pero entretenida", se dice simplemente que es para verla distrayéndose un rato y después olvidarla. Pero pelis como ésta, como "El hombre y la bestia", están en esa tierra de nadie entre las pelis malas y las buenas. Porque es sumamente irregular. Tiene aspectos muy notables, y otros defenestrables. No puedo recomendarla de manera indubitable, pero tampoco es para echarla por completo al olvido. Partamos alabando la dirección de Víctor Fleming, uno de los más tempranos grandes directores de Hollywood, que venía fresco de rodar un par de las mejores pelis de todos los tiempos ("El mago de Oz" y "Lo que el viento se llevó"), y que en los '40s rodaría sus últimas pelis antes de morirse, despidiéndose con la magistral "Juana de Arco" con Ingrid Bergman (nueva colaboración entre la Bergman y Fleming, porque ella también actúa en "El hombre y la bestia"). No me cabe duda que el tono épico y grandilocuente de muchas escenas, que tanto hacen por una peli por otra parte bastante deslavada, son responsabilidad del gran Fleming, cuya muerte más o menos temprana en 1949 (tenía 60 años) fue tan irreparable para Hollywood.
- Suele suceder muchas veces que Hollywood, cuando adapta una novela con un sustrato muy rico, suele simplificarla, quedarse con la cáscara (escenas molonas) y botar todo lo que de inteligente puedan tener los subtextos de la propuesta original. Eso es particularmente visible cuando la obra original está furibundamente en pugna con los valores propios del establishment yanketa de pro, como por ejemplo es el caso de Herbert George Wells (Wells era izquierdista fabiano, lo que hoy en día sería un laborista británico, y el establishment debe ser derechista por aquello de los grandes capitales en juego por cada blockbuster, y para confortar las fantasías imperialistas del público yanki promedio amamantado con el Destino Manifiesto y los telepredicadores evangélicos antievolucionistas). Afortunadamente, eso no pasa aquí. No se puede decir que la obra rescate hasta las últimas consecuencias el planteamiento original frontalmente antivictoriano de Robert Louis Stevenson, pero se mete con coraje en varios tópicos que sí son de interés del novelista. En la peli, así como en la novela original, el Dr. Jekyll no es un Frankenstein cegado por su ambición de empujar más allá los límites de la ciencia, sino un victoriano comodón que quiere lo mejor de ambos mundos, de la buena y bonita moral victoriana que asegura la pasta en el bolsillo, y de los inocentes pecadillos de la carne que le dan pimienta a la existencia. Así es como el Dr. Jekyll le da vía libre a Mr. Hyde. En última instancia, y eso la peli lo deja bien en claro (aunque en subtexto, siempre, pero bien remarcado), y aunque se defienda con aquello de que "es por el bien de la ciencia", el Dr. Jekyll no es ningún héroe, y la conducta aberrante de Mr. Hyde es, en última instancia, responsabilidad del propio Jekyll, y no vale la excusa del "lado maligno del buen doctor", porque es el buen doctor quien se ha ido a meter solito y por sus propias patitas en esos experimentos, sabiendo o no pudiendo menos que saber las consecuencias que de ellos se derivarían, y aún bien informado de las consecuencias de sus actos, decide tomar la famosa pócima una segunda vez para seguir cacheteándose con la vida a gusto. Todos los personajes alrededor, cuando empiezan a tomar conciencia de que algo maligno circula por ahí, se escandalizan y horrorizan, claro está, pero lo peor viene después, cuando algunos personajes descubren que su buen vecino el doctor es quien ha desatado el horror, por puro placer personal. Ellos mismos, también victorianos eminentes, podrían ser los siguientes, ¿no?
