"Inland Empire". Dirigida por David Lynch. Protagonizada por Laura Dern, Jeremy Irons, Justin Theroux, Harry Dean Stanton, Scott Coffey, Jordan Ladd, Karolina Gruzka, Jan Hencz, Krzysztof Majchrzak, Grace Zabriskie, Bellina Logan. Estados Unidos. Año 2006.
¿De qué se trata?
Una actriz recibe una visita. La visita se presenta como un vejestorio que ha arrendado una casita de ladrillos más allá (no se pregunten más, la vieja no vuelve a aparecer en todo el resto de la peli). La vieja hace una profecía: a la prota le van a dar un protagónico en una peli. Y la profecía se cumple. La prota, que es actriz, recibe un llamado, salta ella con sus amigotas de felicidad, etcétera... Pero hay problemas. Ella está casada con un individuo, pero su coprota masculino tiene reputación de mojar el lápiz en mucha tinta. Empieza entonces la ronda de celos, la obsesión, el "que no quiero, que te quiero mojar, que no quiero"... Además, a la prota le llega una nueva revelación. La peli que están rodando, es el remake de una peli polaca maldita que nunca se terminó. Puede que no se haya entendido, así es que lo repetiré: es un remake de una peli 1.- Polaca, 2.- Maldita, 3.- Que nunca se terminó. Si ya con una teníamos lío, imaginen con las tres pegadas. Presionada por todas estas circunstancias, la prota empieza poco a poco a descuajeringarse del mundo, que nada es lo que parece, que ayer es mañana, que no sé si estoy viva o muerta, que no sé si esto es la peli o la realidad... Y así por tres horas de metraje, Dios, qué martirio...
El espíritu de los tiempos.
No cabe duda de que David Lynch es uno de los cineastas más brillantes que ha salido de Estados Unidos. Y eso se lo doy firmao, sí señó... Habiendo dado de que hablar con "Cabeza borradora", se hizo un nombrecillo dirigiendo pelis más comerciales como "El hombre elefante" y "Duna" (y rechazó dirigir "El regreso del Jedi", así es como llamaba la atención en aquellos años). Después, fue la explosión, cuando rodó la estupenda "Terciopelo azul" (bueno, después vino la sobrevalorada "Corazón salvaje"). Pero su peak lo alcanzó, sin lugar a dudas, con esa especie de tecnocomplejo audiovisual que es la serie de TV "Twin Peaks", combinada con la peli "Twin Peaks: Con fuego en el cuerpo". Entre medio se las arregló para rodar la "Sinfonía Industrial N° 1". ¿A qué viene esto? Simplemente quiero decir que, mientras más alto el ascenso, más grande es la caída. Había síntomas de que David Lynch tenía poco o nada más que decir, después de sacar adelante "Carretera perdida", que siendo interesante, no es más que un rizar el rizo sobre las constantes conceptuales de Lynch, y que por tanto, no añade nada substancialmente nuevo, como no sea tratar de posar de moderno incorporando soundtrack industraloide al uso de la época (Nine Inch Nails, Rammstein, Marilyn Manson...). Después vino el fallido proyecto de "El camino de los sueños" (qué título más horrible, pero qué diablos, así como estrenaron en castellano "Mullholand Drive", y así lo mantengo, porque esto no es Wikipedia, en donde un castaño al tres y al cuarto se le ocurre españolizá todoh loh títuloh deh pelih pohque sí, pohque so zpañó...). Y ahora vino el despeñadero total, con este mastodonte ultraconceptual que es "Inland Empire" (mal traducido como "Imperio" en Chile, porque verán, el título deriva de que la prota, en algún minuto, viaja a la localidad de Inland Empire, aunque tratándose de esa peli, los datos geográficos son irrelevantes). La crítica cayó desplomada con orgasmos clitoridianos frente a esta peli, alabándola como lo mejor que ha llovido desde el helicóptero de pretzels que se estrelló el otro día en una de mis pesadillas recurrentes, y después de ver esta peli, no cuesta demasiado entender por qué la alaban tanto: esta peli son tres horas de NADA, y por lo tanto, los críticos están de plácemes, alabando toda esa bella texturización de imágenes metatextuales ensambladas en una pesadilla de la alteridad conceptual que refleja los miedos esenciales y profundos de nuestra metapostmodernidad, que es lo que tratan de decir para parecer muy inteligentes sin serlo, y decirnos de paso lo imbéciles que somos porque no entendimos nada (¿y si no había nada que entender, entonces qué...?). Y yo que pensaba que los estadísticos que trabajan para el Gobierno eran mentirosos...
