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jueves, 29 de diciembre de 2011

"El motín del Caine" (1954).


-- "The Caine Mutiny" (título original), "El motí del Caine" (título en catalán). Estados Unidos. Año 1954.
-- Dirección: Edward Dmytryk.
-- Actuación: Humphrey Bogart, José Ferrer, Van Johnson, Fred MacMurray, Robert Francis, May Wynn, Tom Tully, E.G. Marshall, Arthur Franz, Lee Marvin, Warner Anderson, Claude Akins, Katherine Warren, Jerry Paris, Steve Brodie.
-- Guión: Stanley Roberts, con diálogos adicionales de Michael Blankfort, basados en la novela de Herman Wouk.
-- Banda Sonora: Max Steiner.

-- "El motín del Caine" en IMDb.
-- "El motín del Caine" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

La Segunda Guerra Mundial mundialosa del mundo. Un chico muy pirulo y majo ha terminado sus estudios, y mami, una socialité que tira p'atrás, saluda a su niñito y su regalón y su esto o aquello. Esto, para indignación de una chica que anda de noviecita con el tipo, y el tipo jamás se la presenta a mami, no vaya a ser cosa que a la vieja le de soponcio, porque la chica es... ¡cabaretera! Ya ven que el complejo cabaretero-industrial no fue inventado por ID4. El caso es que el tipo es llamado a servir en un dragaminas llamado el Caine. Cuando llega, el buque se ve muuu macho molón, pero nada más abordar y ver no el lado que da a la costa, sino el que da a la mar, descubre que la tripulación son un montón de gañanes que tienen las páginas del reglamento para pasárselas por toda la largura y anchura del agujero mientras van al baño. Al principio, nuestro chico nuevo está mosqueado, pero le empieza a tomar el pulso a aquello que todas las pelis sobre servicio de esto o aquello nos han enseñado, que una cosa es la teoría que aprendes en la academia y otra muy distinta la realidad en que nada funciona como la teoría predice, porque si los tipos que enseñan la teoría realmente supieran del asunto, no estarían perdiendo el tiempo enseñando teoría sino que se estarían forrando con ella en primer lugar. Andando el tiempo, nuestro chico se acostumbra, e incluso se manda una escapadita con la chica, que como es cabaretera y no una señorita bien, pues no le hace ningún asco a esa clase de conducta que las damas decentes y recatadas de los '40s no se atrevían sino hasta después del matrimonio. Pero mientras tanto, las cosas van a cambiar. Porque el viejo chanquete que fungía de capitán, es sacado de circulación, y llega otro capitán que es muuu por el reglamento y todo. Esto le sienta muy mal a la tripulación, porque una cosa es que los marinos estén obligados a respetar un reglamento de disciplina para que las cosas funcionen bien, y otra cosa muy distinta es tener que obedecerlo de verdad. Si además le sumamos que el capitán resulta tomar algunas decisiones muy discutibles en pleno tiempo de guerra, las semillas para un motín están echadas. Pero, esto es sólo ficción, ¿verdad? Después de todo está basado en una novela, y un cartelito al comienzo de la peli nos ha informado que nunca ha habido un motín al interior de la U.S.Navy. Y todo esto es fantasía, ¿no? ¿Verdad...?

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Algunos desinformados piensan que el cine militarista de Hollywood partió con Jerry Bruckheimer y cosas como "Top Gun", conocida también como "esa de aviones que es un spot publicitario de reclutamiento de dos horas para homos enclosetados". Pero desde que el cine es cine, y en particular desde la Segunda Guerra Mundial, que el Ejército de los Estados Unidos aprendió lo importante que es sembrar una buena imagen. Financiar y asesorar pelis con milicos es un negocio redondo, porque por un lado se promueven las bondades de la vida militar para el frente interno, para que no escaseen las conscripciones, y por el otro se muestra in extenso todos los argumentos por los cuales Estados Unidos tiene el mejor derecho para intervenir militarmente allí donde le vibra el ojete del culo porque después de todos somos "loh buenoh", y el resto del mundo a callar, porque, ¿no viste la peli...? La cosa llega a veces hasta extremos ridículos, como que el Ejército de Estados Unidos estaba muy interesado en asesorar "El día de la independencia" (sintomáticamente, otra peli de milico-con-bataclana) porque allí los Joes le ponen el culo en compota a los malvados y faceless extraterrestres, pero cuando descubrieron que en el guión se hablaba del Area 51 dijeron que, ah-no, eso me lo sacan o se las van arreglando solitos. En los '50s, el cine bélico yanketa vivió una breve edad de oro gracias a los créditos de la Segunda Guerra Mundial, que como la ganaron ellos, pues a hacer pelis sobre el tema, que para eso es el cine, para que nos sintamos bien mirándonos el ombligo sobre lo chulos que fuimos. Aunque entre medio igual se infiltraron algunas cosas raras. Como ésta, por ejemplo. Que es una constante y absoluta glorificación del estilo de vida miliconaval, pero en el cual el "villano" es un capitán medio ido de la chaveta. Cosas veredes, y en Hollywood...