- No es que me guste la censura ni mucho menos, pero a veces ésta hace bien, porque obliga a los creadores a ser más imaginativos a la hora de eludirla. Muchas pelis antiguas eran más escabrosas y con mucho más morbo que las pelis actuales, en que debido a la posibilidad de mostrar chicas en bikini o lencería, o escenas de sexo, todo es más directo, y por qué no decirlo, más olvidable. Porque las escenas de Mr. Hyde acosando a la pobre proletaria, tienen dosis de crueldad inaudita. Piensen en el tipo de violencia que quieran, y todo eso coincide aquí: ¿violencia de género, hombre contra mujer?, sí; ¿violencia sexual, violador contra víctima?, sí; ¿violencia psicológica, agresor contra agredida?, sí; ¿violencia social, médico de la alta contra proletaria?, sí; ¿violencia moral, persona corrompida contra persona más o menos virtuosa?, también. Por otra parte, me extraña que algunos segmentos de la peli no sean íconos BDSM hoy en día. Y es que esa transformación del Dr. Jekyll en Mr. Hyde, con el buen doctor agarrando a latigazos un par de caballos, y luego mostrando como esos caballos se han transformado en su par de novias... y después las constantes insinuaciones a que la chica proleta tiene heridas en hombros y espalda...
- Con todo esto, a estas alturas del partido estarán preguntándose cuál era el famoso punto débil de la peli al que me refería. Y básicamente son dos. Partamos por las actuaciones. La actriz que sostiene toda la peli es Ingrid Bergman, que ese mismo año era la inolvidable heroína de "Casablanca", y que en "El hombre y la bestia" entrega ya no digamos una de sus mejores actuaciones, sino una de las mejores actuaciones que el cine de Hollywood entero desde su fundación hasta la actualidad ha entregado jamás, con un rango interpretativo que va desde la lascivia y la lujuria más desatados, apenas contenidos por las convenciones sociales, hasta el sufrimiento y la impotencia más exacerbados. La Bergman había sido fichada para el rol de chica angelical primero, pero ella, pizpiretamente, descubrió que el otro rol era más exigente en términos dramáticos, lo exigió y tomó para sí, y se lució en él (su contraparte fue tomada por Lana Turner, quien aparte de su evidente sex-appeal, hace bien poco por salirse de su papel de chica aristócrata fetiche). Por lastimoso contraste, la peor parte es que el propio prota, Spencer Tracy, si bien compone un más que aceptable Dr. Jekyll (no soberbio, pero sí aceptable), cuando tiene que poner cara de malo para desdoblarse en Mr. Hyde simplemente no se la puede, y es que es tan rebuenazo, el hombre, que interpretar a la villanía pura... Hay momentos de humor involuntario en la peli, cuando Ingrid Bergman dice, muy convencida, de que "ése no es un hombre, es un demonio, es diabólico", después de haber visto la esforzada, pero aún así anémica interpretación de Spencer Tracy como Hyde, y uno se pregunta de dónde salió tanto terror... Y dejemos mención especial para Donald Crisp (el suegro), Ian Hunter (el amiguete) y Peter Godfrey (el mayordomo del Dr. Jekyll), que desde sus respectivas estaciones de batalla componen secundarios si no formidables, por lo menos muy sólidos.
- Y un último apartado, para los, ejem, efectos especiales. Estoy seguro de que eran lo mejor y la mejor rechupada del mate que se podía pedir en 1941, pero hoy en día, en plena era digital, el fotomontaje canta clarito. Esto puede ser un plus o un contra, como se quiera mirar. Es un contra, indiscutiblemente, porque anula cualquier sentido de la verosimiltud, por mucha suspensión de la incredulidad que uno trate de aplicar. A favor, podemos decir que aporta un poco de humor involuntario a la peli, y además, precisamente por su carácter defectuoso, posee el encanto de lo naif. Algo es algo, y peor es chupar clavos.
IDEAL PARA: Ver una irregular, pero aceptable, versión de la historia de Stevenson (en espíritu, que no en literalidad, claro está).
¿De qué se trata?