¿Por qué verla?
- Esta peli nació así: David Lynch empezó a filmar imágenes, nunca pensó que iba a ser una peli, luego decidió que estas imágenes podían contar una historia, y las ensambló malamente como pudo, sin orden ni concierto, pero que quedara molón, y por cierto, trabajando sin un guión acabado. Y el resultado se nota. Porque la peli es eso, una galería de imágenes molonas. En esto, David Lynch cumple sobradamente. No en balde, Lynch es, en cierta medida, un pintor frustrado, y por lo tanto, un esteta. David Lynch es un pésimo narrador, porque narrar implica realizar una actividad lógicoencefálica que está en las antípodas del arte plástico, que es su fuerte. No en balde desprecia tanto "Duna", que es curiosamente una de sus pelis más logradas, maltrató tanto a la serie televisiva de "Twin Peaks", armó de cualquier manera "Corazón salvaje", y la narración en "Carretera perdida" y "El camino de los sueños" es tan desmañada (en estas últimas, ya Lynch era todo un culto consagrado, y por lo tanto podía empezar a prescindir de minucias tales como contar de alfa a omega un argumento bien hilvanado, amarrar todos los cabos sueltos, y esas cositas elementales que suele exigírsele a los directores que no tienen tanto éxito y por tanto todavía deben andar de garbanceros por la vida). En "Imperio" se desata, y plantea pura estética. Si te gusta la estética Lynch hasta las babas, entonces vas a revolcarte en esta peli como papitas fritas en ketchup. Si, por el contrario, andas buscando una historia, ni te asomes, porque tendrás tres horas de vida convertidas en un agujero negro que se traga tiempo, espacio, conciencia...
- Laura Dern. Lo único que hace, no diré medianamente soportable, sino simplemente visible esta peli, es su gran actuación. Resulta trágico pensar que esta chica, que otrora le regalara a David Lynch sendos papeles en "Terciopelo azul" y "Corazón salvaje", consigue una de sus interpretaciones más finas hasta la fecha en algo que es básicamente un bodrio (también actuó en "Noches de rosa", "Parque Jurásico" y secuelas, y se mandó también un gran papel en "Novocaína"). Pero quién diablos soy yo para renegar de los mandatos divinos de Cecil B. DeMille, alabado sea Tu Nombre, así es que...
- Cameos. Sí, hasta este punto hemos llegado. Para encontrar cosas que alabar en esta peli, debemos recurrir a los cameos. Aparece el gran William H. Macy (no pestañees, o te perderás su escena). Al final aparece Laura Harring (sí, la misma que se encamó con Naomi Watts en "El camino de los sueños").
- El final. Es un final que lo aclara todo. Y como quiero evitarles el suplicio de pasar tres horas de su vida en esto (hubo gente que cortó por lo sano y se fue del cine... y no fueron pocos), se los revelaré. Se reunen varios personajes, en la casa de la prota, y hacen una fiesta (todo esto, mientras están pasando los créditos finales). Tocan música. Aparece Laura Harring vestida a la usanza de su personaje en "El camino de los sueños", y hay guiños a "Twin Peaks: Con fuego en el cuerpo". A diferencia de la peli y su ambiente tétrico, aquí tenemos jolgorio y payaseo. Y entonces se nos ilumina la mente. Todo lo que hemos visto antes, las tres horas de pesadilla y de argumento sin argumento, no ha sido más que un enorme y megalotérico payaseo. No iba en serio. Era todo una parida de madre. Hubiera sido una broma divertida, pero dura tres de las horas más plúmbeas de mi vida. Ellos, en la fiesta de los créditos finales, lo pasaron bien. Nosotros no.
IDEAL PARA: Cualquier academia de bellas artes al uso que tenga una saludable proporción de intelectualoides culturetas que quieran dárselas de los más inteligentes del mundo, sin demasiado esfuerzo mental, y que estén dispuesto a supliciarse tres horas de su vida para que después los miren con el respeto reverente que las masas imbéciles le dispensan al que finge ser intelectual.
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