"Suchîmubôi". Dirigida por Katsuhito Otomo. Protagonizada por (las voces de, en la versión japonesa) Anne Susuki, Masane Tsukayama, Katsuo Nakamura, Manami Konishi, Kiyoshi Kodama, Ikki Sawamura, Susumu Terajima. Japón. Año 2004
¿De qué se trata?
Señoritas y señoritos, sed todos bienvenidos a la Inglaterra de mediados de la década de 1860. Ya sabéis, por supuesto, si vuestros mayores os han contado, o si vosotros mismos lo habéis visto en relatos de vetustos libros de tiempos pretéritos en nuestras memorias, que en dichos años la alegre Inglaterra estaba ya de suyo imbuida en la Revolución Industrial. Pero sabed vosotros, mis muy estimados contertulios, que ésta no es una Inglaterra cualquiera, que no es la Inglaterra histórica a la que vosotros por tanto tiempo os habéis habituado a través de las flemáticas series de la también muy seria televisión inglesa. No, pues no, señor. Esta Inglaterra es una Inglaterra de ambientación... ¿cómo diríamos? Sí, ya sé que habéis escuchado la palabra antes, es una Inglaterra "steampunk". En estas tierras es donde podéis encontrar, si es que prestáis atención, a un jovencito cuyo padre ha emigrado de casa a distantes tierras. Recibe un infausto día la noticia, este jovencito cuya historia os refiero, de que su padre ha fallecido, y su abuelo vigila que cierto prototipo que circula por los alrededores, no caiga en manos indebidas o inapropiadas. Pues bien, el jovencito se ve involucrado entonces en un abierto conflicto. El artefacto es una esfera que lleva consigo un líquido supercrítico, que como debéis saber para la adecuada comprensión de esta historia, ha sido extraída de las cavernas de Islandia. Este líquido es, como podréis intuir, mis muy inteligentes contertulios, la base de un vapor muy poderoso, a través del cual podéis fabricar máquinas que el asombro del mundo no ha sido capaz de concebir jamás. Y se lo disputan, por un lado, el Imperio Británico, la flamante potencia cuya bandera ondea en la cuarta parte de las astas levantadas sobre las tierras emergidas del globo, y por el otro, como podréis suponer, un enorme consorcio americano. A quién el niño entregará el artefacto, pues bien, ése es precisamente el meollo del asunto, porque si hemos de ser consecuentes y diligentes con la verdad, anmbos bandos tienen propósitos no en exceso limpios, como por ejemplo el uso de la nueva tecnología para desarrollar máquinas de muerte y destrucción bélica, y tales cosas no son consideradas como correctas por el jovencito, como bien podréis suponer...
El espíritu de los tiempos.
Como comentábamos hace un tiempo atrás, el Steampunk es un género literario bastante maltratado en el cine. Esta clase de historia alternativa en la cual existe una hipertecnificación a base de vapor, en la Inglaterra de comienzos del siglo XX, ha tenido escuálidos representantes en filmes olvidables como "Wild Wild West" o "La liga de los caballeros extraordinarios" (y ya no hablemos de "Van Helsing"). Sólo en Japón, al otro lado del mundo, los productores de animé han tenido la inteligencia para captar el concepto, como por ejemplo "El castillo andante". Existen dos versiones del Steampunk. Una de ellas es la resultante de la interacción entre lo fantástico y lo ucrónico, como "El castillo andante" precisamente. La otra es la versión más dura, científica y radical, sin elementos de fantasía ni magia, como lo es precisamente "Steamboy", hasta el momento la película steampunk por excelencia. Y no podía venir de otro sino Katsuhito Otomo, el hombre que años atrás nos entregó una de las mejores joyas del cine Cyberpunk, género especular y hermano del Steampunk por excelencia: me refiero, por supuesto, a "Akira".
¿Por qué verla?