Es el Año de Nuestro Señor Jesucristo de 1887, y un sacerdote (suponemos que anglicano, aunque la peli, por evidente prurito respecto de los grupos de presión religiosos de USA, no delata la identidad religiosa de su credo) pontifica sobre cómo Inglaterra está en la cúspide de la civilización, identificando el Bien que derrota al Mal, a Cristo venciendo sobre las tinieblas, bendiciendo todo eso a nuestra bienamada Reina Victoria en su Jubileo de Oro como Reina... Cuando de pronto alguien, un pobre loquito, se ríe y empieza a gritar "Belcebú, Belcebú" y esa clase de cosas. En vez de montar una campaña de asesinato de imagen respecto del pobre satanito, toman el expediente más simple de agarrarlo y al hospital con él, como paso previo para su internación en una casita de cucufatos. El incidente hubiera quedado ahí, pero por desgracia, ha sido la chispa para que un científico, el Doctor Jekyll, discurra que... ¡blasfemia! ...quizás sea posible arrebatarle el rayo al cielo y el cetro a los tiranos, separando el alma humana en su parte bondadosa y maligna, y de paso dejando sin empleo a loqueros y pastores (pastores protestantes, se entiende). Su futuro suegro, un hombre tan estiradote que quiere que su hija no ande mostrando los tobillos y que le den un casto besito en público, no ve con buenos ojos estos experimentos, mientras que su mejor amigo le dice "oye, pues mi cuate, que esos son dominios en los que el hombre no debería penetrar", etcétera, a lo que el Dr. Jekyll responde que él penetrará lo que se le pegue en gana, que para eso es hombre, caramba, así es que... Pero mejor no pelear, y se va con su amiguete a tomar un par de copas. En mala hora, porque se cruzan con una chica en problemas (y se dice explícitamente que el hampón no era un asaltante, sino que quería "propasarse"... ¡no me pregunten cómo diablos pasó eso la censura de 1941!). La chica, pobrecita ella, está bien, pero le duele un tobillo, y el costado, y empieza a hacer una exhibición nada más cachonda, so pretexto de "jugar al doctor"... El Dr. Jekyll se lo piensa y se lo piensa, y como es muy correctito, él no va a intentar nada sobre el particular. Pero si él no lo va a hacer, quizás su lado maligno, sin conciencia moral, su diablito en el hombro, ése sí podría tomar cartas en el asunto... así es que sigue con sus experimentos para disociar el alma entre el bien y el mal, hasta que finalmente le resulta. El Dr. Jekyll se convierte así en el maligno Mr. Hyde, monstruo de sadismo y repulsión, que empezará a pasársela bien y a lo grande. Todo parece perfecto y funciona para nuestro buen/mal doctor, hasta que de pronto, y es que así es de puñetera la vida, las cosas se salen de control, cada vez más gente empieza a estar prevenida sobre ese extraño Mr. Hyde, el Dr. Jekyll mete la pata, y...
El espíritu de los tiempos.
"El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" debe ser una de las novelas más insanas jamás escritas, y una de las peores bofetadas que se le podía propinar al Cristianismo y su visión ultramontana de la vida. En la actualidad sabemos que el famoso y maléfico Mr. Hyde no es otro sino el Dr. Jekyll metamorfoseado, porque para eso hemos visto los clásicos cortos de Bugs Bunny sobre el particular, pero en 1885, fecha de publicación de la novela original, ya partiendo por el título equívoco (que da a entender que ambos protas son personas diferentes, y no dos aspectos de un mismo personaje dual), la historia era aún más terrorífica si cabe, cuando al final de varios episodios con sucesos muy extraños, averiguamos que esos sucesos se deben a un mismo personaje. El terror de la historia radicaba, por supuesto, en que para la mentalidad victoriana, todos debíamos ser buenos, puros y decentes, y esos malitos pensamientos simplemente no existían (de ahí que entre los industriales de la alta no se discutiera mucho sobre el sufrimiento de los obreros en las manufactureras de Liverpool). En una época de relativismo moral como la nuestra, por supuesto, esta obra ha perdido mucho de su mordacidad original, pero en su tiempo resultaba ser espeluznante. Esta peli coincidió con el año en que Estados Unidos (recordemos: el Bien, la Democracia, la Luz) entró en guerra con el malvadísimo Eje, y no creo sea una coincidencia que al borde del conflicto entre las Bondadosas Democracias y los Malignos Totalitarismos (bueh, había uno no tan maligno, el de Stalin, pero ése sólo porque está de nuestro lado contra los nazis, ¿eh? Que nadie se preste a confusión), haya salido esta peli sobre bondadosos y bien reputados médicos con un lado maligno pugnando por salir, y haya sido como peli de terror (para muestra un botón: en 1995, el remake bastardo "Mary Reilly", muy bueno por otra parte, fue bastante más deslavado, pero tambien mas acorde con los tiempos de lo políticamente correcto que llevaron a la Academia a premiar panfletos indigenistas como "Danza con lobos", o a una M mujer a la saga Bond, en "GoldenEye"). En cuanto a la peli misma, era un remake de una versión anterior protagonizada por Fredric March, que en su tiempo pasó sin pena ni gloria. Una lástima, porque si bien no es la mejor peli de todos los tiempos, y ni siquiera la mejor peli de su director Victor Fleming, después de más de seis décadas aún aguanta un visionado.
