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jueves, 17 de marzo de 2011

"El rugido del ratón" (1959).


-- "The Mouse that Roared". Inglaterra. Año 1959.
-- Dirección: Jack Arnold.
-- Actuación: Peter Sellers, Jean Seberg, William Hartnell, David Kossoff, Leo McKern, MacDonald Parke, Austin Willis, Timothy Bateson, Monte Landis, Alan Gifford, Colin Gordon, Harold Kasket.
-- Guión: Roger MacDougall y Stanley Mann, basados en la novela de Leonard Wibberley.
-- Banda Sonora: Edwin Astley.

-- "El rugido del ratón" en IMDb.
-- "El rugido del ratón", novela y peli, en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Se abre la peli, sale la curvilínea ésa que sostiene la antorcha de los estudios Columbia, y... ¡¡¡AH!!! ¡¡¡UN RATóN!!! Mientras la susodicha se recupera del sust°°°, el ratón nos deja paso a una secuencia medio animada en que hacemos un poco de National Geographic por las tierras de Grand Fenwick, un principado tan, pero tan, pero tan, pero tan insignificante, que ni siquiera alcanza a ser el más pequeño del mundo, por más que en la peli se proclame así (según las dimensiones que la peli le adjudica al principado, tanto Mónaco como el Vaticano le ganan a pequeñez... y también en riqueza monetaria y banqueros dudosos, todo hay que decirlo). El caso es que Grand Fenwick, gobernada por la feorra Duquesa Gloriana XII, por Bastet que es fea la señ... er... ¡un momento! ¡es un travesti vestido de mujer! (er... mirando moejor... es Peter Sellers, o sea, es uno de esos chistes ingleses medio mariposones a que los británicos nos tienen acostumbrados, tan Oscar Wilde ellos)... ¿en qué estaba? Ya me desvié. ¡Ah, sí! Grand Fenwick. Sucede el que el ducado está a punto de pasar a Grand Fuckwick porque su principal exportación, su horroroso vino pisoteado a patas sucias, enviado a Estados Unidos, está siendo sacado del mercado por una imitación todavía más barata si es que cabe, fabricada en los propios Yunaitesteits. Con el ducado a punto de irse a la bancarrota, su ministro tiene la más genial de las ideas: ¡declararle la guerra a Estados Unidos! El quid del asunto es que Estados Unidos ganará sí o sí (y fácil: el arma oficial del ejército de Grand Fedwick es el arcoiflecha XIIth Century's style), pero los yanketas son de corazón amplio y generoso y luego de ganar las guerras, les da por hacer Planes Marshall y cosiacas así, ayudar económicamente a los vencidos, así es que conviene dejarse ganar por Estados Unidos (menudos idiotas los vietnamitas, que no se dejaron ganar). De manera que Grand Fenwick envía un ejército de arqueros y ballesteros a... ¡la guerra con América! Por una serie de coincidencias (un secretario de Estado que tira a la basura la declaración oficial de guerra, una prueba de evacuación de Nueva York justo el día de la invasión, un Dispositivo del Juicio Final que se está desarrollando en secreto en un laboratorio, y un general grandfenwickiano incompetente, no me hagan escribir grandfenwickiano otra v... er... ¡lo escribí...!), o sea, por todas esas coincidencias, resulta que Grand Fenwick... ¡¡¡GANA LA GUERRA!!! ¡¡¡PONE A ESTADOS UNIDOS DE RODILLAS!!! Lo que deja a Grand Fenwick con un problema de órdago: ¿qué mierda hacen ahora que hicieron lo que se suponía no iban a lograr, o sea, ganar la guerra...?

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Los '50s y los '90s tienen un aire de familia en un aspecto: en ambos casos, el desplome de una superpotencia enemiga (Alemania, la URSS) llevó a un acrecentamiento de la hegemonía yanketa. En los '50s, esto le sentó muy mal a los británicos. Tanto, que en las novelas de Ian Fleming todos los malvados más maldadosos del mundo siempre tenían por aspiración aplastar a... ¡¡¡GRAN BRETAÑA!!! ...a pesar de que en estricto rigor, el UK pesaba lo mismo que el Tercer Mundo en política internacional, y la Commonwealth no pasaba de ser un chiste de geopolítica malparida (pero si no hubiera sido así, James Bond habría tenido que dedicarse a la venta callejera de periódicos, así es que a no quejarse, ¿eh?). El caso es que en medio de ese ambiente, un escritor llamado Leonard Wibberley (yanketa por ser medio estadounidense, pero antiyanketa por ser medio irlandés) escribió una novela llamada "The Mouse That Roared", de tanto éxito que le siguieron tres secuelas. Inmediatamente los británicos, siempre disparados para todo lo que sea sátira fina y elegante, la hicieron peli. Con especial interés por parte de Peter Sellers, entonces luchando por imponerse como actor y lanzándose a la piscina con tres papeles (un poco emulando a Alec Guinness, que se mandó ocho en "Ocho sentencias de muerte"... suerte para él que se no se llamaba 365 sentencias de muerte la cosa). La peli resultó un pequeño éxito, pero éxito a fin de cuentas (son británicos, nadie espera que se embuchen tanto dinero como los yankis), y se transformó con el paso del tiempo en una pequeña joya de la comedia cinematográfica.

¿POR QUÉ VERLA?

-- ¿Francamente? El paso del tiempo no ha sido clemente con esta peli, que hoy en día luce "muy de su época". La primera mitad, con la absurda situación de un piquete de medievales tratando de tomarse Estados Unidos por asalto en misión suicida, es descacharrante. Para la segunda mitad, la cosa decae un poco y acaba en un final quizás un tanto convencional (tengo entendido que toda la segunda mitad en realidad fue extendida desde la novela original, lo que no puedo cotejar porque no la he leído, pero no me sorprendería, por la pérdida de fuelle de la narración). Pero tiene sus cosas buenas. De partida, dirige Jack Arnold, un artesano que nos ha legado alguna que otra joyita ("El monstruo de la laguna negra", mostrándonos que es tan bueno dirigiendo comedias como pelis baratas de terror... eso trató de ser un elogio, por cierto). Y en segundo lugar, ya lo apuntábamos más arriba, está Peter Sellers en uno de sus primeros protagónicos, e inagurando la costumbre de interpretar múltiples papeles, algo que se repetirá en algunos otros títulos de su filmografía ("Doctor Insólito", "Camas blandas, batallas duras", "El prisionero de Zenda", "El diabólico doctor Fu-Manchú"). Jean Seberg por su parte está hermosísima y querible (eran sus muy criticados años antes de volverse musa de la Nouvelle Vague en los '60s). Y tenemos una genial secuencia de créditos cortesía de Maurice Binder, que hizo bueno el concepto de abrir una peli con dibus, algo que explotarían después "La Pantera Rosa" y secuelas hasta la saciedad (este Maurice Binder, tres años después, crearía las famosas secuencias de créditos con siluetas de chicas desnudas para James Bond a partir de "El satánico Doctor No" y hasta "Licencia para matar"). Y la política ficción (política sátira, deberíamos decir) es delirante, dentro de todo lo delirante que fue en muchos aspectos la Guerra Fría (sin los toques macabros de "Doctor Insólito", claro está). De manera que esta peli difícilmente puede ser considerada como un clásico en toda regla, pero sí tiene desperdigados por aquí y por allá elementos suficientes como para que valga la pena repasarla.

IDEAL PARA: Fanáticos de Peter Sellers y amantes de la política ficción.

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