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jueves, 2 de julio de 2009
"Ausencia de malicia" (1981).
-- "Absence of Malice". Estados Unidos. Año 1981.
-- Dirección: Sydney Pollack.
-- Actuación: Paul Newman, Sally Field, Bob Balaban, Melinda Dillon, Luther Adler, Barry Primus, Josef Sommer, John Harkins, Don Hood, Wilford Brimley, Arnie Ross, Anna Marie Napoles, Shelley Spurlock, Shawn McAllister, Joe Petrullo.
-- Guión: Kurt Luedtke y David Rayfiel, este último sin acreditar.
-- Banda Sonora: Dave Grusin.
-- "Ausencia de malicia" en IMDb.
-- "Ausencia de malicia" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Un dirigente sindical aparece un día teniendo una amigable plática con los peces, y tanto la policía como sus coleguetes quieren saber quién se encargó de darle una tumba con tantas filtraciones. No falta la periodista pizpireta que con espíritu Watergate va y mete las narices allí donde no la llaman. Siguiendo a su nariz Chanel N° 5, la chica acaba en la oficina de un fiscal, que recurre a una treta: le pide a su secretaria que deje pasar a la periodista, y luego de minuto y medio lo llame por teléfono. El fiscal sale entonces de la oficina, y deja "olvidada" una carpeta sobre el caso. Miel para osos, leche para gatos, dinero para Hollywood: la chica se abalanza cual piraña sobre la carpeta y descubre el chivatazo: se sospecha del hijo de un conocido mafioso, y le están abriendo dossier. ¿La noticia es buena? Sí señoh, es buena. ¿Pero es realmente buena? ¿Chequeada y confirmada como te enseñaron en la Escuela de Periodismo? Ehr... Erh... Sí... Señoh... ¿Absolutamente segura? Sí, por supuesto, si soy linda y sexy, por qué no iba a ser cierta la noticia, ¿verdad? Pero como medida de precaución, mandan a la periodista, antes de publicar la nota incriminatoria, a hablar con el abogado del periódico. Nuestro rollizo léyesman le dice a la periodista entonces que, siendo la noticia de buena fuente, y no habiendo declaración en contrario ni constancia de que el asunto sea falso, hay "ausencia de malicia", o sea, no hay intención declarada de hacer daño, así es que el periódico está cubierto de posibles demandas por parte del tipo al que le van a cargar el muerto (literalmente, cargar el muerto). Por supuesto que, publicada que es la noticia, el ciudadano en cuestión aparece y echa pirotecnia que es un gusto. Pero la periodista, cubriéndose de la gloriosa bandera de la libertad de prensa, esboza un "THOU SHALT NOT PASS!!!" y se niega a revelar sus fuentes. El pobre tipo, que partió como hijo de jefe mafioso, siguió como investigado por la policía, y que ahora está en escabel por la noticia del diario, decide entonces empezar a rondar a la periodista, que en algún minuto tiene que soltar la noticia de la fuente para descubrir quién diablos es el que lo está incordiando. Y empieza a encontrar que el pelito corto le sienta bien a la chica, a pesar de todo (Sally Field, salida hace ratito del convento de "La novicia voladora"). Y por otra parte, ella empieza a descubrir que su posible criminal en realidad está guapísimo y con esas canas que le sientan tan bien a los hombres mayores, en particular si, como el que nos ocupa, tiene una empresa y un yatecito propios (Paul Newman, el doble de edad de sus años mozos, y lo mismo de punch). Sí, no se mezcla el romance con los negocios. Ni con la prensa (ni la crónica roja ni la del corazón). Pero para qué están las reglas, sino para romperlas... En particular si se hace con ausencia de malicia (jojojó, qué avasalladoramente superior luzco haciendo chistes fáciles...).
