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jueves, 27 de julio de 2006

"El diario de Bridget Jones" (2001).


-- "Bridget Jones's Diary". Inglaterra / Irlanda / Francia. Año 2001.
-- Dirección: Sharon Maguire.
-- Actuación: Renée Zellweger, Hugh Grant, Colin Firth, Gemma Jones, Jim Broadbent, Celia Imrie, James Faulkner, Shirley Henderson, James Callis, Charmian May, Paul Brooke, Sally Phillips, Embeth Davidtz, Patrick Barlow, Felicity Montagu, Salman Rushdie, Jeffrey Archer.
-- Guión: Helen Fielding, Andrew Davies y Richard Curtis, basados en la novela de la primera.
-- Banda Sonora: Patrick Doyle.

-- "El diario de Bridget Jones" en IMDb.
-- "El diario de Bridget Jones" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Bridget Jones es una chica treintona, soltera y con poco que ofrecerle a un hombre (físico algo abultado, vida intelectual bajo mínimos, inteligencia afectiva de una mocosa de quince), y que trabaja en una editorial que publica a intelectuales muy por encima de su nivel académico. Es Año Nuevo, y decide dejar de ser una perdedora. Bajará de peso, dejará de fumar, dejará de tomar. Y en particular, cazará a un hombre. El hombre que se pone a tiro es, ¡ups!, su jefe, un donjuán duro/tierno/sensible que hace lo imposible por meterse bajo sus pantaletas de abuela. Como debería deducirse a partir de la descripción que hicimos del personaje, Bridget Jones cae redonda en la trampa, y se transforma en una diosa sexual con un sinvergüenza entre las piernas. Más tarde o más temprano, por supuesto, la verdad se sabe, así es que Bridget corre rápido fuera de la protección uterina de la editorial, para hacer su propia vida en el mundo exterior. En medio de las procelosas aguas de la vida a las que ha sido arrojada con tan poca misericordia, comienza a hacerle los puntos un letrado que parece ser un genio en las ligas mayores de la abogacía, pero que de calor humano, nada. Así es que Bridget comienza a debatirse entre los dos prospectos, el sinvergüenza simpático y el témpano correcto... todo eso condimentado con las inevitables metidas de pata que perpetrará una y otra, y otra, y otra vez, ayudada por su escasa habilidad social y su aún más penoso sentido de cómo aterrizar sobre los pies en caso de caída inminente.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Treinta años después de que el tema de la liberación femenina se transformó de movimiento rebelde y contestatario en problema instalado en las agendas de todos los países civilizados, una nueva generación de mujeres ha devenido en esto. No es cosa de enviar a las mujeres de regreso a las tres K alemanas (Kuchen, Kirche, Kinder), pero sí podrían haber aprovechado un poco mejor todo el movimiento, ¿no? Algunas mujeres nacidas con la ventaja de que sea social y políticamente correcto potenciar el rol de la mujer en la sociedad lo han aprovechado para superarse a sí mismas y demostrar que pueden lidiar en igualdad de condiciones con los hombres, pero otras no se han liberado, sino que las liberaron a la fuerza, y no se lanzaron a la vida, sino que fueron lanzadas a ella. El mundo de comienzos del siglo XXI está plagado de chicas clónicas de Bridget Jones, cuyo horizonte vital queda penosamente reducido a encontrar un hombre con el cual copular y reproducir la especie, y hacer un poco de vida social con los amigotes de bar para no aburrirse. No es raro entonces que se haya formado un buen piso de base para proporcionarle lectores a la columna que Helen Fielding comenzó a escribir sobre Bridget Jones en la prensa (¡no en un libro, porque las Bridget Jones no leen nada que no sea "autoayuda y superación"!). No es raro que ese piso de lectores le haya dado éxito al personaje. Y no es raro por tanto que haya devenido en película (¡y hasta se pueda hacer estrujado jugo para una segunda parte!). No creo que todo esto haya estado en la mente de Simone de Beauvoir, cuando escribió "El segundo sexo".

¿POR QUÉ VERLA?

-- Es un retrato crudo y duro de hacia donde devino la liberación femenina del último tercio del XX. Bridget Jones es una chica independiente, pero lo único que añora es depender de un hombre porque su vida es tan vacua que nada más puede rellenar sus ansias por existir (¡y para colmo, ese hombre al final aparece!). Ya ese puro valor antropológico debería hacer esta película de visionado obligado para entender nuestra época, mucho más que cintas laureadas con el Premio Oscar por dizqueintelectuales de medio pelo y verborrea pseudoheideggeriana.

-- Renée Zellweger. Hizo tan suyo el personaje, se sacrificó tanto por él, lo hizo con tanto carisma, que consiguió hacerlo relativamente entrañable, a pesar de sus numerosos defectos. Digámoslo de una vez, después de verla a ella es impensable este papel en manos de otra actriz. No, si se quiere que la película tenga un mínimo de trabajo actoral.

-- Algunos chistes, aunque previsibles, tienen gracia. Pocas vergüenzas se pueden pasar en la vida tan crueles como la secuencia de la fiesta de prostitutas y curas, por ejemplo.

IDEAL PARA: Verla, mirar después alrededor, y ponerse a llorar.

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