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domingo, 14 de marzo de 2010
"Invictus" (2009).
-- "Invictus". Estados Unidos. Año 2009.
-- Dirección: Clint Eastwood.
-- Actuación: Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Patrick Mofokeng, Matt Stern, Julian Lewis Jones, Adjoa Andoh, Marguerite Wheatley, Leleti Khumalo, Patrick Lyster, Penny Downie, Sibongile Nojila, Bonnie Henna, Shakes Myeko, Louis Minnaar.
-- Guión: Anthony Peckham, basado en el libro de John Carlin.
-- Banda Sonora: Kyle Eastwood y Michael Stevens.
-- "Invictus" en IMDb.
-- "Invictus" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Los '90s. Mientras en Chile los fanáticos del fútbol se lamentaban con el Condorazo, pero se consolaban con Cristiana Oliveira empelotándose para "Pantanal", Africa tenía sus propios problemas. El apartheid, por ejemplo. Régimen político en el que la minoría blanca decía "que venimos a traer la civilización a este país mugroso, así es que está bien que le pongamos la pata encima a esos negros salvajes". Pero en una democracia la mayoría saca al Presi, y por lo tanto, la mayoría negra sacó a... un Presidente negro. Nelson Mandela. Y tuvieron buen gusto, porque eligieron justo a un Presidente que se pareciera a Morgan Freeman, y así algún día, nuestro simpático actor de color podría interpretarlo en un biopic (¡si hasta en uno de los diálogos iniciales con noticias televisivas, dicen sobre que Mandela fue liberado de la cárcel, algo así como: "he is now a free-man"... "freeman", ¿lo captan?). El caso es que llega Morgan Freem... perdón, Nelson Mandela al Palacio Presidencial, o a la Choza del Utumatubu, o como se llame la residencia del Gobierno de Sudáfrica, y se encuentra con el caos. Los blancos, indignaos a tope, están empacando sus cosas porque los van a despedir, pero Morgan Mandela les da la frisca en la cara: "si quieren irse porque no son capaces, váyanse, pero si se van a ir porque piensan que los voy a corretear, entonces no tienen nada que temer, hatajo de gallinas". Pero las cosas no serán fáciles. Por ejemplo, el Presidente integra blancos a su servicio de guardaespaldas, con el consiguiente cabreo de los guardias negros, que dicen (con bastante sentido común, por otra parte) que ellos eran policías que bajo el apartheid tenían por trabajo perseguir negros (bueno, nunca supe que el contemporáneo Patricio Aylwin reclutara a ex-CNIs o a algún otro pinochetito para trabajar cuidándole las espaldas... pero vamos a ver qué tan nervioso estaba con los edecanes a sus espaldas en las ceremonias públicas). Pero el Presidente quiere una nación que no sea de negros ni blancos, sino de grises, así es que a trabajar juntos y a soportarse, como en las buddy movies. Aún así, las cosas no marchan bien, porque toda Sudáfrica se mira con un ¿y ahora qué?, y peor aún, que cuando negros y blancos eran enemigos las cosas estaban claras y sabías a quién odiar, pero ahora que todos son sudafricanos y sanseacabó, ¿pues a quién demonios le vamos a dar joda? Y en un partido de rugby, Morgan Freeman se ilumina. Los blancos juegan rugby y los negros juegan fútbol (y cuando los rugbistas juegan con Inglaterra, le dan barra a Inglaterra, los muy cabrones antipatrias), así es que... ¿por qué no desflaitizar a los negros haciéndolos que olviden el tercermundista soccer de toda la vida, se enamoren del elegante y brutal rugby, y llevando a un equipo de rugbistas que dan asco a ganar la Copa del Mundo, y así, coaligados contra un enemigo común (todo el resto del mundo... del rugby), puedan por fin construir una nación única, grande y solidaria...?
