11 años de Cine 9009 en línea.

El próximo 19 de febrero de 2017, Cine 9009 cumplirá once años en línea. Sí, jodíos, cuéntenlos, once en total desde su inauguración en el ya lejano 2006. Y para celebrar, estamos embarcados en una minimaratón de posteos. De manera que entre el domingo 12 y el domingo 19 del febrero que ya mencionamos, habrá un posteo nuevo con una peli nueva cada día, en donde aprovecharemos de repasar algunas que vimos en el cine, y que por un motivo u otro no acabaron publicadas en su día. Y a no quejarse de que llegó demasiado tarde, que ya no las podemos ver en el cine y otras cosas. También está el cable, el streaming, los DVDs para los cuatro gatos que todavía los compran, y... er... well... medios menos legales para conseguírselas. Además, si fuera por eso, no habría posteado pelis de cine mudo que se estrenaron hace sus buenos 90 o 100 años atrás. De manera que... disfruten, y saludos para todo el mundo (eeeeeexcepto para ese perejil de allá... sí, tú, a tí te hablo... el de la IP chistosa... te reconozco, eres el imbécil que no apagó el smartphone el otro día en el cine. Cretino. Pero para el resto, saludos).

jueves, 28 de octubre de 2010

"El padrecito" (1964).


-- "El padrecito". México. Año 1964.
-- Dirección: Miguel M. Delgado.
-- Actuación: Cantinflas, Ángel Garasa, Rosa María Vázquez, José Elías Moreno, Angelines Fernández, Rogelio Guerra, Florencio Castelló, Jorge Russek, Arturo Castro 'Bigotón', Gerardo del Castillo, Armando Gutiérrez, José Luis Moreno, Alfonso Torres, Mary Montiel, Alberto Catalá.
-- Guión: Miguel M. Delgado, con diálogos adicionales de Carlos León, sobre una historia de Miguel M. Delgado y Fernando Galiana.
-- Banda Sonora: Raúl Lavista.

-- "El padrecito" en IMDb.
-- "El padrecito" en la Wikipedia en español.

¿DE QUÉ SE TRATA?

A un soñoliento poblado de México de mediados del XX, de ésos a los cuales llega una novedad cada generación, llegan... ¡¡¡NOTICIAS!!! El sacerdote, un hombre ya un tanto vetusto, ha recibido correspondencia, en la que se le dice que un sacerdote nuevo llegará a ayudarlo. Tanto él como su familia saben lo que eso significa: el cuco cocinará sus huevos en el nido del sacerdote (metafóricamente hablando, ¿eh?) y luego cuando nazcan los polluelos, devorarán vivo al pobre viejo que los ha incubado. La hermana del sacerdote entonces lo convence de que no haga nada, de que se entregue a la voluntad de Dios porque es un sacerdote y todo eso... y luego ella misma se decide a ayudar a que la voluntad de Dios vaya por donde tiene que ir, haciéndole la vida imposible al nuevo cura para que se corra solito del pueblo. Pero éste es el menor de los malos para el nuevo cura. Porque Don Silvestre, el hacendado que maneja el lugar como deben manejarse los lugares, o sea, con mano de hierro y a puntapiés con los patipelaos, que a la chusma no se la puede dejar sola y México no te rajes, tampoco está conforme, ya que al cura viejo lo tiene comiendo de la palma de la mano con algunas buenas obrillas de esto y aquello, que le permiten que se haga la vista gorda sobre ciertos, ehm, abusillos con los contratos laborales y esas cosas (y el cura viejo, pa' qué vamos a estar con cosas, también mira pa' otro lado porque eso de introducir reformas, como que huele a comunismo, ¿eh?). Resultado: cuando el cura nuevo llega, nadie del pueblo sale a recibirlo, a pesar de que no habrá otro evento igual hasta... bueno, hasta la próxima generación. Pero... ¡no contaban con su astucia! El nuevo cura no es un nuevo cura cualquiera, sino que es... ¡Cantinflas! Que con el superpoder de la labia cantinflesca, poco a poco hará la guerra por la paz, la justicia (en particular la justicia social), y de a poco y con esa cosa tan olvidada que se llama "ejemplo", le enseñará al pueblo aquello que a veces se olvida por aquello que los árboles no dejan ver el bosque: que el centro y fuerza del Cristianismo es la caridad cristiana.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Para quienes han nacido y crecido en la atmósfera eclesiástica tridentina impuesta por Juan Pablo II y Benedicto XVI, puede resultar una sorpresa investigar en la historia hacia atrás y descubrir que la Iglesia Católica pudo... haber sido... MÁS. Desde que el tibiamente liberal Pío IX diera su paso al lado y se hiciera ultraconservador al descubrir que los liberales de 1848 iban a quitarle la pesada carga del gobierno temporal de los Estados Pontificios (al final los perdió igual, pero se dio maña en proclamarse infalible), que la Iglesia Católica había ido cayendo en una irrelevancia cada vez mayor, en un mundo moderno que le hacía cada vez menos caso (salvo Italia, España y Latinoamérica, pero es que oigan, utilicé el adjetivo calificativo "moderno" aquí). Y los curas sin enterarse, porque verán, defendiendo sus terruños como gatos de espaldas, pensaban que todo estaba bien, que eran la ortodoxia y esto y aquello. Hasta que en 1958 llegó Juan XXIII. Un Papa lo suficientemente viejo (73 años) como para que todos lo consideraran "de transición", uno que no iba a mover demasiado las cosas después del largo pontificado (19 años) de Pío XII. No se lo vieron venir: Juan XXIII les soltó la bomba de que la Iglesia Católica debía modernizarse, aggiornarse, para enfrentarse a los desafíos del siglo XX. Dejar de decir las misas en latín y traducirlas a los idiomas vulgares para que la gente entendiera qué demonios estaban rezando, en primer lugar. Incluso decidió llamar a un Concilio Vaticano II para 1963. "Es que para 1963 no se puede, Su Santidad". "Oh, bueno, lo haremos para 1962". Y salió para 1962, viéranse que no. Durante década y media, hasta el advenimiento de Juan Pablo II, soplaron aires de libertad en la Iglesia, ésta se permeó hacia ideas de justicia social a las cuales ha sido tradicionalmente reacia, incluso hasta curas comunistas y todo... bueno, ya vendría la dupla Wojtila-Ratzinger para poner las cosas en su lugar, que una cosa es libertad y otra muy distinta libertinaje, y es que no se os puede dejar solos, leñe. Pero la fiesta estuvo entretenida mientras duró, y lo comido y lo bailado no lo quita nadie...

