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miércoles, 17 de febrero de 2016
"El húsar de la muerte" (1925).
-- "El húsar de la muerte". Chile. Año 1925.
-- Dirección: Pedro Sienna.
-- Actuación: Pedro Sienna, Piet Van Ravenstein, Clara Werther, María de Hanning, Dolores Anziani, Hugo Silva, Luis Baeza, Octavio Soto, Federico Geimza, Guillermo Barrientos, Emilia Sierra, Ángel Díaz, Víctor Véjar.
-- Guión: Pedro Sienna y Hugo Silva.
-- Banda sonora: Horacio Salinas (para la versión restaurada de 1995).
-- "El húsar de la muerte" en IMDb.
-- "El húsar de la muerte" en la Wikipedia en español.
¿DE QUÉ SE TRATA?
1814. Se ha producido el DESASTRE DE RANCAGUA y los patriotas se disponen a MORIR POR LA PATRIA porque son PATRIOTAS, mientras el enemigo español avanza reconquistándolo too a su paso... ná, mentira, no. No, en realidad los patriotas se fugan a Mendoza como conejos, porque muy patriotas serán, pero también son CHILENOS. ¿Es que acaso toda esperanza está perdida, es que acaso Chile nunca tendrá FREEEEEEDOOOOOOMMMMMM??? No, no toda. Porque para eso el buen William Wallac... perdón, peli equivocada. Para eso el buen Leónid... er... perdonen de nuevo, peli equivocá otra vez. Para eso el Zorr... er... ¡no, no! Voy de nuevo. Para eso el buen Manuel Rodríguez... sí, ahora sí. Para eso el buen Manuel Rodríguez organiza GUERRILLAS. Y mientras los realistas festejan la reconquista española HACIENDO UN BRINDIS y REFORCILÁNDOSE EN SU MALDÁ MALDADOSA y BEBIENDO LA SANGRE DE UN NIÑO EN SU CRÁNEO y... (bueh, esto último es exageración, porsiaca, pero habría quedado de p*** m****, ¿no?), va Manuel Rodríguez y les tira un papelito por la ventana diciéndole que LOS PATRIOTAS NO SE RINDEN y tal (y los talaveras, el Polizeiapparat de los realistas, sin pescarlo, así, a plena luz de día, porque parece que esos también fueron a la Academia Stürmtruppen StarWars). El caso ejke Manuel Rodríguez comienza a organizar sus guerrillas, porque FREEEEEEDOOOOOOMMMMMM!!!, mientras los talaveras son tan malos maldadosos que le dan palizas a los niños patriotas en las calles (seriously, ahora no me lo estoy inventando). Y uno de esos niños, que jugaba así a los patriotas así como en la actualidad juegan a ser Mazinger Z (bueno, o jugaban. Que ahora no se los saca de la Xbox, patanes grasógenos), y que recibe la paliza, ahora decide que será PATRIOTA EN SERIO. Dicho y hecho, va y encuentra a Manuel Rodríguez así en un pestañear, con una eficiencia que ni Lois Lane en el reboot de Superman, y por las buenas le pide ser su corneta (er... sonó mal eso. Explicación: le pide ser el chico que agarra la corneta y se la toca a Manuel Rodríguez. ¡Perdón, eso sonó peor! Quiero decir, el chico que interpreta notas musicales con el instrumento musical llamado corneta, y que se utiliza por las fuerzas militares y paramilitares de la época para impartir instrucciones a los soldados en el frente de batalla. Eso es. Bola de malpensados). Manuel Rodríguez va y le dice entonces que primero tienen que tener una corneta que tocar. Dicho y hecho, el chico como es lo más de lo más, puez que va y se roba una corneta a los talaveras, que serán malos y temibles, pero también son más TONTOS que un cartoon ochentero. Ahora, Manuel Rodríguez y su corneta (el chico bajo sus órdenes que imparte instrucciones tocando el instrumento musical llamado corneta, vamos) están juntos, codo con codo y mano a mano, luchando por FREEEEEEDOOOOOOM!!!, para que desaparezca de Chile el cruel, opresivo, tiránico e inhumano dominio de la aristocracia ezpañola, y principie el cruel, opresivo, tiránico e inhumano dominio de la plutocracia nativa.
