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viernes, 4 de febrero de 2011

"Salomé" (1953).


-- "Salome". Estados Unidos. Año 1953.
-- Dirección: William Dieterle.
-- Actuación: Rita Hayworth, Stewart Granger, Charles Laughton, Judith Anderson, Cedric Hardwicke, Alan Badel, Basil Sydney, Maurice Schwartz, Arnold Moss.
-- Guión: Harry Kleiner, basado en una historia suya y de Jesse Lasky Jr.
-- Banda Sonora: George Duning.

-- "Salomé" en IMDb.
-- "Salomé" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Palestina. Como de costumbre en los últimos 4000 años, el cotarro está revuelto, y la gente se la tiene jurada a Herodes, un rey malo como el natre con cochayuyo. La esposa de Herodes, que en un alarde de creatividad (¿de la Biblia, de Flavio Josefo? Porque los guionistas se lo tomaron de las crónicas antiguas) se llama Herodías, decide que ése no es ambiente para su retoñina, y la envía a estudiar a Roma (se ve que el guionista se había leído la historia de Ben-Hur). Allá en Roma se enamora del apuesto esto-o-aquello (estando encumbrao a la calidad de esto-o-aquello, cualquiera es apuesto), pero al Emperador, maldita la gracia que le hace ver que el esto-o-aquello se case con una bárbara, por muy princesa que sea, y por muy de buen ver que esté, así es que remite con cargo de ida sin retorno a Salomé de regreso a Palestina. Como buena princesita en zapatitos de cristal, ella está súper-hiper-contrariada-desafectada, porque verán, su galancete prefirió quedarse en Roma a quedarse con ella, así es que los hombres se han terminado para ella. Especialmente los romanos. Pero, bueno, a bordo va un soldadete too galán, que sabe como tratar a las mujeres (nada de tonteras románticas, sino aplicar tácticas de estratega militar para alinear tropas, y a hacer entrar en cintura a la tal Salomé). Y listo, ya están los dos pintaos para la página social, sección matrimonios. Pero antes vienen las inevitables pruebas, que desembocarán en el celebrado bailecito de Salomé, porque verán, una peli de Salomé no es una peli de Salomé si no aparece Salomé cimbreando las caderas, que si quisiéramos ver una chica con seso esperaríamos al biopic de Madame Curie o de Valentina Tereshkova, gracias. El churro empieza a cocinarse gracias a los oficios de un pirao que se las da que es la Palabra de Dios, que se hace llamar Juan el Bautista, con pelos como si le hubieran pasado la corriente eléctrica, y que por vueltas y revueltas de esto o aquello, acaba convenientemente arrestado. Y como Salomé es la buena del cuento, pues no bailará para que le corten la cabeza como rezan las Santas Escrituras, sino ¡para salvarlo! Están majaretas, estos hollywoodenses.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Viene y va por épocas. En los '20s y '30s hubo cierto interés por las pelis de romanos, pero en los '40s, como que la moda decrecía. Pero con la llegada de la televisión, el cine tuvo que poner su más hercúleo esfuerzo en sobrevivir ("hercúleo", escribí, ¿eh? ¿notan la referencia mitológica grecorromana en el comentario de una peli de romanos. Si es que soy muy listo). Y con esto, el epic como Nuestro Señor manda resucitó de dentre los muertos. Incluyendo las inefables pelis de romanos. Y como Estados Unidos estaba viviendo en aquellos años una ola conservadora, por eso de que we are one nation under one God, a diferencia de esos comunistachos ateos y enemigos de la democracia, pues bien, Cristo se puso de moda en el cine otra vez. En el mismo año que se estrenó la taquillera "El manto sagrado", este otro epic más discreto llegó a las pantallas. Tan discreto, que no parece un epic en absoluto. Y que acabó condenada en el baúl de los recuerdos. ¿Quién diablos ve estas pelis hoy en día? Bueno... alguien con debilidad por las pelis de romanos, por las buenas o malas pelis de romanos. Como vuestro seguro servidor el General Gato, por ejemplo. Es que no tengo perdón de Bastet. O acaso sí, si total de egipcios a romanos...

¿POR QUÉ VERLA?