¿POR QUÉ VERLA?

-- Nadie podría decir que esta peli sea lo que se llama una originalidad. En la época ya tenían fama las pelis "Don Camilo" y secuelas, adaptaciones italianas del personaje creado por el escritor Giovannino Guareschi, sobre una pequeña aldea italiana y la feroz-pero-amable guerra entre el cura Don Camilo, y el alcalde comunista Don Peppone (hay también un "Don Camilo" de 1982, con el ínclito Terence Hill, no tan afortunada ni como adaptación ni como peli). "El padrecito" toma muchas ideas de Don Camilo: el conflicto del cura del lugar con el hombre más poderoso del mismo (Don Silvestre en "El padrecito"), los métodos poco convencionales del cura siempre a medio filo entre las enseñanzas de la Iglesia y las exigencias de la justicia, el acuerdo tácito de que por mucha hostilidad que haya ésta no va a llegar hasta extremos demasiado desagradables, la existencia de todo un pueblo que se transforma en tablero de ajedrez de la lucha entre ambos, etcétera. Pero si bien no puede predicarse que la premisa de esta peli sea original, al menos puede decirse que la adapta bien a la realidad mexicana, y latinoamericana en general, y muy en particular a la vis comica de Cantinflas, no en balde una de las superestrellas del cine mexicano de todos los tiempos. El padre interpretado por Cantinflas no es una mera copia de Don Camilo (aunque haya una inspiración no reconocida aquí), sino que es el personaje interpretado desde siempre por Cantinflas, ahora con ropajes de cura: travieso e infantil, habla cantinflesca precisamente, pero sabio gracias a su sencillez, y arrojado y valiente cuando hay que jugársela por una causa justa o noble. Muchos opinan (servidor quien esto escribe entre ellos) que la última etapa de Cantinflas, más o menos desde después de "El bolero de Raquel" (1956), significó un marcado descenso en la calidad y comicidad de las pelis, que no pudo o no supo cómo adaptarse y renovarse para seguir siendo interesante en unas décadas, los '60s y '70s, marcados por profundos cambios sociales en los cuales el humor de Cantinflas comenzaba a sonar como algo anticuado. Sin embargo, si esta tesis (que no me atrevo a suscribir sin reservas, todo sea dicho, y ya comentarán ustedes abajo si están en desacuerdo) resultara cierta, habría que hacer una importante excepción con "El padrecito", sin duda una de las mejores pelis de toda su carrera, en donde conjuga a un tiempo todo su humorismo y picardía por un lado, y por el otro toda su humanidad. Quizás ayudó que "El padrecito" no tiene ambientación urbana sino rural, y por lo tanto, funcione allí mejor el humor tradicional de Cantinflas. Puede ser. Pero lo innegable es que Cantinflas nos regala algunos de sus más grandes momentos en esta peli, como un sacerdote que, cosa rara, tiene más a la vista la justicia y la corrección, que el seguir a rajatabla los mandamientos de una Iglesia que, por muchas buenas intenciones que le coloquen a algunas cosas (tampoco es cuestión de que sean Satanás con cuernos, si gente buena y gente mala hay en todas partes... incluso bajo las sotanas), a veces tienden a privilegiar más la burocracia, los reglamentos, y por qué no decirlo, los privilegios, sobre el fondo del mensaje cristiano, de que ama a tu prójimo como a tí mismo.