¿Por qué verla?
- Esta clase de pelis son la pesadilla de los comentaristas. Si una peli es mala, es cuestión de ponerla a parir. Si es buena, hay que alabarla. Si es "mala pero entretenida", se dice simplemente que es para verla distrayéndose un rato y después olvidarla. Pero pelis como ésta, como "El hombre y la bestia", están en esa tierra de nadie entre las pelis malas y las buenas. Porque es sumamente irregular. Tiene aspectos muy notables, y otros defenestrables. No puedo recomendarla de manera indubitable, pero tampoco es para echarla por completo al olvido. Partamos alabando la dirección de Víctor Fleming, uno de los más tempranos grandes directores de Hollywood, que venía fresco de rodar un par de las mejores pelis de todos los tiempos ("El mago de Oz" y "Lo que el viento se llevó"), y que en los '40s rodaría sus últimas pelis antes de morirse, despidiéndose con la magistral "Juana de Arco" con Ingrid Bergman (nueva colaboración entre la Bergman y Fleming, porque ella también actúa en "El hombre y la bestia"). No me cabe duda que el tono épico y grandilocuente de muchas escenas, que tanto hacen por una peli por otra parte bastante deslavada, son responsabilidad del gran Fleming, cuya muerte más o menos temprana en 1949 (tenía 60 años) fue tan irreparable para Hollywood.
- Suele suceder muchas veces que Hollywood, cuando adapta una novela con un sustrato muy rico, suele simplificarla, quedarse con la cáscara (escenas molonas) y botar todo lo que de inteligente puedan tener los subtextos de la propuesta original. Eso es particularmente visible cuando la obra original está furibundamente en pugna con los valores propios del establishment yanketa de pro, como por ejemplo es el caso de Herbert George Wells (Wells era izquierdista fabiano, lo que hoy en día sería un laborista británico, y el establishment debe ser derechista por aquello de los grandes capitales en juego por cada blockbuster, y para confortar las fantasías imperialistas del público yanki promedio amamantado con el Destino Manifiesto y los telepredicadores evangélicos antievolucionistas). Afortunadamente, eso no pasa aquí. No se puede decir que la obra rescate hasta las últimas consecuencias el planteamiento original frontalmente antivictoriano de Robert Louis Stevenson, pero se mete con coraje en varios tópicos que sí son de interés del novelista. En la peli, así como en la novela original, el Dr. Jekyll no es un Frankenstein cegado por su ambición de empujar más allá los límites de la ciencia, sino un victoriano comodón que quiere lo mejor de ambos mundos, de la buena y bonita moral victoriana que asegura la pasta en el bolsillo, y de los inocentes pecadillos de la carne que le dan pimienta a la existencia. Así es como el Dr. Jekyll le da vía libre a Mr. Hyde. En última instancia, y eso la peli lo deja bien en claro (aunque en subtexto, siempre, pero bien remarcado), y aunque se defienda con aquello de que "es por el bien de la ciencia", el Dr. Jekyll no es ningún héroe, y la conducta aberrante de Mr. Hyde es, en última instancia, responsabilidad del propio Jekyll, y no vale la excusa del "lado maligno del buen doctor", porque es el buen doctor quien se ha ido a meter solito y por sus propias patitas en esos experimentos, sabiendo o no pudiendo menos que saber las consecuencias que de ellos se derivarían, y aún bien informado de las consecuencias de sus actos, decide tomar la famosa pócima una segunda vez para seguir cacheteándose con la vida a gusto. Todos los personajes alrededor, cuando empiezan a tomar conciencia de que algo maligno circula por ahí, se escandalizan y horrorizan, claro está, pero lo peor viene después, cuando algunos personajes descubren que su buen vecino el doctor es quien ha desatado el horror, por puro placer personal. Ellos mismos, también victorianos eminentes, podrían ser los siguientes, ¿no?