-- No nos engañemos. Esta peli se basa en un personaje bíblico cuyo único gran aporte a la Historia del Feminismo en la Historia Universal es ofrecerse como perra en celo en un estriptís (la llaman "danza de los siete velos", pero ese es el nombre cursi y fifí de lo que acá en Occidente se llama "el caño sin caño"), para que le cercenen la cabeza a un pobre hombre que se escandaliza con las depravaciones sexuales de su madre, con perfecto espíritu de mantis religiosa que ni la Catherine Tramell de "Bajos instintos", oigan. Y como el texto bíblico no tiene mucho, casi toda la peli es invención (¿casi, dije? ¡Toda! ¡Miren que bailar para SALVAR a Juan Bautista! ¡Y los frikis neocon de la Biblia no se ofendieron!). El reclamo publicitario entonces no es una gran peli de aventuras ni un epic bíblico de proporciones, sino ver a la buenorra de la Rita Hayworth chorreando estrógenos con las caderas. Más tira un par..., dicen. Bueno, en los 2000s se vendió "Tomb Raider" poniendo a Angelina Jolie en trajelátex fetishsadomaso, y "Diabólica tentación" como la peli en que Megan Fox se empelota (bueno, no en la peli, pero sí en las fotos paparazzi que le arrearon, hehehé). Las cosas no cambian mucho con el tiempo. Bueno, salvo que lo escandaloso que pudiera resultar el bailecito que se manda la Rita Hayworth para su época (ignoro reacciones al respecto), hoy en día se ve como coreografía de jardín infantil. Al menos, debemos decir que Rita Hayworth, bellísima a radiar en pelis como "Gilda" o "La dama de Shanghai", cumple bien en ese apartado (y además de ser una belleza, sabe actuar, algo que acá luce incluso en un rol tan deslavado como el de la Salomé de este guión). De hecho, no me extrañaría que la hubieran contratado no por talento actoral, sino para repetir el exitazo de la escenita ésa semierótica en que se saca el guante bailando en "Gilda", que dejó locos y tontos a todos nuestros abuelitos en los cines de 1946. Por supuesto que la peli sigue la astuta receta de muchos productores y directores de Hollywood (el Cecil B. DeMille de "Cleopatra" y "Los diez mandamientos" el primero), de mezclar reclamos de sensualidad y erotismo con una trama puritana que le permitiera contentar a todos los públicos, el que anda buscando emociones picantes con el que quiere ñoñarderías como que las pelis tengan mensaje moralizante (y procristiano de ser preferible), porque la chica aparte de dejarse el cuerpo en la pista de baile, tiene una moral como la democracia y el american way of life mandan, así es que nadie puede sentirse ofendido ni mucho menos porque de repente se descarríe un poquito cayendo en la levísima indulgencia de mandarse un bailecito algo pasadito para la punta, además de ser por una buena causa (ya lo dijimos, para salvar al Bautista...).

-- ¿Y el resto del metraje que no está ocupado por los minutos de bailecito de Salomé? Bueno, qué decir... comsí-comsá. El guión es una idiotez de principio a fin, con cosas tan antinarrativas como poner de coprota masculino a un soldado que, bien mirado, no tiene casi ninguna escena de acción en toda la peli, o unos folletineos románticos al gusto pequeñoburgués de todos los tiempos, pero tampoco es que la peli aspire a ser más que un entretenimiento popular, así es que ponerse a exigir grandes alturas y cumbres borrascosas aquí está simplemente fuera de lugar. La puesta en escena, incluyendo la fotografía, con todo lo campy que eran las pelis de romanos de los '50s, cumple más o menos bien, aunque sea por lo gracioso de ver una pantalla con color sobresaturado. En cuanto a la baza de los actores, brillantes-brillantes no están, pero ver como Herodes al gran Charles Laughton tiene su qué, así como la breve escena en que aparece el insigne Cedric Hardwicke como el Emperador Tiberio (¡tres años después, este tipo fue el faraón papá de Ramsés en la mayestática "Los diez mandamientos" de Cecil B. DeMille, ahí es nada!). Stewart Granger hace lo que puede con su rol de galán, pero le huelga un poco porque donde verdaderamente se luce es en roles de acción (como su protagónico en "Las minas del rey Salomón", por no hablar de su electrizante duelo de espadas contra Miguel Ferrer en "Scaramouche"), y como aquí no hay demasiada acción que digamos, el pobre queda un poco nadando en la pileta sin agua, pero en fin. Y Judith Anderson compone a Herodías como una villana bastante estereotipada, pero que funciona sin molestar demasiado dentro del conjunto, así es que también está bien. Todas estas morcillas ayudan a levantar un producto que no pondríamos a bordo de una nave alienígena si ellos nos pidieran salvar las 100 más valiosas películas de la tradición cultural de la Humanidad, pero que se deja ver de manera distraída y sin excesivo fastidio. Y por último, siempre cabe la posibilidad de verla como una parodia involuntaria de las convenciones narrativas propias del cine de romanos de Hollywood, y funcionaría también de lo más bien.

IDEAL PARA: Fanáticos del cine de romanos de toda la vida.

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