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domingo, 13 de mayo de 2007

"La reina" (2006).


-- "The Queen". Inglaterra / Francia / Italia. Año 2006.
-- Dirección: Stephen Frears.
-- Actuación: Helen Mirren, Michael Sheen, James Cromwell, Alex Jennings, Helen McClory, Sylvia Syms, Roger Allam, Tim McMullan, Mark Bazeley, Douglas Reith.
-- Guión: Peter Morgan.
-- Banda Sonora: Alexandre Desplat.

-- "La Reina" en IMDb.
-- "La Reina" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Es un día tranquilo para Isabel II, la Reina de Inglaterra, porque es la única ciudadana de su reino que no tiene derecho a voto. Mira las elecciones con displiscencia, porque el ganador seguro es un renacuajo llamado Tony Blair, que pertenece al detestado Partido Laborista, y que promete cambiar Inglaterra, modernizar las instituciones, blah blah blah, y además su esposa es conocida por su marcada actitud "echemos a los parásitos", refiriéndose por parásito a la institución de la Corona, que chupa una porción apreciable del presupuesto de Inglaterra y no le trabaja un puñetero cuarto de hora a nadie. Cuando llega Tony al Palacio, para cumplir con el ritual de que la Reina le pida conformar Gobierno (¡Señor, no podía ser un cambio de mando puro y simple, cómo les gusta complicarse a estos inglechutes!), el flamante y descolocado nuevo Primer Ministro mete pata tras pata (y eso que sólo tiene dos, eso es dedicación) en el protocolo. Las relaciones iban a ser cordiales, pero frías como culo de foca, hasta que algo pasa. La Princesa Diana, antigua nuera de la Reina por haber estado casada con el Príncipe Carlos, queda hecha quesillo de cabra dentro de un automóvil, en París, mientras andaba de rumba con un millonario egipcio. La Reina se lo toma con displiscencia, porque esa niñita no le gustaba nada, mira tú la de insolencias que había acumulado respecto de la Corona, y so pretexto de sacar a los hijos de Carlos y Diana (sus nietos) de circulación, abandona Londres. El problema es que Diana era ultraquerida por sus súbditos, y por ende, a éstos les cae pésimo la actitud gélida de la Reina de las Nieves. Por su parte, Tony Blair tiene sus propios problemas, porque a pesar de que está capitalizando todo el fervor popular, dentro de su corazoncito siente que esa antigualla del oscurantismo medieval llamada Corona Inglesa debería marcar el ejemplo, liderar a Inglaterra, y etcétera. ¿Conseguirá nuestro heroico Tony Blair salvar a la Reina y sus adláteres de sí mismos y evitar nada menos que el derrocamiento de la monarquía más prestigiosa de Europa...?

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

La historia de Diana de Gales es conocida. Durante siglos, los príncipes y los reyes tenían la esposa legal y oficial, y al lado algunas putitas con o sin certificado de tales, que se encargaban de suministrarle al susodicho un poco de amenidad y variedad. El príncipe Carlos tenía la suya, claro está, pero como a esa piel la habían curtido muchos peleteros, tuvo que buscarse una virgen bien linda y dije, que sirviera para ser una Reina tranquila y silenciosa, porque él de agallas para abdicar al trono por una mujer, como su tío abuelo Eduardo, nada (véase "Wallis y Edward"). Pero eso de ser la segunda mujer dentro de su propio matrimonio no iba con Diana, la chica de finales del siglo XX, y apenas Carlos intentó reeditar las andadas de sus ancestros, ella dijo ¡no!, se buscó sus propios palafreneros para el trabajo de montura, y finalmente el cuento de hadas acabó en novela negra con divorcio. Y bien negra, porque tiempo después, cuando Diana había encontrado por fin la felicidad (¿quién sabe?) y todas esas cosas ñoñardas propias de sandófilas sin una vida propia, terminó como un bonito cadáver en una morgue de París. El incidente le costó años de impopularidad a la monarquía, y también un enorme capital político al por entonces rockstar de la política que era Tony Blair (antes que se le ocurriera la enorme estupidez de secundar a George II de América en su cruzada contra Irak, porque más estúpido que el estúpido, es el estúpido que sigue al estúpido). Quizás por eso era material más o menos intocable. Hasta ahora. Porque la productora Pathé se atrevió con él, y mandó llamar a Stephen Frears como director. Por supuesto que el señor Frears es de los buenos, pero ¿era suficientemente bueno como para el trabajo...? A juzgar por los resultados, la respuesta es un caluroso sí.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Helen Mirren. Ella ES la Reina Isabel. Uno prácticamente se olvida de que ella es sólo una actriz. Ha sido muy aplaudida su caracterización física y el trabajo gestual, por supuesto, pero la espectacularidad del resultado opaca otro gran logro de la señora Mirren, cual es crear un verdadero ser humano y no un mero personaje de guión. Isabel en versión Mirren es una persona que, detrás de su contención y su parquedad, esconde un mundo de sensaciones y situaciones distintas. Cierto es que le proporcionaron un estupendo guión, pero ella se encarga de darle a ese rosario de palabras una contextura única. A la larga, es gracias a ella que esta película no es un vulgar panfleto, monárquico o antimonárquico tanto más da, sino que trata verdaderamente de una situación real. Dicen que la ovacionaron en el Festival de Venecia durante cinco minutos completos. Se lo merece. Y más.