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
¿Dirán los historiadores del futuro que el fin del apartheid fue uno de los grandes eventos del siglo XX? Francamente, lo dudo. Después de todo, a pesar de ser uno de los países más poblados de Africa, Africa mismo no es un continente que diríamos "miren como inclinan la balanza mundial, estos condenaos". Si en un futuro Sudáfrica se transforma en potencia mundial, teniendo un despegue a lo India o China, creándose una esfera de influencia en la mitad sur de Africa (¡no es tan difícil que pase, si surge en Sudáfrica algún estadista de alturas que se encomiende a los manes de Shaka Zulu!), entonces quizás se dirán cómo llegó hasta ahí, y claro, ahí el fin del apartheid va a ser un suceso histórico de magnitud comparable a la abolición de la muralla entre patricios y plebeyos durante la República de Roma. Pero aunque en el contexto mundial fue un suceso histórico tan secundario como la caída en desgracia de Augusto Pinochet en Chile, el fin del apartheid representa uno de esos eventos simbólicos que a nadie le importan mucho en realidad, pero que se ve bien sacarle lustre por aquello de pasarse limpiador de metales por las medallas de esto o aquello (de defensores de los derechos humanos, en este caso), además de darle pretexto a buenas pelis como "Distrito 9", claro está. Y ya sabemos cómo son de cansinos esos "eventos inspiradores". No falta el que se le ocurre meter las narices y contar un libro con miras a que lo hagan peli, y a los Oscares. Y no faltó el que lo hizo peli, precisamente. El problema es que cayó en las manos de Clint Eastwood, tipo poco amigo de rodar con chantajes sentimentales contra la audiencia, y por lo tanto, es poco probable que se lleve un Oscar, ya que si hay algo que tiene el cine de Eastwood, es que rueda por amor al cine y a contar buenas historias, no para asestarle puñaladas traperas al miocardio de la Academia y proferir como loco: "¡Ya, tráiganme mi Oscar, tráiganme mi Oscar!". Pero díganme que prefieren: ¿una peli con Oscar, o una buena peli? Yo me quedo con la buena peli, gracias.
¿POR QUÉ VERLA?
-- He recibido con desconcierto las críticas sobre esta peli. "Sí, se buena, pero no es para tanto". "Sí, es buena, pero le faltó esto o aquello". "Es buena, pero no me creo que...". Y yo les digo que por favor déjense de dar tabarra. Esta peli es el mismo Clint Eastwood de siempre. Es que uno es borrego de costumbres, y claro, si uno ha ido al cine religiosamente para ver dramones como "Río místico", "Million Dolar Baby", "La conquista del honor", "Cartas desde Iwo Jima", "El sustituto" o "Gran Torino", como que uno se siente movido a esperar que la siguiente de Eastwood sea también otra soberbia pieza de personajes atormentados buscando la redención en una situación que parece más allá de toda posible superación, y de repente se nos descarga con una piececilla livianita y brillantita, que parece más peli inspiracional que otra cosa, y más de alguno se queda preguntándose WTF. Es como si el sordo mugroso ése de Beethoven se manda piezas terriblemente complicadas y titánicas, y de pronto, para terminar su carrera autoral, en vez de brindarnos la más mayestática y wagneriana de sus composiciones, nos silba improcedentemente una mierdilla de Himnillo de la Alegría así a santo de nada. Pero pasado el choque, la verdad es que es el mismo Clint Eastwood de siempre, ni un punto más, ni un punto menos. Imagino que, después de dramón tras dramón tras dramón, Eastwood decidió que ya estaba bueno de eso y que quería descansar, y como no iba a rodar una comedia neurótica a lo Woody Allen porque no es lo suyo, pues bien, tomó una historia inspiracional y la hizo tan suya, que le salió buena igual. Supongamos que Eastwood nunca hubiera rodado alguna de sus otras joyas, e "Invictus" fuera su mejor peli. Quizás no lo recordaríamos entonces como el más grande director de todos los tiempos, pero sí como un tipo que en un determinado minuto fue capaz de ponerse frente a la cámara y sacar avante una buena peli. A como andan las audiencias hoy en día, eso ya es bastante.
