"The Illusionist". Dirigida por Neil Burger. Protagonizada por Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Biel, Rufus Sewell, Eddie Marsan, Jake Wood, Tom Fisher, Aaron Johnson, Eleanor Tomlinson, Karl Johnson. República Checa / Estados Unidos. Año 2006.
¿De qué se trata?
Viena, a comienzos del XX. Hay respiraciones entrecortadas, alientos retenidos, etcétera. Todo gira en torno a un ilusionista (¿o no?) que está haciendo un espectacular número (¿de magia?) por el cual hablan los muertos, o así al menos parece ser. El asunto ha llegado demasiado lejos, y el necroconfianzudo es llevado detenido por las fuerzas de orden, seguridad y patria. El jefe de policía del príncipe heredero comienza entonces a hacer una resemblanza del fulano, que es de origen humilde, y por eso es puteado por "la alta", pero él no es cualquier joven humilde, porque tiene un don para la magia, con lo cual llama la atención de la chica linda y aristocrática... lo de siempre, vamos. La pareja se separa (es separada, mejor dicho), él viaja a Oriente durante muchos años, pero Oriente, lo mismo que el alcohol, no hace olvidar, y regresa convertido en un Don Señor Caballero Ilusionista. Pero le esperan dos ingratas y predecibles sorpresas. Primero: su chica está comprometida, y nada menos que con el príncipe heredero. Y segundo: El príncipe heredero, como varios niñatos criadillos en cuna de oro, es un malparido de la Gran yasabenqué, que hará lo posible por salirse con la suya (y "lo posible", tratándose del amo del imperio, es bastante).
El espíritu de los tiempos.
Vino el cambio de siglo, se fue 1999 y llegó el 2000 (y llegó el 2001, el verdadero cambio de siglo, pero todos festejaron el 2000), y en el cine se puso de moda el tema del New Millennium. Saliéndose de bodrios cambiomilenaristas como "El fin de los días" o frikadas burtonianas como "El jinete sin cabeza", llegó la época de oro para el Steampunk en particular, y para la recreación de la sociedad "fin de siécle"/"Belle Epoque", en clave realista o fantástica, tanto más da, como por ejemplo (y disparando casi a la bandada) "El castillo andante", "La Liga de los Caballeros Extraordinarios", "Peter Pan", "Descubriendo el País de Nunca Jamás", "Un esposo ideal", "Inconscientes", o la muy chilena (y por ende muy aburrida) "Sub Terra". Aprovechando las aguas del misterio y el encaje antiguo, algo muy arraigado en los textos de época (Sherlock Holmes, Arsenio Lupin, etcétera), el misterio victoriano está de vuelta, como lo prueba la adaptación de "The prestige" de Christopher Priest, asquerosamente traducida como "El gran truco". Y como la creatividad no abunda en los pasillos hollywoodenses, una vez más se recurre a la socorrida y nunca bien ponderada fuente literaria, esta vez en forma de un relato corto que, a juzgar por algunas anomalías y baches del guión, parece haber sido adaptado de manera algo menos que leve.
¿Por qué verla?
- A pesar de tener elementos vendibles (el prota es un mago, el antagonista es nada menos que el príncipe heredero de la monarquía imperial danubiana), la historia es sencilla a más no poder, y se reduce al tópico del chico de buen corazón pero pobre que se enamora de la aristócrata modosita y de mente abierta para saltar las distancias sociales. O sea, otra vez el argumento de "Titanic", "La guerra de las galaxias", "Los Piratas del Caribe" y un etcétera más largo del que me puedo acordar, por mencionar sólo algunos ejemplos. Pero a partir de una premisa tan básica, el director Neil Burger, que también es el guionista (algo que siempre se nota por la coherencia entre argumento y arreglos), construye una historia que quizás a ratos careza de pulso narrativo, pero en cambio tiene suntuosidad, misterio y seducción.
- Los actores. Edward Norton, verdadero camaleón del cine actual (psicótico en "La raíz del miedo", abogado neura en "Larry Flynt: El nombre del escándalo", neonazi redimido en "América X", perdedor enfermizo en "El Club de la Pelea", ladrón de cajas fuertes en "El conteo final", detective en "Dragón rojo", traidor en "La estafa maestra", y rey leproso en "Cruzada") lo vuelve a hacer otra vez, en un papel dramático sin ser sobreactuado, e intenso sin ser caricaturesco. Paul Giamatti, quien se mueve cómodamente entre toda clase de registros, e incluso con su físico no especialmente hollywoodense se dio el lujo de hacer un bonito protagónico en "La dama en el agua", es más que digno contrapunto del héroe, como perro sabueso tras los pasos del mago. Jessica Biel, contratada como chica linda de cuerpo tonificado para "Celular", "Amenaza invisible" o "Blade: Trinity", aunque sigue sin pasar al listado de las Diez Más Grandes Actrices de Todos Los Tiempos, funciona bien en un papel que le exige algo menos de sexplotation que lo acostumbrado para ella. Y Rufus Sewell, Rufus, Rufus, qué decir de él... El pobre es buen actor, y lo muestra durante la primera hora, interpretando a un príncipe heredero todo corrección y compostura (un villano inesperado, después de todo), pero después de pasada la mitad viene la indicación "ya, pues, acuérdese de que usté es el maloh, y tiene que interpretar al maloh como corresponde", y pues bien, tiene que empezar a gritar, hablar golpeado y poner ojos redondos de anfibio para justificar el sueldo.