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
WATERGATE. 1973. Año marcado con sangre en la Historia Universal. El año en que una República se alzó contra su corrupto líder y le demostró que nadie está por encima de la ley, y que DEMOKRATIE IST FÜR ALLES!!! Papel destacado ocupó en esto, como bien nos recordó la peli "Todos los hombres del Presidente", la colaboración del bocón Garganta Profunda, y dos periodistas que se encargaron de llevar a cabo la investigación pertinente. Claro, ha pasado aguas desde ese tiempo, y ya sabemos cómo la prensa fue manipulada después del 9-11, y de Irak ya no hablemos. Pero era 1981, así es que lo que la prensa había hecho con "Los papeles del Pentágono" y Watergate todavía estaba fresco, y aún los periodistas podían dárselas de héroes resuélvelotodo. (Por alguna razón, en estas pelis siempre los jefes son comprensivos, y comprometidos con la verdad, y de que los avisadores suelen ser poderosos conglomerados económicos nadie se acuerda). En este clima salió esta peli. Sobre periodismo y ética. Sobre lo neblinoso de nuestro conocimiento sobre la verdad. Sobre el conflicto entre el derecho del público a ser informado a medida que pasa la noticia, y la acuciosidad en la investigación periodística. Y, por qué no decirlo, sobre un par de tortolitos ubicados en lados opuestos de la barricada que se miran y remiran y que después... ehm... Hollywood, al final del día, ¿no?
¿POR QUÉ VERLA?
-- Partamos diciendo que esta peli sale indenme de la ímproba empresa de juntar peras con manzanas. Por un lado tenemos un detenido examen sobre la ética periodística, sobre cómo debe trabajar un periodista con sus fuentes, y sobre el enorme poder que tiene la prensa para arruinar la vida de una persona, imponiéndose como una especie de tribunal antes del tribunal y condenando a la gente antes de juzgarla. Por el otro, tenemos una historia romántica entre el senior y la jovencita que... (bueno, no tanto, Sally Field tenía 35 veranitos al momento de rodarla, aunque no se nota por contraste con Paul Newman, que tenía 56) ...están cada uno en su lado, una como la periodista metete y acusete, y el otro como el acusado por todo el asunto. ¿Cómo juntar un tema tan filosófico y con aromas de thriller por un lado, con la baba romántica de toda la vida? Bueno, siendo muy cuidadosos con la alquimia. El venerable director Sydney Pollack lo consigue. El hombre tras "Yakuza", "Los tres días del cóndor", "El jinete eléctrico", "Tootsie", "Juegos del destino" y "La intérprete" era un contundente narrador (era, porque falleció en fecha reciente, a mediados del 2008), que sabía encontrar el ángulo justo para contar sus historias, sin que en sus pelis parezca faltar ni sobrar nada. Acá tenemos lo mismo: mantiene un delicado equilibrio entre ambas, y cuando una trama parece estarse yendo de tiesto, salta de inmediato a la otra. Puede haber influido también que David Rayfield, guionista que trabajó sin acreditar, ya había guionizado previamente para Pollack ("Los tres días del cóndor", "El jinete eléctrico"), y por lo tanto es dable suponer que se entendían bien. En cualquier caso, tenemos aquí una historia potente, cuyo inicio es prácticamente un puñetazo a la mandíbula (no pierden el tiempo con rodeos, y si pestañeaste, corres serio riesgo de quedarte colgado con lo que pasa), y cuyo desarrollo es perfectamente solvente, incluyendo un final que no trata de ser over-the-top, pero que es realista y apropiado. Eso tiene un nombre: confianza. Confianza de un director en su historia y en sus personajes. Algo de lo que el grueso del cine post-2000 pareciera carecer.
-- El elenco está grande como la vida. Sally Field, ya un poquito más maduroncita, pero aún de buen ver (bueno, quizás un poco rellenita de cara, que estamos in the Preanorexic Age), hace una buena coprota femenina. Paul Newman tarda un tantito en aparecer, pero cuando lo hace, es pura masculinidad mostrando lo que todo macho debe ser. Bob Balaban compone un villano reptiliano y detestable sin darle en realidad ninguna de estas características, y este insinuar la personalidad más que mostrarla lo hace un personaje exquisito. Melinda Dillon, por su parte, se saca los zapatos sacando a flote un rol que, sobre el papel, en realidad no es más que un repelente chantaje emocional al espectador, y que como resultado final, es un personaje humano y creíble en su fragilidad emocional. Sabemos que todas las historias románticas son más o menos iguales, así es que en una peli de este tipo, es imprescindible en grado sumo que el elenco sea poderoso, y éste es el caso.