-- Y tocando lo anterior. Aunque esta peli está muy enclavada en su contingencia (los vientos de reforma, de aggiornamiento, el Concilio Vaticano II), desgraciadamente casi medio siglo después esa contingencia de entonces sigue siendo la nuestra propia. En el conflicto entre el sacerdote viejo y Cantinflas hay un conflicto todavía latente en la Iglesia actual: entre aquellos que creen que la Iglesia debería limitarse a ser una guía espiritual y moralizante de las personas y darles a la gente palmaditas en la espalda para que estén felices, sean buenos y se conformen con lo que tienen, y aquellos otros que creen que parte importante del deber de caridad cristiana consiste en arremangarse la camisa y salir a luchar a brazo partido con los problemas del mundo allí donde éstos se encuentran. Lo interesante de la peli es que el cura viejo no es un hombre malvado ni mucho menos (no podría serlo, aunque en un país intensamente católico como el México de los '60s, algunos de sus conservadores criticaron ácidamente esta peli en su día como "anticlerical"), sino un hombre noble y decente que, por el peso de los años y la inercia de la vida parroquial, se ha ido abotargando y perdiendo el espíritu misionero, hasta el punto de creer que parte importante de su misión es dejar las cosas como están, y no ser un agente de cambio en el mundo. Cantinflas, por su parte, es un sacerdote que entre la justicia y el reglamento, se inclina sin dudarlo por la justicia, lo que le lleva inevitablemente a colisionar con los poderes de este mundo, encarnados principalmente en Don Silvestre. Mientras que el padre Damián (impecablemente interpretado por el genial Angel Garasa, presencia inevitable en muchas pelis de Cantinflas) representa a la Iglesia Católica tradicionalista de no mover mucho las aguas, admitiendo que las cosas están mal pero no atreviéndose a nada por el riesgo de que se pongan peor (cuando no por comodidad, e incluso por razones menos confesables), Cantinflas representa explícitamente (su personaje cita las encíclicas de León XIII y Juan XXIII) las posturas innovadoras del Concilio Vaticano II y la idea de que la caridad cristiana implica que la Iglesia Católica debe abandonar el púlpito y jugársela activamente por un mundo mejor. En la actualidad sabemos cómo acabó aquello: los curas tradicionalistas llevaron a la curia a Juan Pablo II, que con su brazo armado Ratzinger barrieron con todos los díscolos, reescribieron el Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico, y alinearon a toda la curia para olvidarse de esas ideas que huelen a herejía comunista. Pero los porfiados problemas sociales del mundo siguen ahí, tan presentes como en los '60s, incluso agudizados, mientras que los seminarios se vacían de postulantes a curas, cada vez más hastiados los jóvenes de una Iglesia Católica sermoneadora, poco comprensiva, y cada vez más alejada de las verdaderas preocupaciones de las pobres almas desparramadas por este mundo. Repasar "El padrecito" de Cantinflas, a la luz de este contexto, no es sólo hacer arqueofilmismo o mexicanismo, sino también hacer pensar a la gente acerca de estos importantes temas sociales.

-- ¿Y el resto, qué tal? Los actores, en general estupendos. Ya hemos comentado lo grandes que son Cantinflas y Angel Garasa. La pareja romántica joven, un tanto sosilla (Rosa María Vázquez y Rogelio Guerra), aunque puede ser también en parte culpa de un guión un tanto concesión para la platea (eso de que ella lo ama, pero él sólo juega con sus sentimientos, y quiere "aquello" de ella a pesar de que ella no es "como esas otras chicas con las que tú sales", como que ya no cuela para las audiencias del XXI), con un conflicto resuelto de manera demasiado apresurada y facilona. Y dos estupendos villanos de comedia: Angelines Fernández, grande en su papel de hermana del cura y mamá de la jovencita, ganándose a pulso el título de bruja antes de pasar a ser efectivamente la Bruja del 71 (por Bastet, ¿es que esta señora nunca fue joven?), y Florencio Castelló genial como el prepotente pero aún así humano Don Silvestre.

IDEAL PARA: Ver una de las grandes pelis de Cantinflas, y una interesante reflexión sobre el rol que la Iglesia Católica debería jugar en la sociedad.

VIDEOS.

-- Inicio de la peli [en español].

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