- El arte visual. La película tiene varios fundidos a negro y a la inversa, hechos a la manera de 1910, o sea, con el clásico circulito un tanto movedizo que saca o hace ingresar la imagen. Hay varias secuencias que intentan también reproducir lo que era la manera de rodar de aquellos años, sin caer en la caricatura estilo MTV.
- Un punto bastante inusual en esta película, es que por una vez en la vida, el héroe y protagonista es un hombre de genio e ingenio, y no un tipo con el gatillo rápido o el puñetazo fácil. Y es que en un cine dominado por el espectáculo visual a lo Hollywood, el héroe no es héroe si no es héroe de acción, y por ende, el intelectual es retratado como el villano, o bien como el compañerín nerdie del héroe, o si el prota tiene alguna afición de tipo "coloco el culo aquí y de este lugar no me mueven en seis horas", como la Arqueología por ejemplo, no tarda en revelarse como un consumado luchador con armas de fuego, o blancas, o sin ellas (léase Indiana Jones). Encontrar una historia que en muchos puntos es un calco de "Gladiador", pero cuyo protagonismo recae no en un hombre de acción, sino en un hombre de cerebro, es una rara avis, y por ende, algo digno de celebrar.
IDEAL PARA: Ver una película de misterio y de época, bien actuada y con un protagonista inusualmente inteligente.
¿De qué se trata?
Viena, a comienzos del XX. Hay respiraciones entrecortadas, alientos retenidos, etcétera. Todo gira en torno a un ilusionista (¿o no?) que está haciendo un espectacular número (¿de magia?) por el cual hablan los muertos, o así al menos parece ser. El asunto ha llegado demasiado lejos, y el necroconfianzudo es llevado detenido por las fuerzas de orden, seguridad y patria. El jefe de policía del príncipe heredero comienza entonces a hacer una resemblanza del fulano, que es de origen humilde, y por eso es puteado por "la alta", pero él no es cualquier joven humilde, porque tiene un don para la magia, con lo cual llama la atención de la chica linda y aristocrática... lo de siempre, vamos. La pareja se separa (es separada, mejor dicho), él viaja a Oriente durante muchos años, pero Oriente, lo mismo que el alcohol, no hace olvidar, y regresa convertido en un Don Señor Caballero Ilusionista. Pero le esperan dos ingratas y predecibles sorpresas. Primero: su chica está comprometida, y nada menos que con el príncipe heredero. Y segundo: El príncipe heredero, como varios niñatos criadillos en cuna de oro, es un malparido de la Gran yasabenqué, que hará lo posible por salirse con la suya (y "lo posible", tratándose del amo del imperio, es bastante).
El espíritu de los tiempos.
Vino el cambio de siglo, se fue 1999 y llegó el 2000 (y llegó el 2001, el verdadero cambio de siglo, pero todos festejaron el 2000), y en el cine se puso de moda el tema del New Millennium. Saliéndose de bodrios cambiomilenaristas como "El fin de los días" o frikadas burtonianas como "El jinete sin cabeza", llegó la época de oro para el Steampunk en particular, y para la recreación de la sociedad "fin de siécle"/"Belle Epoque", en clave realista o fantástica, tanto más da, como por ejemplo (y disparando casi a la bandada) "El castillo andante", "La Liga de los Caballeros Extraordinarios", "Peter Pan", "Descubriendo el País de Nunca Jamás", "Un esposo ideal", "Inconscientes", o la muy chilena (y por ende muy aburrida) "Sub Terra". Aprovechando las aguas del misterio y el encaje antiguo, algo muy arraigado en los textos de época (Sherlock Holmes, Arsenio Lupin, etcétera), el misterio victoriano está de vuelta, como lo prueba la adaptación de "The prestige" de Christopher Priest, asquerosamente traducida como "El gran truco". Y como la creatividad no abunda en los pasillos hollywoodenses, una vez más se recurre a la socorrida y nunca bien ponderada fuente literaria, esta vez en forma de un relato corto que, a juzgar por algunas anomalías y baches del guión, parece haber sido adaptado de manera algo menos que leve.
¿Por qué verla?
- A pesar de tener elementos vendibles (el prota es un mago, el antagonista es nada menos que el príncipe heredero de la monarquía imperial danubiana), la historia es sencilla a más no poder, y se reduce al tópico del chico de buen corazón pero pobre que se enamora de la aristócrata modosita y de mente abierta para saltar las distancias sociales. O sea, otra vez el argumento de "Titanic", "La guerra de las galaxias", "Los Piratas del Caribe" y un etcétera más largo del que me puedo acordar, por mencionar sólo algunos ejemplos. Pero a partir de una premisa tan básica, el director Neil Burger, que también es el guionista (algo que siempre se nota por la coherencia entre argumento y arreglos), construye una historia que quizás a ratos careza de pulso narrativo, pero en cambio tiene suntuosidad, misterio y seducción.