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Volvamos un poco atrás en el tiempo, en concreto unos dos siglos exactos y cabales. En 1810, en Chile, los vecinos de Santiago proclamaron la primera Junta de Gobierno, y surgió entonces la llamada Patria Vieja, que intentó independizarse de Ezpaña, pero la cosa no prendió mucho porque todo eso era cosiacas de los enchufaos de siempre que querían libertá para estoquello, pero el bajo pueblo la menda, si al final del día daba lo mismo si pagar impuestos al Rey o a la Patria, que FREEEEEEDOOOOOOM siempre es wena cuando hay money que gastar, pero y si no, qué tanto más da (¿oíste, Friedman? Libertad de elegir mis cohóne de gato masho, neoliberasho). Cuando el Desastre de Rancagua y la Reconquista (1814-1817), los ezpañóle destruyeron la obra de los patriotas, y too lo de la Patria Vieja pudo haber quedado en un simpático interludio, pero los ezpañóle tuvieron la estúpida idea de implementar una represión policíaca más allá de todos los límites, vulnerando la honra con tribunales de vindicación, la libertad con relegaciones, la vida con ejecuciones masivas (no tantas, pero las hubo), y lo más pior de lo pior... la billetera, con contribuciones masivas forzosas, too lo cual tuvo el glorioso efecto de que todos los tibios que no le echaban demasiado de los realistas a su café con leche en la mañana, pero que tampoco eran patriotas convencidos, se pasaron de bando en masa y empezaron a apoyar la independencia a gritos. Así se hace, genios. Al inicio de la Reconquista en 1814, la causa patriota era el sueño de unos poquitos aprovechaos que querían ser califa en lugar del califa, mientras que para la Batalla de Chacabuco en 1817, que la perdió el realista Rafael Maroto (un fulano al que le encantaba perder batallas... ¡era carlista!), apenas tres añitos después de ná (dos y medio en realidad, de octubre de 1814 a febrero de 1817), el único chileno que quedaba apoyando a los realistas era José Santiago Rodríguez Zorrilla, el implacable Obispo de Santiago, porque si usté quiere un gil que atornille al revés, ponga un cura en su vida (el hombre pagó sus molestias con relegación, durante el gobierno de O'Higgins lo enviaron a Mendoza para que no jodiera la pita). Es en este ambiente que surge la leyenda de las montoneras, los grupos de guerrilleros que se armaron oficialmente contra la Corona (algunos sí, pero otros estaban en ello por el puro y simple bandidaje, admitámoslo), y de los montoneros y guerrilleros, el más importante de toos fue el héroe popular Manuel Rodríguez, que, bueno, popular en la leyenda, aunque en realidad era un pijito lindo jugando a "uno del pueblo" (Manuel Rodríguez era abogao titulao, que en la época no era un "pague matrícula y arancel en una univ privá y llévese su cartón, y por dos carreras cursás, la tercera tiene 50% descuento, ofertón LLEVE YA", y además era amigui de la aristocrática familia Carrera, que le dieron un puestecito en el Gob cuando J.M. Carrera llegó al poder vía coup d'état. Aún así, la leyenda de Rodríguez como héroe del populus sobrevivió en la mentalidad populá, hasta el punto que cuando cierto gobierno militar de infausta memoria se abrió paso a punta de Hawker Hunter a La Moneda, un grupo guerrillero que se armó en contra se hizo llamar el Frente Popular Manuel Rodríguez (FPMR, pa' los amigos). Nada de raro entonces que cuando esa nueva cosa del cine empezó a prender en Chile, una de las primeras cosiacas que se hizo fue rodar una peli llamada justamente "Manuel Rodríguez", que se estrenó para el centenario, en 1910 (su estatus hoy en día es el de "peli perdida", hasta donde llegan mis noticias), además de un nuevo "Manuel Rodríguez" en 1920, en donde actuó Pedro Sienna. Este prohombre del cine chileno dezpué dirigió la "El húsar de la muerte" que nos ocupa (ayudado en el guión por Hugo Silva, famosillo en las letras chilenas por su entretedisíma y racista novela "Pacha Pulai"). (Quizás no sea casualidad que hayan surgido tres pelis sobre el guerrillero en apenas dos décadas: en el período 1891-1925, Chile estuvo sumergido en la República Parlamentaria, que es el nombre finoli que los historiadores le ponen al período en que los señores políticos dieron un golpe de estado contra el gobierno constitucional y convirtieron a la institucionalidad chilena en su puta particular, dándose una peazo orgía que terminó con las rebeliones de 1925 y 1932, y bueno, quizás tener varias pelis de un héroe luchando contra LA OPRESIÓN DEL PODER en ese tiempo era cuestión de timing). También el héroe ha tenío un capítulo de "Héroes: La gloria tiene su precio" ("Rodríguez: El hijo de la rebeldía") y un culebrón hot (bueno, hot para los estándares pechoñoconservadores de los culebrones de las 19:00 horas, para que nos entendamos). Pero fue la peli de 1925 la que marcó un antes y un después en el cine chileno, casi su examen de título si nos ponemos. Hoy por hoy, gracias a las sucesivas restauraciones en los 60s y 90s, es también la única peli del cine mudo chileno que podemos ver más o menos íntegra (énfasis en el "más o menos", por aquello de las secuencias perdías y tal. Lo de siempre con el cine mudo, vamos). Y por cierto, digámoslo acá porque la peli no lo explica (o si lo explica, me lo perdí porque los cartelitos ésos de cine mudo, son un infierno): en 1818, Rodríguez fundó un cuerpo de combate llamado los húsares de la muerte, con muy cool casi-totenkopf de símbolo, y de ahí el título de la peli. Para que no vayan a pensar que es una licencia poética o algo (a su vez, los húsares de la muerte de Rodríguez parecen inspirados en los hussards de la mort franchutes revolucionarios de 1792, pero eso es otra historia).
