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domingo, 15 de junio de 2008

"Diana de Francia" (1956).


-- "Diane". Estados Unidos. Año 1956.
-- Dirección: David Miller.
-- Actuación: Lana Turner, Pedro Armendáriz, Roger Moore, Marisa Pavan, Cedric Hardwicke, Torin Thatcher, Taina Elg, John Lupton, Henry Daniell, Ronald Green, Sean McClory, Geoffrey Toone, Michael Ansara, Paul Cavanagh, Melville Cooper.
-- Guión: Christopher Isherwood, basado en una historia de John Erskine, er, "inspirado" en la Diana de Francia histórica del siglo XVI.
-- Banda Sonora: Miklós Rózsa.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Es el siglo XVI, la época en que los machos recios y viriles usaban calzas apretadas, y las damas aún pretendían tener un dejo de castidad. Los caballeros del Rey Francisco I de Francia emprenden la marcha para arrestar a un individuo. Ahora bien, el pobre no sabe con el vinito que se está emborrachando. Porque el caballero es un botarate incapaz de defenderse a sí mismo, pero su señora es... ¡¡¡DIANA!!! No la Diana mitológica ni Diana Prince, por supuesto, sino la histórica Diana de Poitiers, como convenientemente nos ha recordado un cartelito colocado al inicio de la peli (ya saben, "esta historia se basa en hechos reales que..."). Diana será jovencita y estará casado con un hombre pituitarias veces mayor, pero no importa, que ella, como esposa cumplida, irá a pedir la vida de su esposo al Rey, y también, de paso, se resistirá a sus avances carnales (este Francisco I está pintadito a la usanza de las pelis sobre Enrique VIII... bueno, las clásicas en que era un regordete, no la moderna "Los Tudor" con el metrosexual Jonathan Rhys Meyers). En vez de tomárselo a mal, Francisco I decide que la chica es buena tela, después de todo, y le salva la vida al marido a cambio de un, ejem, favorcillo. El favorcillo de marras es que tendrá que ser la institutriz y darle educación a Enrique, el príncipe de Francia, que para hacer las cosas interesantes, es un botarate de lo peor, interesado en la lucha y en la caza. Como corresponde en la más pura tradición folletinesca, el príncipe no es idiota ni carece de ambiciones, sino que trata de ser auténtico (¡¡!!), y resulta que nadie había conseguido domesticarlo porque nadie había visto su corazoncito de oro. Ya saben, el clásico duro-sensible. Al príncipe le entran ganas de que pasen cosas con Diana, pero ella dice no y no, en primera porque está casada y es una señora muy donosa para traicionar a su marido, por mucho que el prete sea príncipe de librea y todo, y en segunda porque el príncipe se va a casar con una dama italiana (una Médicis, para colmo, y ya sabes la famita de envenenadores que se gastan todos los italianos, aunque sea Médicis y no Borgia), y ella para esposa quizás, pero no podría traicionar los sentimientos de otra mujer... Hmmmmmm... ¿La verdad? Me aburrí de seguir reseñándola. Véanla ustedes mismos para enterarse de cómo termina. O mejor aún, no la vean y salven el dinero del DVD o el ancho de banda del download. O incluso mejor todavía, sáltense todo este asunto y vayan a leer un libro de historia de una buena vez, que daño no les hará, mis principescos humanitos.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Supongo que sucedió de esta manera. Era a mediados de los '50s. A una década de ganada la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto impuesta la paz y la democracia al mundo civilizado (bueh, no al bloque comunista, pero esos bárbaros rusos no eran civilizados, ¿vale?), era tiempo de que regresaran los buenos y viejos valores familiares. Era el tiempo de máxima infantilización de personajes como Mickey Mouse y el Pato Donald, todo en beneficio de la moral y las buenas costumbres, claro está (al lado, en lo de la WB, se dedicaron a la crítica social, pero para no herir sentimientos, tuvieron que hacerlo bajo el ropaje de la caricatura surrealista). Era la época en que los chicos, impecablemente vestidos de traje, sacaban a las chicas con sus peinados pin-up y sus faldas plato, a tomar milkshake y echar monedas en las rockolas para escuchar esos nuevos y curiosos ritmos semiafricanos. En aquellos años, para hacerle la competencia a la TV, vino un revival del epic clásico de toda la vida, lo que los yanketas llaman "Sword & Sandals" ("espadas y sandalias", lo que en buen ezpañó se llama "pelis de romanos"), y más modernamente ha derivado en Sandalpunk. Pero como el Imperio Romano tuvo sólo mil años de historias, y no todos ellos aprovechables, porque hay que ver lo aburrido del reinado de Antonino Pío en donde nadie apuñaló por la espalda a nadie (y también para evitar la fijación monomaníaca en Jesús, los mártires cristianos y los apóstoles), había que fijarse en otros períodos históricos. La MGM llegó así hasta un texto de un tal John Erskine, del que no tenemos mayores noticias, pero lo mencionamos porque queda chulo y cultureta, y trató de sacar un folletín estilo Corín Tellado de ahí. El folletín era sobre Diana de Poitiers, y se llama folletín porque antiguamente se publicaban por folletos, o sea por entregas, no porque en ella los personajes follaran como conejos, aunque la Diana histórica, parece ser que no era tan pavota ni tan high values como se nos muestra en la peli (de hecho, ella y el Príncipe Enrique, más adelante Rey Enrique II de Francia, parecen haber llegado a ser amantes, a pesar de que ella era veinte años más vieja que él... toda una diferencia hoy en día, y en aquellos tiempos de corta expectativa de vida, casi necrofilia). El caso es que la MGM decidió tomar la historia de esta mujer de valores muy XVI (ya saben, el matrimonio es para la política y los herederos, y las amantes para el placer), y transformarla en una heroína con los sólidos valores americanos de los '50s (familia y propiedad, particularmente familia). Los resultados están a la vista, y son... Pues, cómo decirlo... Repetiré lo dicho anteriormente. Vayan a leer un libro de Historia, que mayor provecho les hará, humanitos míos.

