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jueves, 1 de mayo de 2014
"Ladrón de bicicletas" (1948).
-- "Ladri di biciclette" (título original en italiano), "Bicycle Thieves" (título en inglés para distribución internacional). Italia. Año 1948.
-- Dirección: Vittorio De Sica.
-- Actuación: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Vittorio Antonucci, Giulio Chiari, Elena Altieri, Carlo Jachino, Michele Sakara, Emma Druetti, Fausto Guerzoni.
-- Guión: Cesare Zavattini, Suso Cecchi d'Amico, Vittorio De Sica, Oreste Biancoli, Adolfo Franci y Gerardo Guerrieri, basados en la novela de Luigi Bartolini.
-- Banda Sonora: Alessandro Cicognini.
-- "El ladrón de bicicletas" en IMDb.
-- "El ladrón de bicicletas" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Italia, después de la guerra (la WWII, sí, pero cualquier guerra sirve igual, si los italianos ya tienen reputación de ser los soldaditos de chocolate de Europa...). Mientras la economía anda por los suelos y ronda el fantasma del comunismo, un pobre ciudadano trata de conseguirse un empleo saltándose a cincuenta o cien otros candidatos. El empleo consiste en pegar carteles con engrudo por la calle, y para eso se requiere tener bicicleta propia. Nuestro prota es pobre de solemnidad, y dice que sí, que puede tener el empleo, aunque ha mentido en un detallito: la bicicleta está empeñada. Pero para qué el hombre tiene domadora, si no es para solucionarle la vida, que ésta no es una vaporosa esposa hollywoodense sino una italiana de sangre latina de armas tomar, que cuando se entera del asunteque, agarra las sábanas, las empeña, y con el dinero desempeña la bicicleta, y asunto arreglado. Si esto fuera una peli hollywoodense veríamos escenas a lo Rocky con música rock mientras el tipo se gana la vida pegando carteles hasta que tiene su gran última oportunidad, enfrenta un último desafío, y con eso recupera su dignidad y cuento de hadas garantizado. Pero esta peli es italiana, y neorrealista para colmo, así es que nada de eso. Lo que viene ahora, es que le roban la dichosa bicicleta en la calle. Tal cual. Nuestro prota sale persiguiéndola porque, bueno, ya sabemos que si te roban la bicicleta en la calle, vas a tener que poner a trabajar a media Corte Celestial haciendo milagros de tiempo completo para recobrarla, pero como por otra parte es un desempleado con nada que perder y todo que ganar, pues vamos a buscarla. Con la ayuda del hijo. A lo largo de un día completo, nuestro prota deberá afrontar la tarea ímproba y hercúlea de dar otra vez con la bici, de salir adelante, de rascarse con sus propias uñas...
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
En los '30s, gracias a la injerencia de Benito Mussolini, se fundaron los estudios Cinecittà, y durante muchos años, dichos estudios le dieron su sello de fábrica al cine italiano, con pelis destinadas a cantar los fastos de la Italia de Mussolini a través de documentales y dramas históricos. Pero una vez que el cadáver de Mussolini fue convenientemente pateado por la turbamulta desagradecida con toda la opereta que Il Duce les había dado en vida, la generación de cineastas italianos post-45 decidió que ya estaba bueno, que el cine italiano había sido demasiado artificioso durante demasiados años, y había que volverse hacia el pueblo con un estilo de cine que cantara las miserias de la Italia post-guerra (había su punto de política acá, porque si Il Duce había gobernado con la derecha, el neorrealismo tendería a hacer un cine de izquierdas). O sea, continuar la misma guerra con otros medios, porque el Fascismo era el grito de los quejicas italianos porque "nos dejaron abajo en la Primera", y el Neorrealismo, como se le llamó a este movimiento, era el grito de los quejicas italianos porque "nos dejaron abajo en la Segunda". El caso es que durante la segunda mitad de los '40s, y de manera algo más suave en la primera de los '50s, los cineastas italianos se lanzaron a producir pelis en locaciones naturales, con actores no profesionales (para que vean, jóvenes culturetas, que Dogma 95 no inventó nada, y con el mismo pretexto en términos cinematográficos además). Entre las varias que salieron en la borrachera naturalista, la joya de la corona es probablemente "El ladrón de bicicletas".
¿POR QUÉ VERLA?
