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martes, 18 de febrero de 2014
"Las manos de Orlac" (1924).
-- "Orlacs Hände" (título original en alemán), "The Hands of Orlac" (título en Estados Unidos). Alemania / Austria. Año 1924.
-- Dirección: Robert Wiene.
-- Actuación: Conrad Veidt, Alexandra Sorina, Fritz Kortner, Carmen Cartellieri, Fritz Strassny, Paul Askonas.
-- Guión: Louis Nerz, basado en la novela de Maurice Renard.
-- Banda Sonora: Henning Lohner (reversión de 1998), Paul Mercer (reversión de 2008).
-- "Las manos de Orlac" en IMDb.
-- "Las manos de Orlac" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
¡Oh, mi amor, mi pichoncito, mi pedacito de Himmlischentaube, viene en un tren! ¡Y viene a verme a mí, su amante esposa, que lo espero con los ojos soñadores y los sobreactuados gestos vaporosos propios de las pelis del cine mudo! Pero la tragedia siempre ronda allá afuera, o de lo contrario no habría peli. El tren se descarrila, y al pobre tipo deben buscarlo entre los escombros. Lo rescatan, sí, pero a un precio: sus manos han quedado buenas para hacer chistes sobre "manos muertas" y similares (¿cruel yo? ¡Cruel la peli que escenifica esto en primer lugar!). Ahora bien, esto no lo hemos dicho, el tipo accidentado, el tal Orlac, es un renombrado pianista internacional que blahblahblah, de manera que sus manos tienen un valor sólo comparable a las piernas de Naomi Campbell o al cerebro de Stephen Hawking (después de todo, cada uno vale por lo que más usa), y deben ser salvadas a toda costa. Imperiosamente. Aunque eso signifique incurrir en el reino prohibido de cosas que el hombre no debería saber, el territorio salvaje de los... ¡¡¡TRASPLANTES DE ÓRGANOS!!! ¡¡¡UAAAAAÁ, TENGAN MIEDO!!! El caso es que, como todos sabemos, los transplantes de órganos son una tecnología maldita, todos deberíamos entregarnos en las manos de Dios, la ciencia es el demonio, etcétera, y cuando le instalan unas manitas, se trata de aquellas de... ¡un asesino en serie! Y poco a poco, nuestro héroe se va chalando y cayendo en la espiral de la demencia, porque... ¡sus manos son las manos de un asesino! ¡Ya no podrá tocar nunca más a su esposa con esas toscas manos de carnicero de hombres! (Y suponemos que tampoco lass uns Liebe machen...). De esta manera, el shock postraumático, la falta de tocatas de piano, y la autoimpuesta abstinencia sexual, lo van convirtiendo en... ¿un asesino serial...?
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
La novela "Frankenstein o el Moderno Prometeo" de Mary Shelley (1817), marcó un antes y un después en la Literatura Universal, y por qué no decirlo, también en el imaginario colectivo. Esta novela fue la primera que abordó desde una perspectiva que podríamos llamar moderna, científica, el tema de la bioética. A partir de entonces, llovieron las novelas sobre científicos locos, malvados o simplemente pasados de la raya, dedicados a monstruosos experimentos que juegan con el cuerpo humano, traspasan los límites de lo que el hombre debería saber, y en última instancia son una amenaza contra la Humanidad. A una escala mayor se trata también del miedo atávico que la sociedad siente contra los científicos, habida cuenta de que cada nuevo invento pareciera cortar oportunidades de trabajo, y aún negar nuestra propia esencia, blahblahblah. Es un temor bastante explicable, por cierto, porque es cosa de ver todo lo que ha conseguido la ciencia en un par de siglos, para ponerse a retemblar acerca de qué pasa si todo eso cae en malas manos, como las del doctor Mengele, las de Bill Gates, o las de Teilhard de Chardin. Pero por otra parte, después cuando esos avances están disponibles y mejoran el nivel de vida de las personas (o nos proporcionan la oportunidad de ver el Mundial de Fútbol Brasil 2014 en High Definition), pues que nadie se queja, vamos. Pero volviendo al tema de la bioética, resulta que un novelista retrofuturista llamado Maurice Renard, que escribía Ciencia Ficción cuando el engendro literario ni siquiera pensaba en llamarse Ciencia Ficción, escribió una novela en la que se hace un pequeño experimento frankensteniano, metiéndole las manos de un asesino en serie muerto a un pianista vivo, y entonces el pianista empieza a identificarse cada vez más con el asesino. Porque sabemos que las dichosas manos no son sólo un conjunto de células que en otro término estarían muertas, sino que portan consigo la esencia o élan vital (el charlatán ése de Bergson es de la misma época), igualito a como si le tomas la fotografía a un nativo le succionas el alma, y etcétera. Claro, hoy en día que tenemos transplantes día sí y día también, cuando hay donantes (¿ven como también a través de la ironía muestro que tengo un punto de conciencia social?), y por lo tanto el concepto es un tanto risible. Pero en esos tiempos medicozoicos, la idea causaba espanto y pavor. Lo suficiente como para que Robert Wiener, director bien instalado en el Olimpo del cine mudo gracias a la precedente "El gabinete del doctor Caligari", se interesara en su adaptación. El resultado es una de las joyitas del cine expresionista mudo. Lo que quiere decir que, salvo cinéfilos terminales, hay que armarse de paciencia para sentarse a verla...