-- El resto del elenco está también al máximo. Michael Sheen compone un Tony Blair inseguro y dubitativo, pero que a la hora de la crisis es capaz de afrontarla con serenidad, pies de plomo, y una persistencia increíble; servidor quien esto escribe se acordó de la biografía de la Reina Victoria que escribiera Lytton Strachey, y de una biografía más reciente de Disraeli, en donde refleja una situación análoga (Primer Ministro que debe casi cortejar a la reina para poder gobernar tranquilo). James Cromwell como el rey consorte está bien, pero para sus estándares, "bien" es un poquito flojo, además que la caracterización no le ayuda mucho que digamos (digan lo que digan, Cromwell tiene un parecido apenas superficial con Felipe de Edimburgo). Alex Jennings entrega un Príncipe Carlos por fuera estatuario y fuerte, pero que por dentro es un cobarde de marca mayor, por no decir un monigote. Y mención aparte se merece Sylvia Syms como la Reina Madre, que casi casi termina en personaje cómico, pero no.

-- Stephen Frears. Es probable que este filme pase a la posteridad como su obra maestra. A primera vista, la elección de Frears como director era contraproducente, y no por falta de talento. En los tempranos y rebeldes '80s, Frears filmaba cine social inglés, pero desde la trinchera contestataria y antiTatcher, con filmes como "Ropa limpia, negocios sucios" y "Sammy y Rose van a la cama" (con Miranda Richardson antes de hacerse famosa como la mala de "El juego de las lágrimas"). Después, con la soporífera "Relaciones peligrosas", enfiló hacia el cine hollywoodense, con la corrosiva comedia "Héroe por accidente", la infravalorada peli de terror "El secreto de Mary Reilly" (el mejor papel de Julia Roberts, probablemente), y la comedia culterana otra vez con "Alta fidelidad". Con semejante currículum, ¿alguien podía predecir que lo haría bien? ¿No saldría una película de denuncia, o un lisérgico retrato de la aristocracia, o una peli de humor irreverente? ¡Pues no, señores! Todo lo contrario, pareciera ser que Frears se ha encontrado por fin a sí mismo. "La reina" tiene un poco de todo su cine anterior, incluyendo comedia, denuncia, dramas personales y aristocracia, y esa cosa tan indefinible que podemos llamar el "ser inglés", pero dosificado y en su punto. Consigue el casi imposible de ser un fiel y respetuoso retrato de la monarquía inglesa, y al mismo tiempo ironizar sutilmente sobre ella. Le impone al filme un tratamiento austero que a ratos pareciera tener más vocación de telefilme que otra cosa, en particular por los insertos de videos y noticiarios de la época (el presentar a Helen Mirren mirando a la cámara a la derecha, y a la izquierda grabar en grande "The Queen" es casi de Hallmark Channel), pero esto, que en otro director sería una chapucería de marca mayor, aquí sirve para bajarle el perfil a la historia y evitar un tono grandilocuente que derivaría fatalmente en el panegírico. Frears no se sale un milímetro de la historia que está contando, y aún así, se las compone para insertar morcillas que dejan caer algunas insinuaciones bien pesadas, como por ejemplo la escena en la cual el rey consorte se pone a criticar a Diana por no aguantarle los amoríos a Carlos, e Isabel lo mira significativamente (sin que él se percate).

-- La banda sonora acompaña discretamente. No es deslumbrante ni mucho menos, pero cumple con ser un soporte discreto para la película, y por eso también merece un aplauso.

-- Aunque ya lo habíamos dicho, la película no cae en el panfletarismo. Es más, la conclusión de la misma parecería ser que todo debe cambiar, para que todo siga igual. En Isabel y Tony se enfrentan dos fuerzas titánicas, la del conservadurismo y la de la innovación, y la película se toma todo el tiempo del mundo en explicar las posiciones de cada uno. A fin de cuentas, pareciera reflexionar la peli, se trata de hacer las cosas por pragmatismo y por el bien de la nación, y en esto, a veces hay que ceder y aflojar. Tanto la modernización extrema como el tradicionalismo extremo son nefastos, no en cuanto tales, sino que cuando son llevados hasta un límite demasiado lejano. Al final, la única salida que le quedará a la monarquía, y en realidad a toda Inglaterra, es que Tony Blair aprenda a convivir con la monarquía, pero también a Isabel que aprenda a convivir con un tiempo y una época nueva, para la cual está menos preparada que nadie.

IDEAL PARA: Ver una gran película histórica, una película con grandes caracterizaciones, y en realidad una gran película a secas.

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