-- Quizás no podamos decir que esta peli sea estrictamente sobre el apartheid, pero apunta hacia otra característica, debilidad podríamos decir, muy humana: el temor a lo diferente, el temor al cambio, el temor a reconciliarnos con nuestro enemigo. La clave aquí es que Clint Eastwood no recurre al expediente fácil de extorsionar a la audiencia con chantaje emocional, mostrándonos cuán crudamente parieron los sufridos negros bajo la opresión de la bota blanca, como un "Avatar" de toda la vida. Eastwood renuncia a mostrarnos el horror mismo del apartheid, sino que lo sugiere a través de las reacciones de los personajes: el apartheid ya pasó, es el pasado (por eso no aparece en la peli), pero el único que parece darse cuenta de ello es Nelson Mandela, porque todo el resto prefiere quedarse en el pasado (un poco a lo "Viaje a las estrellas VI", pero sin los bonitos efectos especiales). Que los blancos lo quieran así no es difícil de entender, después de todo ellos eran quienes mandaban el cotarro, y a nadie le gusta perder lo que antes se ha tenido, pero que los negros insistan en lo mismo es más complicado, porque ahora vienen con espíritu revanchista, a "ahora mandamos nosotros, joer", y no les gusta la idea de tener que compartir con esos asquerosos blancos, que pareciera les pasaron la piel por el cloro o algo así. Se puede ser un mal perdedor, pero también se puede ser un mal ganador, pareciera ser la moraleja de la peli. No tenemos grandes hilos argumentales que nos muestren el camino de la reconciliación, sino apenas pequeñas viñetas repartidas por aquí o por allá, o diálogos de personajes sueltos (algunas veces un tanto caricaturescos, todo hay que decirlo), pero entre todos esos puntos de colores conforman un cuadro sobre un mundo en cambio, en que ya no hay lugar para el tribalismo. Es una manera arriesgada de plantear la peli (de hecho, de la peli apenas puede decirse que tenga una trama o un argumento con progresión dramática en forma), pero gracias a la espartana dirección de Clint Eastwood, siempre dispuesto a ir al grano y no desviarse por las ramas, lo que podría haber sido un muermo de situaciones confusas se convierte en un vivo retrato acerca de las dificultades de la reconciliación. Acerca de cualquier reconciliación, no sólo de Sudáfrica después del apartheid (esto es lo que, a fin de cuentas, hace a las pelis universales).
-- Hagamos un interludio para hablar de Morgan Freeman, el único negro que ha sido Presidente DOS veces (de Estados Unidos en "Impacto profundo", y de Sudáfrica acá en "Invictus"). Hubo una época en que Morgan Freeman hacía grandes papeles y era un actorazo de tomo y lomo. Pero en los 2000s, como que se puso cobracheques y flojito para trabajar, hasta que si veíamos a Morgan Freeman en el cartel, ya sabíamos que iba de viejecito sabio y con filosofía de vida (véase "Antes de partir", epítome de las pelis buenrollofrimanescas, y me entenderán). Pero acá en "Invictus", se reivindica. No diré que se come al resto del elenco con patatas en parte porque está bien comedido en su papel, y además el guión tiene la habilidad de equilibrarlo con el resto de las situaciones alrededor, pero sí en su lugar se esfuerza, y se esfuerza bien, en recrear a un personaje histórico bastante complejo que, para más inri, todavía está vivo (y además incluso hasta tienen un soplillo de familia los condenaos...). Debido a la estructura de la peli, bastante fragmentaria, Freeman es prácticamente el único personaje importante dentro de un reparto coral, y por lo tanto es un poco superfluo hablar del resto. Y ya sé, actúa Matt Damon, pero bueno, el hombre a veces se ha mandado buenos roles, pero acá estamos ante una excepción, quizás más cerca del muñequito ése que sólo decía "Matt Damon" en "Team America: Policía mundial" que ante un actorazo de carácter. Es que no sé ustedes, pero yo no me lo creo como peazo rugbista, ni tampoco se lo ve demasiado inspiracional que digamos (al comienzo, cuando mascan derrota tras derrota y va de desmoralizado por la vida, le sale de lo más bien el papel, pero después, cuando se supone que Mandela tiene que inspirarlo más que su noviecita inclusive, como que no le sale)...