- Los actores. Edward Norton, verdadero camaleón del cine actual (psicótico en "La raíz del miedo", abogado neura en "Larry Flynt: El nombre del escándalo", neonazi redimido en "América X", perdedor enfermizo en "El Club de la Pelea", ladrón de cajas fuertes en "El conteo final", detective en "Dragón rojo", traidor en "La estafa maestra", y rey leproso en "Cruzada") lo vuelve a hacer otra vez, en un papel dramático sin ser sobreactuado, e intenso sin ser caricaturesco. Paul Giamatti, quien se mueve cómodamente entre toda clase de registros, e incluso con su físico no especialmente hollywoodense se dio el lujo de hacer un bonito protagónico en "La dama en el agua", es más que digno contrapunto del héroe, como perro sabueso tras los pasos del mago. Jessica Biel, contratada como chica linda de cuerpo tonificado para "Celular", "Amenaza invisible" o "Blade: Trinity", aunque sigue sin pasar al listado de las Diez Más Grandes Actrices de Todos Los Tiempos, funciona bien en un papel que le exige algo menos de sexplotation que lo acostumbrado para ella. Y Rufus Sewell, Rufus, Rufus, qué decir de él... El pobre es buen actor, y lo muestra durante la primera hora, interpretando a un príncipe heredero todo corrección y compostura (un villano inesperado, después de todo), pero después de pasada la mitad viene la indicación "ya, pues, acuérdese de que usté es el maloh, y tiene que interpretar al maloh como corresponde", y pues bien, tiene que empezar a gritar, hablar golpeado y poner ojos redondos de anfibio para justificar el sueldo.
- El arte visual. La película tiene varios fundidos a negro y a la inversa, hechos a la manera de 1910, o sea, con el clásico circulito un tanto movedizo que saca o hace ingresar la imagen. Hay varias secuencias que intentan también reproducir lo que era la manera de rodar de aquellos años, sin caer en la caricatura estilo MTV.
- Un punto bastante inusual en esta película, es que por una vez en la vida, el héroe y protagonista es un hombre de genio e ingenio, y no un tipo con el gatillo rápido o el puñetazo fácil. Y es que en un cine dominado por el espectáculo visual a lo Hollywood, el héroe no es héroe si no es héroe de acción, y por ende, el intelectual es retratado como el villano, o bien como el compañerín nerdie del héroe, o si el prota tiene alguna afición de tipo "coloco el culo aquí y de este lugar no me mueven en seis horas", como la Arqueología por ejemplo, no tarda en revelarse como un consumado luchador con armas de fuego, o blancas, o sin ellas (léase Indiana Jones). Encontrar una historia que en muchos puntos es un calco de "Gladiador", pero cuyo protagonismo recae no en un hombre de acción, sino en un hombre de cerebro, es una rara avis, y por ende, algo digno de celebrar.
IDEAL PARA: Ver una película de misterio y de época, bien actuada y con un protagonista inusualmente inteligente.
1 comentario:
Mmmmm... no sé. La peli ésta salió al mismo tiempo que "El gran truco" y, comparándolas (comparaciones odiosas aparte), no sale muy bien parada.
La historia la encontré, si bien interesante de ver, de una predictibilidad supina. Y ni una buena actuación salva una historia si sabes cómo terminará.
Coincido en que las actuaciones de Norton y Giamatti son bastante buenas, pero... ¿puedo ser sincero con usted, general, y decirle qué fue realmente lo que me quemó de la película?
¡El protagonista era demasiado cabrón en cuanto a magia! y no se explicaba cómo es que era tan "acabronao".
O sea ¿hacer crecer un naranjo de la nada (más encima, haciéndolo pasar como truco con un CGI mierdoso?). ¿Hacer aparecer hologramas de personas muertas? (Vale, que se puede hacer eso, pero por último que gastaran 10 segundos mostrando que desmontaba el giroscopio desde el cual proyectaba las figuras en la bruma, no sé...).
Y ahí entra la compración con "The prestige". La de Nolan puede haber sido todo lo fantástico que se quiera con la maquinita aquella, pero se detenía en ir explicando cómo hacían los trucos de los canarios, detener la bala, etc... Entonces, uno se da cuenta que los tipos son humanos que ocupan su oficio e ingenio para "engañar" (en el sentido de lo que hace un mago) al espectador. Pero Norton parecía un ser sobrenatural que hacía crecer cítricos y se comunicaba con los muertos sin más. Y eso a mí me mató el personaje. Podría haber sido más sencillito en la magia e igual de ingenioso en su plan, y estaríamos: una peli decente con un prota decente.
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