¿POR QUÉ VERLA?
-- Vista hoy en día, "Las manos de Orlac" se ve enormemente avejentada (bueno, como las ocho novenas partes del cine mudo), con resortes narrativos y vueltas de tuerca que hoy en día suenan tremendamente manidos, de tanto que han sido explotados. Pero en su tiempo, esta peli fue más o menos revolucionaria. De hecho, es la primera peli que aborda el tema de "mis manos me están poseyendo y me impulsan a cometer crímenes", que después será reversionado en pelis como "Las manos de Orlac" de 1935, el "Dedos macabros" de 1946 o "La mano" con Michael Caine. Y una de las que lleva más lejos las consecuencias de la premisa. Piénsenlo. ¿Qué harían ustedes sin sus manos? Probablemente muy poco o nada. Quizás fueron nuestros grandes y jugosos cerebros los que nos permitieron salir de la sabana africana, inventar la civilización y conquistar el mundo, pero esos grandes y jugosos cerebros no hubieran servido de nada sin buenos manipuladores capaces de crear herramientas, hundir espadas en el pecho de otros tipos con grandes y jugosos cerebros y buenos manipuladores, y apretar botones rojos conectados a silos de misiles balísticos intercontinentales. Si no, díganselo a los delfines de qué les aprovechan sus pliegues cerebrales. A ver, cetáceos, díganme... ¿quién tiene el arpón por el mango, AH??? (Bueno, los gatos no tenemos manos, pero sabemos ronronearle a los humanos con manos, porque eso del trabajo obrero, como que no se nos da). Pero, volviendo al tema... ¿qué pasaría si la relación se invirtiera, si las manos se apoderaran de tu mente y te dominaran? Y más interesantemente aún, ¿qué pasaría si eres una persona de buen vivir, bien apegado a las costumbres sociales, que de pronto tuviera la ocasión de liberar sus más bajos instintos, porque tus manipuladores no te responden? La peli no sólo es pionera en tratar este tema, sino que también le da probablemente el mejor acabado sobre el tema que vemos en el cine. Quizás lo único que desmerece un poco a esta peli, más allá de la santa paciencia que se debe tener para verla, es un final ingenioso y rompedor, sí, pero también un poco atrabiliario, resuelto de manera un tanto facilona, incluso con recursos que harían avergonzarse a un folletín de época o a una soap opera moderna. Pero es una solución válida e interesante para rematar la peli, de todos modos.
-- Además de lo anterior, esta peli es Expresionismo alemán en estado puro. Déjenme ponerles al corriente. A comienzos del siglo XX, cuando el cine todavía estaba asentándose como medio de expresión cinematográfica, hubo una corriente artística, el Expresionismo, que postulaba a grandes rasgos que el arte debía mostrar de la manera más acusada y exagerada posible las vivencias emocionales de las personas, en vez de la fría y ponderada realidad objetiva de allá afuera. "Las manos de Orlac" es una muestra de este tipo de cine, remarcando todo el periplo vital del prota desde esa perspectiva distorsionada de la realidad, tratando de meterse en los procesos mentales de esa cabeza volviéndose loca gracias a sus manos de dedos traviesos. No debemos olvidarnos, por supuesto, de que en esa época el Psicoanálisis estaba de moda. Tampoco, que fue rodada en una Alemania sumida en la miseria económica, obligada a ser la niña modosita de Europa a despecho de su Lebenschicksal, que de buena gana le hubiera saltado al cuello de Inglaterra y Alemania para estrang... pero estamos hablando de arte, de nada más que arte, ¿verdad? El caso es que "Las manos de Orlac" es una pieza maestra dentro de esa manera de ver y entender el cine. Su director Robert Wiener no sólo dirigió la pieza capital del género ("El gabinete del doctor Caligari"), sino que además su prota (Conrad Veidt) participó de esa pieza igualmente como uno de los coprotagonistas (el sonámbulo Cesare, por más señas).
IDEAL PARA: Ver una peli un poco difícil para los estándares de hoy en día, pero seminal para el cine de terror, y para el Expresionismo cinematográfico como movimiento.
VIDEOS.
-- Trailer para DVD de la peli [en inglés, sin subtítulos].
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