- No es que me guste la censura ni mucho menos, pero a veces ésta hace bien, porque obliga a los creadores a ser más imaginativos a la hora de eludirla. Muchas pelis antiguas eran más escabrosas y con mucho más morbo que las pelis actuales, en que debido a la posibilidad de mostrar chicas en bikini o lencería, o escenas de sexo, todo es más directo, y por qué no decirlo, más olvidable. Porque las escenas de Mr. Hyde acosando a la pobre proletaria, tienen dosis de crueldad inaudita. Piensen en el tipo de violencia que quieran, y todo eso coincide aquí: ¿violencia de género, hombre contra mujer?, sí; ¿violencia sexual, violador contra víctima?, sí; ¿violencia psicológica, agresor contra agredida?, sí; ¿violencia social, médico de la alta contra proletaria?, sí; ¿violencia moral, persona corrompida contra persona más o menos virtuosa?, también. Por otra parte, me extraña que algunos segmentos de la peli no sean íconos BDSM hoy en día. Y es que esa transformación del Dr. Jekyll en Mr. Hyde, con el buen doctor agarrando a latigazos un par de caballos, y luego mostrando como esos caballos se han transformado en su par de novias... y después las constantes insinuaciones a que la chica proleta tiene heridas en hombros y espalda...
- Con todo esto, a estas alturas del partido estarán preguntándose cuál era el famoso punto débil de la peli al que me refería. Y básicamente son dos. Partamos por las actuaciones. La actriz que sostiene toda la peli es Ingrid Bergman, que ese mismo año era la inolvidable heroína de "Casablanca", y que en "El hombre y la bestia" entrega ya no digamos una de sus mejores actuaciones, sino una de las mejores actuaciones que el cine de Hollywood entero desde su fundación hasta la actualidad ha entregado jamás, con un rango interpretativo que va desde la lascivia y la lujuria más desatados, apenas contenidos por las convenciones sociales, hasta el sufrimiento y la impotencia más exacerbados. La Bergman había sido fichada para el rol de chica angelical primero, pero ella, pizpiretamente, descubrió que el otro rol era más exigente en términos dramáticos, lo exigió y tomó para sí, y se lució en él (su contraparte fue tomada por Lana Turner, quien aparte de su evidente sex-appeal, hace bien poco por salirse de su papel de chica aristócrata fetiche). Por lastimoso contraste, la peor parte es que el propio prota, Spencer Tracy, si bien compone un más que aceptable Dr. Jekyll (no soberbio, pero sí aceptable), cuando tiene que poner cara de malo para desdoblarse en Mr. Hyde simplemente no se la puede, y es que es tan rebuenazo, el hombre, que interpretar a la villanía pura... Hay momentos de humor involuntario en la peli, cuando Ingrid Bergman dice, muy convencida, de que "ése no es un hombre, es un demonio, es diabólico", después de haber visto la esforzada, pero aún así anémica interpretación de Spencer Tracy como Hyde, y uno se pregunta de dónde salió tanto terror... Y dejemos mención especial para Donald Crisp (el suegro), Ian Hunter (el amiguete) y Peter Godfrey (el mayordomo del Dr. Jekyll), que desde sus respectivas estaciones de batalla componen secundarios si no formidables, por lo menos muy sólidos.
- Y un último apartado, para los, ejem, efectos especiales. Estoy seguro de que eran lo mejor y la mejor rechupada del mate que se podía pedir en 1941, pero hoy en día, en plena era digital, el fotomontaje canta clarito. Esto puede ser un plus o un contra, como se quiera mirar. Es un contra, indiscutiblemente, porque anula cualquier sentido de la verosimiltud, por mucha suspensión de la incredulidad que uno trate de aplicar. A favor, podemos decir que aporta un poco de humor involuntario a la peli, y además, precisamente por su carácter defectuoso, posee el encanto de lo naif. Algo es algo, y peor es chupar clavos.
IDEAL PARA: Ver una irregular, pero aceptable, versión de la historia de Stevenson (en espíritu, que no en literalidad, claro está).
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