¿POR QUÉ VERLA?

-- La verdad, no se me ocurren demasiados buenos motivos por los cuales perder el tiempo con esta peli. Hecha para la sensibilidad más retroconservadora de los '50s, y puritana hasta la mojigatería, ha aguantado terriblemente mal el paso del tiempo. No sirve como documento histórico, porque son tantas y tan gruesas las desviaciones del trasfondo histórico, que no sabría ni por dónde empezar (veamos: Francisco I no murió a consecuencias de las heridas de su campaña contra Carlos de Borbón, el hermano mayor de Enrique no murió envenenado, ni tampoco murió después de haber sido coronado rey, la moral de los personajes no se ajusta ni por la casualidad del burro flautista a lo que eran las costumbres e instituciones propias del Renacimiento...). Y a pesar de ser vendida como una "basada en la histórica Diana de Poitiers", no se dejan atrás la burrada antihistoricizante de meterle un astrólogo ezque-Nostradamus que hace la famosa profecía de cómo va a morir Enrique II (los que conocen la biografía de Nostradamus me entenderán). Por último, como hemos defendido varias veces, uno puede soportar que se recuente la historia alterando detalles, si es que el resultado final es algo interesante (es arte, después de todo, no el The History Channel), pero es que ni siquiera eso. Porque el conflicto sentimental aquí está resuelto en las coordenadas del peor culebrón venezolano (con voz desfalleciente: "si, yo te amo, pero yo estoy casada y tú perteneces a otra mujer"...), amagan con hacer cumplir la profecía a media peli de una manera bastante cretina (por no decir homoerótica, eso del príncipe nadando en el agüita, de cacería, con su mejor amigo, después de echar a todos sus hombres a cazar a otro lado...), y en definitiva después de verla no queda nada, sino el haber visto un espectáculo ñoño y vacío. ¡¡¡Por Bastet, si hasta nuestro buen Miklós Rózsa pareciera estar fuera de lugar!!! (y eso que el venerable señor Rózsa ha compuesto soundtracks tan clásicos y poderosos como "Ben Hur" y "Rey de Reyes").

-- Después de poner a parir de esta manera la pobre peli, digamos un par de cosas buenas de ella. En primer lugar, el príncipe Enrique viene interpretado por un Roger Moore hecho un crío, el hombre. Sí, 16 años antes de ser James Bond (por primera vez en "Vive y deja morir"), Roger Moore fue Príncipe y luego Rey de Francia. Frente a la poco efectiva actuación de Lana Turner (no podría decir si por falta de talento actoral, que la Turner nunca se destacó por sus grandes dotes histriónicas, o si simplemente porque el papel de la prota era imposible de sacar adelante medianamente bien), Roger Moore da de lo más bien el tipo, partiendo como un rebelde, salvaje y bruto, siguiendo como un tipo algo más civilizado, y acabando como todo un Rey con gala y majestad, y haciendo que cada una de estas metamorfosis sean algo creíble. En segundo lugar está Marisa Pavan, la malvada Catalina de Médicis, pero que en realidad, si hemos de creer a la peli, estaba perdidamente enamorada de su marido (a pesar de ser un matrimonio de conveniencia), y que a pesar de los reclamos de castidad de Diana, le cobra inmediata ojeriza y por razones obvias (y bien merecidas, si me lo preguntan); esta Marisa Pavan es hermana de Pier Angeli, una actriz de cierta reputación en los '50s y '60s, y de verdad se roba el plato. Lo que le añade más inri a la peli: se supone que se trata sobre Diana de Poitiers (¡demonios, se llama "Diana" en el original, y "Diana de Francia" en el vertido al castellano!), su romance interruptus con el Príncipe, y la esposa malvada que es tercera en el triángulo, y miren ustedes como entre los otros se encargan de comerse a la prota con zapatos (actoralmente hablando, claro está).

IDEAL PARA: Bueh, bueh... Arqueólogos del cine y de las costumbres del siglo XX, fanáticos ultracompletistas de James Bond en general y de Roger Moore en particular, plañideras lectoras de Corín Tellado... Niños de seis años no, que en los tempranos '80s pasaba pero hoy en día con el PlayStation y Final Fantasy...

ENLACES.

-- (Ir a la página). Entrada en IMDb.
-- (Ir a la página). Artículo en la Wikipedia en inglés.

VIDEOS.

Lo siento, no hemos podido conseguir ningún video de esta peli.

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