- "Steamboy" es Steampunk en estado puro, sin añadidos fantásticos de ninguna clase. Pasando por alto la explicación de que toda la tecnología que se ve es producto de un líquido supercrítico extraído de Islandia, todo el resto es ciencia ficción pura y dura, sin concesiones a la magia y al misticismo. Si un líquido así existiera en estado natural, todo lo que se ve en la película serían derivados lógicos y científicos de dicho elemento. Y no se diga que novelas "científicas" no recurrían a los materiales extraños: la muy científica "Los primeros hombres en la Luna", de Herbert George Wells, recurría a la "cavorita" como mineral antigravitatorio que permitía alcanzar la Luna. La maquinaria que se ve, también es Steampunk en estado puro: maquinaria del siglo XX, pero con estética propia del siglo XIX.
- El planteamiento de fondo es bastante denso. Todo gira en torno al papel de la ciencia en relación al resto de la sociedad. ¿Debe progresar la ciencia de manera indefinida porque el ser humano debe conocer cosas, o bien el científico tiene alguna clase de responsabilidad social con respecto al resto de la sociedad? La cuestión, dentro de la película, no es nada fácil, porque ninguno de los dos bandos, en realidad, está pensando en el bienestar social. La Fundación O'Hara pretende el desarrollo científico sin más, extrayendo el conocimiento científico de la aristocracia y entregándolo al pueblo... en forma de productos que se puedan vender y de los cuales se pueda profitar mucho, pero mucho, dinero. Por otra parte el Imperio Británico también pretende el bienestar de la Humanidad, pero es incapaz de concebirlo sin un Imperio fuerte que tenga muchas, muchas armas de guerra con las cuales aplastar a sus enemigos. O sea, el planteamiento de la película es cualquier cosa, menos maniqueo. La mejor parte de todo esto es que cada bando tiene sus cinco minutitos en los cuales explica su propia posición, y critica la posición contraria, de manera que este filme es un excelente punto de partida para cualquier debate sobre el problema del atentado que ciertos avances científicos pueden significar para valores como la dignidad humana o los derechos de las personas. Y no se diga que el tema es decimonónico, o que el planteamiento lo sea. Que el abuelo del protagonista haya sido un cientifista a ultranza y que se cambie de bando hacia un planteamiento más social de la ciencia, y que el padre del protagonista haya recorrido exactamente el mismo camino, pero a la inversa, es algo que pasa todos los días en la actualidad. Por otra parte, el padre del protagonista, siendo un cyborg cada vez más extraviado entre su propia maquinaria, hasta el punto de fundirse al final con su castillo volador, le añade una ácida crítica a la deshumanización que provoca la ciencia hoy en día.
- La historia está plagada de guiños históricos diversos. El principal adalid del Imperio Británico es nada menos que Robert Stephenson, uno de los principales pioneros en el desarrollo de las locomotoras en la historia real. El escenario en donde transcurre la acción es la Exposición Universal de Londres, de 1851, que en nuestra historia propia organizó la Reina Victoria, y que ha sido recreado cuidadosamente y de manera muy realista para la película. En cuanto al consorcio rival del Imperio Británico, es llamado la Fundación O'Hara, y aunque nunca se dice su apellido, la principal heredera es una chica llamada Scarlett... ¿a nadie le suena Scarlett O'Hara? ¿"Lo que el viento se llevó", quizás? De todas maneras, estos elementos no se encuentran organizados de manera histórica (Stephenson trabajó a comienzos del XIX, la Exposición fue en 1851, y se menciona que la Fundación O'Hara traficó con armas después de la Guerra Civil en Estados Unidos), pero estos anacronismos son perdonables, porque después de todo, estamos en una ucronía, en una historia paralela, y no en nuestro propio universo real.
IDEAL PARA: Ver (¡ahora sí, por fin!) una película Steampunk de verdad, no Steampunk a medias o que huela a Steampunk o Steampunk comercial, sino Steampunk puro y sacado de la veta, como corresponde, como hacía tiempo los modernos fabricantes de mitología y los historiadores del arte como su humilde servidor tenía merecido ver en pantalla.