-- Ustedes deben haber visto más de alguna de esas pelis pesadillescas en que, so pretexto de "mostrar la realidad" y hacer "cine de denuncia social", se cometen toda clase de tropelías respecto de las actuaciones (deplorables), el guión (que oscila entre lo mal armado y el folclorismo puro), y la estética (feísmo para camuflar la falta de imaginación). Bueno, por suerte "El ladrón de bicicletas" no incurre en ninguno de esos pecados. Es una peli neorrealista, sí, y es una peli de denuncia social, también, y tiene actores no profesionales y está filmada en locaciones, además, pero acá el señor Vittorio de Sica no olvida que lo principal del cine, o del cine de ficción al menos, no es hacer discursos ni denuncia panfletaria, sino contar historias, y si hay un segundo objetivo entre líneas, es mejor dejárselo a la inteligencia del espectador que vocearlo y supeditar toda la peli a una intención didáctica o pedagogizante. En ese sentido, esta peli neorrealista se concentra íntegra en contar el drama (el dramón, podríamos decir) del pobre empleado que debe sobrevivir con lo puesto y poco más en la Italia posterior a la guerra. Por supuesto que todo es una denuncia social de proporciones, pero ésta se encuentra convenientemente hilada en la historia, de manera que si quieres ver una historia simple y llana, la ves, y si además te haces eco de los numerosos golpes bajos, pues también. Porque de haberlos, los hay (los golpes bajos, quiero decir). Como por ejemplo que el pobre proletariado italiano, cuando pega carteles de pelis en la calle, ¿qué peli es ésa? Pues "Gilda", nada menos, que es una de las cumbres del cine alienante de Hollywood en la época de rodarse esta peli. O como la escena de la conversación en una trattoria mientras papi e hijo están comienzo pizza, y con algunos delicados trazos respecto de los niños comensales de una mesa vecina, apreciamos la enorme diferencia de clases entre las dos Italias, la de los pobres que la pasan mal porque han perdido una guerra, la inflación los tiene hasta el cuello y el Gobierno casi no funciona, y la de los ricos que venga la crisis que venga, justamente por ser ricos tienen los medios necesarios para subsistir y mantenerse en la cúspide de la escala social, que después de todo la gente como uno debe defenderse de esos roteques de mierda que quieren cambio social, si para qué, con lo felices que son con su vida simple. Pero como decíamos, todas éstas son pinceladas. Vittorio de Sica nunca deja de hablar de sus personajes para plantarse en la plaza del pueblo (cinematográfica) y pontificar sobre las miserias de la Italia de su tiempo: le basta con mostrarlas integradas en la trama, y con eso tenemos un mensaje social más potente que muchas pelis lacrimógenas acerca de los pobrecitos pobres que tanto la sufren porque toda la sociedad los odia y todo eso. Además, la peli no hace la dicotomía "pobre bueno versus rico malo", en primera porque no aparecen muchos ricos (salvo la mencionada escena de la trattoria), y en segunda porque vemos un prolijo cuadro de múltiples gentes "de la baja", y vemos cómo algunos son buena gente y tratan de salir adelante con honradez, mientras que otros son unos cabrones a los que con el pretexto de que "somos pobres" se dan el lujo de hacer lo que se les pega la gana, total... "son pobres".
-- Los actores están brillantes. Vale que no son profesionales, son extraídos de la calle para conseguir actuaciones naturalistas y todo eso, pero aún así, cualquiera que se haya plantado delante de un público sabe lo complicado que es incluso interpretarse a sí mismo y salir airosamente del paso. La dupleta conformada por el padre y el hijo (Lamberto Maggiorani el padre, Enzo Staiola el hijo) crean dos personajes queribles y memorables. El padre es un hombre honrado, pero no es un superman que soluciona las cosas con ingenio, sino que como cualquier peatón, hace lo que puede con lo que tiene, y a pesar de que el mundo está literalmente viniéndosele abajo, tiene en casi todo minuto el coraje para defender a su hijo, protegerlo y quererlo. El hijo, por su parte, no es un niñato iluminado que "en su inocencia es más inteligente que sus mayores", sino que de verdad es un crío que no alcanza a comprender lo que ocurre, aunque entiende, y muy bien, que las cosas no van bien e irán incluso peor. Y aunque aparece más bien poco, Lianella Carell como la rotunda esposa del prota, está de maravillas. Impagable es la escena entre ambos en que ella se deja unos poquitos cuartos en una adivina, en vez de ahorrarlos, ante las acerbas críticas de su esposo por tirar el valioso dinero de esa manera, sólo para después descubrir que él mismo, en la hora suprema, necesita "ir a Canosa" y consultar a la misma adivina, menos por obtener una solución que por la aplastante necesidad espiritual de obtener una respuesta a sus complicaciones, que venga desde más allá del limbo de la vida cotidiana (en un interesante guiño a la inteligencia del espectador, la adivina es presentada como una aprovechadora que toma ventaja de la credulidad de la gente simple para sacarles el dinero y vivir sin dar palo al agua, pero también se deja ver que aún sin darse cuenta, presta un servicio social valioso, dando esperanzas a la gente que no la tienen... cada uno interprete todo esto a su manera). A la vez, el elenco y galería de personajes secundarios es lo suficientemente rico como para tener la pintura completa.
IDEAL PARA: Ver una joya sobre pobreza y riqueza, y sobre valores humanos.
VIDEOS.
-- Trailer de la peli [en italiano, sin subtítulos].
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