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jueves, 3 de abril de 2008

"Mirageman" (2007).


-- "Mirageman". Chile. Año 2007.
-- Dirección: Ernesto Díaz Espinoza.
-- Actuación: Marko Zaror, María Elena Swett, Ariel Mateluna, Mauricio Pesutic, Iván Jara, Jack Arama, Eduardo Castro, Pablo Díaz, Juan Pablo Miranda, Arturo Ruiz Tagle.
-- Guión: Ernesto Díaz Espinoza.
-- Banda Sonora: Rocco.

-- "Mirageman" en IMDb.
-- "Mirageman" en la Wikipedia en español.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Hace años atrás, una banda de criminales irrumpió en una casa, asesinó a los padres, y dejó traumados a dos hermanos; uno de ellos está todavía en el lococomio, mientras que el otro se ha entrenado hasta convertirse en peazo músculo, ehte señó... Nuestro héroe, un tal Maco, trabaja como guardia de seguridad en la disco de moda entre los pijecitos y las pelolais cero-EEG (ya, Passapoga, lo dije, ¿están felices?), y a su jefe le interesa una mierda que nuestro héroe haga ejercicio, porque lo contrata por la corpá, y no por sus eximios talentos; ya saben, queremos eficiencia y no arte, demonios. Todo cambia un día en que va caminando accidentalmente por una calle de noche, en donde están perpetrando lo que la prensa suele calificar como "un brutal suceso policíaco que remeció...", etcétera. Recordando que él mismo fue violentado alguna vez, ataca en las sombras a uno de los enmascarados y le roba la máscara, transformándose así en un héroe anónimo cuando salva a una pelolais de ser pasada por las armas a la fuerza sobre la mesa del comedor. La pelolais en cuestión se transforma en una star gracias al asunto, en toda una wannabe de la farándula, y nuestro héroe, que ha visto la luz al final del túnel (al final del túnel falopial, podríamos decir), empieza una carrera que lo llevará a convertirse en... ¡Mirageman! Criminales de Chile, tiemblen, porque Mirageman está detrás de ustedes, y... Ya saben el resto.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Lo he dicho sepetecientas veces, pero a veces hay que repetirlo, por aquello de los lentos que nunca entienden nada. Muchos cineastas chilenos hacen visibles esfuerzos por desprenderse de la pesada mochila del costumbrismo chileno, que los vejetes de rigor tratan de imponer a las nuevas generaciones ("¿ciencia ficción, fantasía, policial, artes marciales? ¡Ah, no! Esto es Chile, así es que los artistas chilenos deben hacer arte sobre lo cotidiano chileno, reflejar la esencia de lo chileno, y todo lo que no sea así no es arte porque yo lo digo, y yo soy muy inteligente y por eso me autonombré juez de arte"). Ya en Cine 9009 hemos reseñado pelis como "Kiltro" o "Malta con huevo", que de manera más o menos exitosa o interesante, tratan de romper el molde (bueh, también reseñamos "Fuga", pero mejor olvidémosnos de ese ladrillo reaccionario y sobrepublicitado). Con "Kiltro" nació una dupleta productora muy exitosa, cual fue la de Marco Zaror como karateka y Ernesto Díaz Espinoza en la dirección. La apuesta de ambos es simple: podemos adaptar el cine de afuera que tanto nos gusta (las artes marciales de toda la vida, en este caso) y hacer una versión chilena de eso, sin que chirríe ni por falta de chilenidad ni por falta de artemarcialidad. En el caso de "Kiltro", la apuesta funcionó redonda. Para "Mirageman" subieron la apuesta, ya que en vez de ser un simple wannabe pseudoasiático (bien hecho, pero wannabe pseudoasiático a fin de cuentas), se atreven a mezclar superhéroes con artes marciales, todo eso en un entorno chileno. El resultado es una peli que, ya desde inicios del 2008, tiene buenos galardones para ser la mejor producción fílmica chilena del año, o poco menos.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Partamos por una explicación básica, necesaria para comprender lo que viene después. Pese a ser promocionada como "el primer superhéroe chileno" (cosa que no es, porque si bien el cine chileno ha estado ayuno de superhéroes, la historieta y la narrativa tienen unos cuantos), "Mirageman" no entronca tanto con la tradición del superhéroe clásico de toda la vida (ya saben: Superman, Reed Richards, Spawn, Mandrake el Mago...) como con una figura emparentada, cual es la del vigilante. No es que ambos géneros nunca se solapen (podemos considerar "Batman" o "Daredevil" como pelis de superhéroes o de vigilantes, indistintamente), pero un superhéroe no es necesariamente un vigilante (Superman o el Profesor Xavier son demasiado ñoños para calificar como tales), y un vigilante no necesariamente es un superhéroe (ahí están "Harry el Sucio", Jack Bauer de "24"...). Si acaso un personaje de la larga solera de universos superheroicos (Marvel, DC) podría parecerse a Mirageman, ése debería ser claramente The Punisher ("El Castigador"). Mirageman no tiene ninguno de los rasgos que uno asociaría con un superhéroe: no tiene superpoderes, no tiene una inmensa fortuna personal que supla éstos (como Batman o Iron Man), no tiene un código ético demasiado definido (y si lo tiene, éste es fascista y simplón, al buen estilo Harry Callahan), y bien mirado, su identidad secreta ni siquiera le es necesaria, porque no tiene una gran vida personal que defender. En ese sentido, si asumimos que "Mirageman" es una peli de superhéroes, podríamos considerarla sudaca y rasquienta, sin ninguna personalidad e interés aún menor. Pero si la consideramos como una peli de vigilantes, es sólida como una casa, dentro de su género. Porque tenemos el prota alienado de la sociedad, con un leit motiv intensamente personal (la no tan larga sombra de Charles Bronson...), que toma la ley por su propia mano, que no trepida en recurrir a los medios más extremos para reestablecer la justicia, y que implican un impresionante derroche de fuerza bruta. Todo esto, con la precariedad de medios propia de quien vive en las afueras de una sociedad que vive en las afueras del mundo civilizado, y en este sentido el tercermundismo de la peli, lejos de ser un lastre como lo sería si fuera "una de supers", se transforma en un mérito. Hay hasta romanticismo en la efigie de este vengador enmascarado que busca darle justicia a quienes son víctimas de los criminales, y más remotamente del sistema, del mismo modo que lo había en los forajidos como el Zorro o Martín Fierro, que también vivían en un mundo sin Dios ni ley, en el cual de no ser por estas figuras limítrofes entre el orden y el caos, imperaría la más abyecta injusticia sin remedio.