¿POR QUÉ VERLA?
-- La verdá verdadera... esta peli es un tanto difícil de seguir. Cosiacas de que la peli, por muy restaurá que esté, sigue siendo un clásico del mudo, y eso significa: metraje perdío, contraste B/N como las reverendas, cartelitos explicativos que no explican ná porque no los lee ni un conejo con sobredosis de vitamina A, y el siempre omnipresente problema de que para el público actual acostumbrado a los diálogos de besugo del cine jolivudense actual, tener pura música sin actores salivándose unos a otros puede ser una experiencia más que crispante. El argumento en sí, más allá de tomar la premisa básica de la TIRANÍA ezpañólah y de la REBEL SCUM poniéndole las peras a cuatro a los simpáticos calav... perdón, talaveras de la reina, por su parte, desaprovecha mucho de las leyendas en torno a Rodríguez (a saber si historias ciertas o mitificaciones posteriores, vale, pero ejke son la columna vertebral de la leyenda de Manuel Rodríguez), para construir una historia armada a cuadros más o menos episódicos (algo obligado, considerando la premisa de base), lo que hace la peli inexacta ya no digamos de la historia sino incluso de la leyenda, y además un tanto ripiosa de seguir. En ese sentido, puede decirse que su valor pertenece más que nada al terreno de la arqueología fílmica (porque si te interesa el cine chileno, tienes que verla sí o sí, pero si eres un espectador casual, puede que se te haga cuestarriba). Pero sin embargo, la peli tiene algunos logros notables, incluso en el día de hoy. El principal es por supuesto un Pedro Sienna que (además de guionizar y dirigir, claro, y no sabemos si claveteó tablas de la escenografía, aunque con lo precario que era el cine chileno en esos años, capacito que así haya sido), un Pedro Sienna, decíamos, que clava al personaje de Rodríguez y nos presenta a un héroe formidable, que de verdá nos creemos que ese sujeto es capaz de pararle los pies al IMPERIO EZPAÑÓ él solito sin ser Rambo ni ná. Acompañado por un Guillermo Barrientos como el Huacho Pelao (seriously, así aparece el personaje) en su debut y despedida del cine (era un niño en esos años, hoy en día seguro que está bajo tierra, o sería un abuelito centenario de récor Guínes), que interpreta al famoso corneta ése, y lo hace de una manera estupenda, expresando de manera superlativa su entusiasmo por sumarse a la causa patriota, su admiración por Rodríguez, y por supuesto, la pena inmensa dezpué de la muerte del héroe (sí, joer, que a Rodríguez se lo cargaron a traición, spoiler del final, leñe, pero ejke eso too el mundo lo sabe, si hasta está la canzión de Patricio Manns de que se lo llevan camino a Tiltil porque el Gobernadó no quiere ver por la cañá su porte gentil, blablablá). La puesta en escena es bastante rudimentaria, consecuencia de la falta de porsupuesto, claro está, pero se redime haciendo un abundante uso de exteriores en una época en donde el cine de Jólivu que corría en paralelo hacía lo imposible por rodar en estudios (¡y tienen escenas con fusilería! ¡Y con caballos! ¡Y más de uno! ¡Y les sacan trote a los pobres pingos!). Viendo esta peli, resulta clara la vocación de rodar algo que superara los limitadísimos medios técnicos de la época (particularmente los limitadísimos medios técnicos de la época en Chile y en una era anterior a las subvenciones del Gob), y a punta de creatividad y de ñeque, puez que van y lo consiguen. Para refregarles los logros de esta peli en la cara a tanto cineastamerda que anda por ahí en estos días y que con toda la técnica de hoy en día y subvenciones estatales, lo único que hacen son sacarse tostones "con conzenza sozial" o pelis de humor baratomerda. En definitiva, "El húsar de la muerte" requiere un tipo de espectador más o menos curtido, que esté dispuesto a afrontar ciertas dificultades a la hora de ver una peli que, no por nada, ya tiene sus buenas nueve décadas en el cuerpo, pero para los elegidos para la gloria que estén dispuestos, les queda un filme con notables fortalezas dentro de las limitaciones de la época y el porsupuesto.
IDEAL PARA: Ver el abuelito del cine chileno, además de una interesante recreación de uno de los máximos héroes del legendarium chileno.
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