¿POR QUÉ VERLA?

-- No creo exagerado afirmar que ésta es una de las mejores pelis bélicas que se han rodado jamás. Resulta curioso como los culturetas de toda la vida que se quejan del "cine comercial" porque los yankis son los buenos, acá tienen que pasar en mutis y cerrar la estúpida bocota porque en esta peli la U.S. Navy es la Fuente Suprema De Todo Bien, y aún así la peli es buena. La Armada tenía sus reparos en darle el visto bueno al asesoramiento de esta peli, en primera por presentar a un capitán de barco medio majareta (¿y a esos tipos les confían el mando y la responsabilidad sobre decenas de hombres...?), y en segunda porque los buenos son los amotinados (¡socavan la autoridad! ¡horror! ¡a dónde iremos a parar! ¡qué vendrá después! ¿barbones con camisas afuera manifestándose con canciones folk contra la guerra en las calles de Washington?). Pero al final lo hicieron, y el resultado es cuando menos folclórico. Cada uno puede ver lo que quiera. Si quieres ver una peli en donde la Armada queda en ridículo por su excesiva adoración por el reglamento y la supresión de toda función cerebral relacionada con el conectar una neurona con la siguiente, entonces estás bien. Y si no te gusta, siempre te puedes quedar con ese gran final en que los amotinados, por mucho que estén en lo correcto y hayan salvado el día, se llevan un rapapolvos monumental porque al final la Armada siempre tiene la razón (aunque se equivoque).

-- ¿Hasta qué punto las reglas son las reglas? ¿Para qué sirven? ¿Qué pasa si se las desobedece? ¿Incluso en caso de un bien superior? Esta peli plantea todos esos problemas, y los resuelve de una manera en general superlativa. Veamos: la Armada tiene un estricto sistema de reglas para que los hombres puedan funcionar adecuadamente en cada una de las circunstancias que se pudieren presentar en la vida militar. La eficiencia en combate, sabido es esto, depende en buena medida de la rapidez: soldado que piensa es soldado que expone preciosos segundos de vida al fuego enemigo, por no hablar de sus compañeros. Pero cuando esa adhesión se transforma en un ridículo ceñirse a las normas por el amor de ceñirse a las normas, algo anda mal. Eso es lo que pasa con nuestro capitán. En principio, bien mirado, no hay nada reprochable en su conducta. El tipo llega a un barco hundido hasta el pescuezo en la indisciplina más generalizada, y al imponer el reglamento no hace más que cumplir con el trabajo para el que se le paga. Pero los marinos, acostumbrados a una vida de lasitud, se toman esto muy a mal. En cierto incidente con ciertas frutillas, diera la idea de que el capitán es un exagerado, pero resulta que en un punto tiene razón: la comida no se puede desaparecer bajo ninguna circunstancia a bordo, por la sencilla razón de que en algún minuto pueden verse desconectados de la línea de suministros, en cuyo caso deberán depender como grupo humano de los alimentos que tengan a mano. El motín mismo presenta una situación muy compleja: no parece tan claro que los amotinados sean los salvadores de la situación y el capitán haya estado equivocado desde el principio. Como bien lo apunta un personaje, hay tres naves perdidas en una tormenta, pero otras 197 se salvaron sin necesidad de un motín. Al final, la peli presenta una conclusión bastante ambigua, con un hálito incluso trágico. Porque los amotinados, para cumplir su trabajo, e incluso salvar el pellejo no por cobardía sino para seguir cumpliendo con su trabajo en el futuro, se saltaron el reglamento en circunstancias más que dudosas para ello. Si se amotinaban, estaban matando lo que más amaban: la integridad de la Armada como un cuerpo unitario de reglamentos y hombres destinados a un fin común que es la defensa nacional. Si no se amotinaban, traicionaban la causa común al arriesgar el dejarse morir a cambio de nada. ¿Valía la pena, para preservar el reglamento, el sacrificio de los hombres? Esta peli tiene la inteligencia de dejar las preguntas flotando en el aire, sin una respuesta definitiva: es la inteligencia del espectador la que debe arribar a ciertas conclusiones, ya que la peli misma no va a tomar partido. Y una peli profunda y que además respete la inteligencia del espectador, es una joya rara en el género bélico, tan dada a los maniqueísmos en general (bien sea en la variante militarista de toda la vida "nosotros los buenos versus ellos los villanos", bien sea en la vertiente antibélica "pacifistas víctimas versus belicistas inhumanos").