¿De qué se trata?
Señoritas y señoritos, sed todos bienvenidos a la Inglaterra de mediados de la década de 1860. Ya sabéis, por supuesto, si vuestros mayores os han contado, o si vosotros mismos lo habéis visto en relatos de vetustos libros de tiempos pretéritos en nuestras memorias, que en dichos años la alegre Inglaterra estaba ya de suyo imbuida en la Revolución Industrial. Pero sabed vosotros, mis muy estimados contertulios, que ésta no es una Inglaterra cualquiera, que no es la Inglaterra histórica a la que vosotros por tanto tiempo os habéis habituado a través de las flemáticas series de la también muy seria televisión inglesa. No, pues no, señor. Esta Inglaterra es una Inglaterra de ambientación... ¿cómo diríamos? Sí, ya sé que habéis escuchado la palabra antes, es una Inglaterra "steampunk". En estas tierras es donde podéis encontrar, si es que prestáis atención, a un jovencito cuyo padre ha emigrado de casa a distantes tierras. Recibe un infausto día la noticia, este jovencito cuya historia os refiero, de que su padre ha fallecido, y su abuelo vigila que cierto prototipo que circula por los alrededores, no caiga en manos indebidas o inapropiadas. Pues bien, el jovencito se ve involucrado entonces en un abierto conflicto. El artefacto es una esfera que lleva consigo un líquido supercrítico, que como debéis saber para la adecuada comprensión de esta historia, ha sido extraída de las cavernas de Islandia. Este líquido es, como podréis intuir, mis muy inteligentes contertulios, la base de un vapor muy poderoso, a través del cual podéis fabricar máquinas que el asombro del mundo no ha sido capaz de concebir jamás. Y se lo disputan, por un lado, el Imperio Británico, la flamante potencia cuya bandera ondea en la cuarta parte de las astas levantadas sobre las tierras emergidas del globo, y por el otro, como podréis suponer, un enorme consorcio americano. A quién el niño entregará el artefacto, pues bien, ése es precisamente el meollo del asunto, porque si hemos de ser consecuentes y diligentes con la verdad, anmbos bandos tienen propósitos no en exceso limpios, como por ejemplo el uso de la nueva tecnología para desarrollar máquinas de muerte y destrucción bélica, y tales cosas no son consideradas como correctas por el jovencito, como bien podréis suponer...
El espíritu de los tiempos.
Como comentábamos hace un tiempo atrás, el Steampunk es un género literario bastante maltratado en el cine. Esta clase de historia alternativa en la cual existe una hipertecnificación a base de vapor, en la Inglaterra de comienzos del siglo XX, ha tenido escuálidos representantes en filmes olvidables como "Wild Wild West" o "La liga de los caballeros extraordinarios" (y ya no hablemos de "Van Helsing"). Sólo en Japón, al otro lado del mundo, los productores de animé han tenido la inteligencia para captar el concepto, como por ejemplo "El castillo andante". Existen dos versiones del Steampunk. Una de ellas es la resultante de la interacción entre lo fantástico y lo ucrónico, como "El castillo andante" precisamente. La otra es la versión más dura, científica y radical, sin elementos de fantasía ni magia, como lo es precisamente "Steamboy", hasta el momento la película steampunk por excelencia. Y no podía venir de otro sino Katsuhito Otomo, el hombre que años atrás nos entregó una de las mejores joyas del cine Cyberpunk, género especular y hermano del Steampunk por excelencia: me refiero, por supuesto, a "Akira".
¿Por qué verla?