-- Hay un punto interesante, que parece habérsele escapado incluso al por lo general perspicaz Clint Eastwood. Veamos. Capitán Mandela tiene el problema de unificar a los negros y blancos de su república. La ecuación acá es "tolerancia y reconciliación = bueno; racismo y tribalismo = malo". Muy bien hasta acá. ¿Y qué receta encuentra Nelson Mandela para ello? ¡Pues busca un nuevo enemigo! Aunque sea en un ámbito tan civilizado como el deporte. Pero es un nuevo enemigo. El gran final (SÍ, SPOILER, LEÑE, PERO VAMOS, ACASO NO SABÍAN CÓMO IBA A TERMINAR) es que el equipo de rugby de Sudáfrica debe batir a Nueva Zelanda. Y el nuevo malo ya no son los blancos ni negros, sino los de Nueva Zelanda, y para dejar bien marcado el punto, mientras los civilizados sudafricanos cantan un himno como toda la gente, los neozelandeses se mandan una danza guerrera tribal muy ungabunga. Simbólico esto, ¿no? Así es que blancos y negros terminarán uniéndose, fusionándose y cohabitando en una sola nación, pero claro, gracias a la filosofía del enemigo externo. O como a punta de buenrollismo, llegamos al polo opuesto de que el maloh de "Watchmen" desde el principio tenía la razón. Y si la ironía no estuviera suficientemente marcada, resulta que son los negros quienes se integran al deporte de la minoría blanca, cuando hubiera sido mucho más civilizado hacerlo al revés, no porque el rugby haya sido deporte de aristócratas y el fútbol el deporte proleta y por lo tanto llevar a los negros al rugby sea el anticulturetismo total, sino simplemente porque para acabar con el fraticidio latente de Sudáfrica, puestos a elegir deporte, Nelson Mandela elige el más violento de los dos (y la cámara no escatima en mostrarnos toda la violencia criptogay del rugby). Vaya hombre de paz que está usted hecho, señor Mandela. Aunque al final del día no me quejo demasiado por eso, más allá de que me sirve para marcar la ironía. En primer lugar, los discursos bonitos a mí me la sudan, que yo soy más de la escuela de Maquiavelo y Hobbes, que la de Rousseau y Locke (la pareja de filosófos ilustrados o la de personajes de "Lost", tanto más me da), si me preguntan. Y en segunda, porque no pocas pelis inspiracionales recurren al expediente del enemigo externo para mostrar la superación personal, y como todos están felices con "er buenoh", nadie se acuerda del pobre maloh que no se pudo superar a sí mismo, etcétera. Sylvester Stallone lo tenía claro con el ambiguo final de "Rocky IV", en que al final los maloh no eran los rusos (mujiks ignorantes en el 90% de los casos), sino única y exclusivamente el Politburó. Así es que no lo considero un defecto de la peli. Es simplemente un punto para análisis y reflexión, y eso también hace más valiosa la peli, a fin de cuentas.
IDEAL PARA: Ver una peli inspiracional de dirección inspirada dentro de lo suyo.
OTRAS PÁGINAS SOBRE "INVICTUS":
-- "Crítica de Invictus" en Cinoscar & Rarities.
-- "Invictus (2009)" en Quesito Rosa.
VIDEOS.
-- Trailer de la peli [en inglés, subtítulos en español].
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