-- Esta peli significó el regreso al primer plano del director Edward Dmytryk, luego de haberlas visto canutas en la época de la Caza de Brujas en Hollywood. Dmytryk no es lo que llamaríamos un director de primera línea (en realidad, como tantos otros, es más un buen artesano que un artista en todo el amplio sentido de la palabra), pero sabe dónde colocar una cámara y cómo imprimirle ritmo a la peli, que dura más de dos horas y en ningún minuto se hace larga o pesada, aunque en el fondo la historia tenga muy poca acción (se ambienta a bordo de un buque en la Segunda Guerra Mundial, pero no tenemos más que una escena de combate, y ésta se resuelve en buena medida y por cuestiones presupuestarias, con los inevitables insertos de videos de combate real de la época). En cuanto a la célebre escena de la tormenta, la verdad es que incluso en la actualidad se ven temibles. Uno piensa por ejemplo en todo el CGI que le echaron para "La tormenta perfecta" en el año 2000, y no infunde ni de lejos tanto cuco como este buque medio zarandeado por las olas. Y eso que se rodó en una vulgar piscina con ventiladores de toda la vida, como se hacían las cosas en esos años. Digamos en sobre Dmytryk, que en su filmografía se cuentan pequeños clásicos como "El enigma del collar", y "Regreso a Bataan". Y probablemente "El motín del Caine" sea la joya de la corona dentro de su filmografía.

-- Aparte de un guión magnífico, en que sólo sale sobrando un poco la subtrama romántica de rigor (aunque a nadie le hace mal ver a la voluptuosa May Wynn, todo sea dicho) esta peli está servida por unos actorazos haciendo lo que mejor saben hacer. El prota Robert Francis resulta un poco desangelado como cabezamúsculo, aunque puede que su personaje se supone que sea así (es un milico novato, después de todo). Además, su personaje es más testigo que prota, lo que lo convierte en más un gancho para la audiencia joven de aquellos años, que un personaje propiamente tal, y los pormenores de su vida sentimental no le añaden mucho a la trama. Con todo, nunca nos enteraremos de qué podría habernos dado a futuro, porque al año siguiente, en 1955, un accidente mortal lo eliminó prematuramente de las listas de pagos para actores en Hollywood. Humphrey Bogart como el nuevo capitán, a pesar de aparecer ya un tanto avanzada la peli, se roba todas y cada una de las escenas. Hay su punto de desgracia en el hecho de que interpreta a un hombre prematuramente acabado por el estrés de la guerra hasta el punto de la inestabilidad mental, y que parte importante de lo realista de su actuación radica en que ya estaba desarrollando los síntomas del cáncer que se lo llevaría tres años después a la tumba. Pero atribuirle su gran actuación únicamente a una condición médica sería mezquino con el titán de "El Halcón Maltés", "El sueño eterno", "Casablanca", "El tesoro de la Sierra Madre" y tantas otras producciones en donde brilló como uno de los más grandes de Hollywood de todos los tiempos, y su rol en "El motín del Caine" no desmerece en lo absoluto a los anteriores (interesantemente, en el mismo año rodó un rol quizás un tanto autoparódico, en la más relajada "Sabrina"). A su lado, Van Johnson como el cabecilla del motín tiene el hercúleo trabajo de no dejarse empequeñecer por Humphrey Bogart, y la verdad es que resuelve la papeleta muy bien. De los secundarios, el que más brilla es el actorazo Fred MacMurray, como un hombre pusilánime y un tanto manipulador, que se encarga de avivar el fuego del motín para después hacerse el santurrón con el tema. También se luce José Ferrer como el abogado que en el tramo final defiende a los amotinados, un poco en contra de su propia voluntad e intuición, y con los recursos marrulleros propios de la profesión, que ya se sabe eso de que la justicia militar es la justicia lo que la música militar es a la música (dato de trivia para los frikis: este José Ferre, 31 años después, será el Emperador en "Duna"). Incluso hasta May Wynn, actriz puesta más bien como florero y relajo femenino entre tanta testosterona, se las arregla para lucirse con su personaje.

-- Mención aparte merece Max Steiner. Aunque el soundtrack que compuso para la peli huele un poco a añejo (a ratos alguna que otra melodía recuerda el celebérrimo "Tema de Tara" de su soundtrack para "Lo que el viento se llevó"), a punta de oficio se las arregla para sacar adelante la labor. No es quizás su banda sonora más inspirada, pero sigue siendo un buen trabajo, porque mal que mal, Max Steiner es uno de los más grandes creadores de bandas sonoras de todos los tiempos, y algo tenía que haber aprendido por el camino.

IDEAL PARA: Ver una de las mejores pelis bélicas de todos los tiempos.

VIDEOS.

-- Trailer de la peli [en inglés, sin subtítulos].

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