-- Después de dicho esto, nadie espere por supuesto que esta peli sea un ejemplo de "gran cine", en el sentido que los culturetas de toda la vida le asignan. Sus referentes más obvios no son Fassbinder o Resnais (¡gracias a Bastet!), claro está, sino cosas como el cine de artes marciales de Hong Kong, la larga serie de vigilantes cinematográficos como los protas de "Harry el Sucio" o "Deseo mortal", e incluso joyas del funkie autoayuda y superación como "Rocky". Asumiendo esto, es notorio que "Mirageman" es un alumno aventajado, que convierte las influencias y los eventuales homenajes en algo muy propio. Porque "Mirageman" no desprecia ciertos elementos de la cotidianeidad chilena y los hace calzar muy bien, a través de personajes que opinan sobre Mirageman, o bien sobre la fiebre farandulera criolla que busca transformar a Mirageman en otro producto de consumo insípido y descerebrado como Amalia Granatta o la Doctora Cahuín. Ya saben: lo importante no es tener ideas originales, sino hacerlas calzar de un modo original. Y "Mirageman" logra esta cuadratura del círculo.

-- Latente dentro de la peli, existe una terrible parábola sobre la omnipresencia de los medios de comunicación en nuestra sociedad. En la superficie, el argumento de esta peli es simple y lineal: vemos a Mirageman desarrollarse como héroe y cumplir una serie de misiones. Una estructura de videojuego, vamos. Pero por debajo, muchas escenas están mediatizadas por la televisión. Tenemos así un agudo contraste entre la realidad que nos presenta la peli (nosotros estamos en posición de iluminados, viendo aquello que los demás, los atrapados en la mátrix, no ven de Mirageman), y la realidad de la televisión, para la cual Mirageman no sólo no es el héroe bieninspirado que palpamos, sino que es un payaso, o peor aún, un disolvente social. Y cuando por fin llega el reconocimiento, es justamente en trance de que Mirageman ya no estará en condiciones de ser una amenaza para nadie. Es latente que los medios de comunicación temen a Mirageman y tratan de engullirlo para anularlo, porque Mirageman deja en ridículo a todas las instituciones encargadas de luchar con la delincuencia. Así, vemos que Mirageman despierta, por aquí y por allá, espíritus que lo admiran, pero la televisión insiste en mostrar a la gente más patética que puede, y las opiniones más antagónicas a Mirageman que sea posible encontrar (por alguna razón, estos críticos son todos reaccionarios, meapilas o simples cretinos). Así, la peli transparenta claramente el nulo aporte que, hoy por hoy, los medios de comunicación social entregan a la sociedad, no sólo no haciéndose cargo de los verdaderos problemas sociales, sino que coartando cualquier posibilidad de que alguna instancia externa trate de resolver éstos (uno podría, por supuesto, tachar los expeditos medios de Mirageman para hacer justicia como fascismo aplicado, pero al menos existe el espíritu de mejorar el mundo, algo de lo que la televisión farandulera y su desfile de siliconas iletradas claramente carece)

-- Y la crítica social sigue. Los villanos contra los cuales combate Mirageman, son todos criminales de baja estofa, gente zafia, la hez y escoria de la sociedad. Pero es obvio que Mirageman, con sus limitadísimos medios, sería incapaz de contender con adversarios de catadura superior. Para Mirageman, lidiar con contrabandistas apoyados por funcionarios corruptos del Gobierno, o con empresarios multimillonarios utilizando conexiones políticas para favorecerse con leyes tributarias que después evadirán impunemente, es algo que está más allá de sus recursos, y nada tendría que hacer contra un trasunto de Lex Luthor o Kingpin (ni siquiera recitar aquello de "tonight we dinner in hell"...). Resulta irónico que Mirageman, al luchar contra los villanos más hundidos en la escala social, lleva a cabo un discurso social de derecha. O quizás no tanto. Después de todo, otro tanto hace Jack Bauer y nadie dice nada sobre esto (sobre la tortura sí, pero eso es punto aparte).

-- A destacar nuevamente, como hiciéramos con "Kiltro", el gran carisma de Marco Zaror como actor. Aquí está acompañado por María Elena Swett, que trata y trata, pero a pesar de ser carilinda y tener ese cuerpazo, desafina un poco como su personaje, y no se entiende muy bien el arrobamiento que Mirageman pueda tener hacia ella. Pero el espectáculo es claramente Zaror pateando traseros e inyectándole honestidad brutal a su personaje. Quizás recordarlo en treinta años más termine siendo tan ñoño como acordarse de las historietas chilenas de los '70s en la actualidad, pero aún así, "Mirageman" está forjada con el material con que se confecciona la cadena invisible de la tradición cultural...

IDEAL PARA: Ver no la primera peli chilena de superhéroes, sino la primera peli chilena de vigilantes.

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