- "Steamboy" es Steampunk en estado puro, sin añadidos fantásticos de ninguna clase. Pasando por alto la explicación de que toda la tecnología que se ve es producto de un líquido supercrítico extraído de Islandia, todo el resto es ciencia ficción pura y dura, sin concesiones a la magia y al misticismo. Si un líquido así existiera en estado natural, todo lo que se ve en la película serían derivados lógicos y científicos de dicho elemento. Y no se diga que novelas "científicas" no recurrían a los materiales extraños: la muy científica "Los primeros hombres en la Luna", de Herbert George Wells, recurría a la "cavorita" como mineral antigravitatorio que permitía alcanzar la Luna. La maquinaria que se ve, también es Steampunk en estado puro: maquinaria del siglo XX, pero con estética propia del siglo XIX.
- El planteamiento de fondo es bastante denso. Todo gira en torno al papel de la ciencia en relación al resto de la sociedad. ¿Debe progresar la ciencia de manera indefinida porque el ser humano debe conocer cosas, o bien el científico tiene alguna clase de responsabilidad social con respecto al resto de la sociedad? La cuestión, dentro de la película, no es nada fácil, porque ninguno de los dos bandos, en realidad, está pensando en el bienestar social. La Fundación O'Hara pretende el desarrollo científico sin más, extrayendo el conocimiento científico de la aristocracia y entregándolo al pueblo... en forma de productos que se puedan vender y de los cuales se pueda profitar mucho, pero mucho, dinero. Por otra parte el Imperio Británico también pretende el bienestar de la Humanidad, pero es incapaz de concebirlo sin un Imperio fuerte que tenga muchas, muchas armas de guerra con las cuales aplastar a sus enemigos. O sea, el planteamiento de la película es cualquier cosa, menos maniqueo. La mejor parte de todo esto es que cada bando tiene sus cinco minutitos en los cuales explica su propia posición, y critica la posición contraria, de manera que este filme es un excelente punto de partida para cualquier debate sobre el problema del atentado que ciertos avances científicos pueden significar para valores como la dignidad humana o los derechos de las personas. Y no se diga que el tema es decimonónico, o que el planteamiento lo sea. Que el abuelo del protagonista haya sido un cientifista a ultranza y que se cambie de bando hacia un planteamiento más social de la ciencia, y que el padre del protagonista haya recorrido exactamente el mismo camino, pero a la inversa, es algo que pasa todos los días en la actualidad. Por otra parte, el padre del protagonista, siendo un cyborg cada vez más extraviado entre su propia maquinaria, hasta el punto de fundirse al final con su castillo volador, le añade una ácida crítica a la deshumanización que provoca la ciencia hoy en día.
- La historia está plagada de guiños históricos diversos. El principal adalid del Imperio Británico es nada menos que Robert Stephenson, uno de los principales pioneros en el desarrollo de las locomotoras en la historia real. El escenario en donde transcurre la acción es la Exposición Universal de Londres, de 1851, que en nuestra historia propia organizó la Reina Victoria, y que ha sido recreado cuidadosamente y de manera muy realista para la película. En cuanto al consorcio rival del Imperio Británico, es llamado la Fundación O'Hara, y aunque nunca se dice su apellido, la principal heredera es una chica llamada Scarlett... ¿a nadie le suena Scarlett O'Hara? ¿"Lo que el viento se llevó", quizás? De todas maneras, estos elementos no se encuentran organizados de manera histórica (Stephenson trabajó a comienzos del XIX, la Exposición fue en 1851, y se menciona que la Fundación O'Hara traficó con armas después de la Guerra Civil en Estados Unidos), pero estos anacronismos son perdonables, porque después de todo, estamos en una ucronía, en una historia paralela, y no en nuestro propio universo real.
IDEAL PARA: Ver (¡ahora sí, por fin!) una película Steampunk de verdad, no Steampunk a medias o que huela a Steampunk o Steampunk comercial, sino Steampunk puro y sacado de la veta, como corresponde, como hacía tiempo los modernos fabricantes de mitología y los historiadores del arte como su humilde servidor tenía merecido ver en pantalla.