-- Y vamos al espinoso tema de la ética periodística. En el mundo ideal de Platón, el periodista debería investigar concienzudamente su noticia, y publicarla con estricto apego a la verdad una vez obtenidos todos los antecedentes razonables de la misma, para que el público sea bien informado de aquellos acontecimientos que son trascendentes para la marcha de la sociedad y el mundo. Suena bonito, claro, pero en la sociedad industrializada e hiperveloz en que vivimos, en que las noticias se facturan en serie y casi sobre una cinta transportadora sin fin, es tan utópico como pretender que irás al KFC, y una vez que hagas tu pedido matarán ahí mismo al pollo para que tu pechuga sea fresca y tierna. Asumamos por una vez en la vida (como hace esta peli) que no hay intereses creados (o sea, no se le pisa los callos a alguna poderosa corporación que paga ingentes cantidades de dinero por avisaje en la prensa), y que los periodistas son honestos al final del día (que no mienten, que corroboran bien corroboradas sus fuentes, que se preocupan de los efectos morales que tengan sus noticias). Aún así, hay situaciones en el limbo sobre las cuales uno puede preguntarse qué pasa. El dilema es simple: tienen una noticia que incrimina a una persona. Si es verdadera, tienen un tremendo golpe periodístico. Si es falsa, habrán arruinado la vida de un inocente. La lógica indica: investigar y corroborar, o por último esperar antecedentes. Pero, ¿y si en el intertanto alguien gana el quién vive, publica y da el golpe primero? El periódico gana entonces publicando la noticia, y toda la pérdida se la lleva el pobre fulano de la calle. En este caso el pobre fulano tiene empresa (pequeña, pero empresa), parientes poderosos, un yate y dinero, y por lo tanto puede defenderse, pero ¿y si es un pobre desgraciado sin fortuna ni influencias? En la peli, toman la decisión de publicar. ¿Por qué? Porque al periódico no le consta que la noticia sea falsa, y por lo tanto según ellos no hay algo que falte a la ética porque el periódico está publicando algo con perfecta inocencia, no en forma maliciosa para perjudicar, intencionada o negligentemente, a alguien (de ahí lo de "ausencia de malicia"). ¿Y qué? La publicación de todas maneras causa un daño, y un daño terrible (la amiga del prota paga las consecuencias de las manipulaciones que la periodista realiza con demasiada ligereza, y paga un precio brutal por ello... aunque digámoslo desde ya, esta parte de la peli es la más débil y la más próxima al chantaje emocional). Quien habla de "ausencia de malicia" es un abogado, y lo hace desde un punto de vista técnico legal: estamos a cubiertos en caso de una demanda por difamación. ¿Y basta con esto? ¿Podemos reducir así la ética a lo legal? La peli tiene una respuesta, y es una respuesta bien clara. Por suerte, tiene el decoro de no ser obtusa en su prédica: a lo largo de la misma oímos los argumentos de la periodista por publicar, y del perjudicado para que no se publique nada. Y son argumentos que suenan y se oyen razonables por ambas partes: tenemos un verdadero debate aquí, no un panfleto ideológico sobre la libertad de prensa. De manera que puedes tomar o rechazar la respuesta ética que arroja la peli, pero no tratan de metértela a la fuerza por la garganta para que la aceptes como la verdad del Evangelio. Pocas pelis son tan valientes para tratar con escalpelo las delicadas aristas de la ética del periodismo, pero ésta se atreve, ¡y de qué modo! Una peli como ésta sería simplemente irrealizable casi treinta años después: está planteada de un modo demasiado inteligente como para que algún gran ejecutivo de Hollywood decida financiarla, a riesgo de que los adolescentes 13-25 que son el target habitual no la vean por la falta de FXs y de un villano claramente establecido al que odiar. Pero en 1981 se hizo. Y se hizo muy bien, en este respecto al menos.
IDEAL PARA: Ver una preclara peli sobre el tema de la ética periodística.
VIDEOS.
-- Trailer de la peli [en inglés, sin subtítulos].
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