Páginas

domingo, 26 de noviembre de 2006

"La espía que me amó" (1977).


-- "The Spy Who Loved Me". Estados Unidos / Inglaterra. Año 1977.
-- Dirección: Lewis Gilbert.
-- Actuación: Roger Moore, Barbara Bach, Curd Jürgens, Richard Kiel, Caroline Munro, Walter Gotell, Geoffrey Keen, Bernard Lee, George Baker, Michael Billington, Olga Bisera, Desmond Llewelyn, Edward de Souza, Lois Maxwell.
-- Guión: Christopher Wood y Richard Maibaum, basados en los personajes creados por Ian Fleming.
-- Banda Sonora: Marvin Hamlisch.

-- "La espía que me amó" en IMDb.
-- "La espía que me amó" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Un submarino nuclear desaparece misteriosamente mientras andan en una poco confesable misión de espionaje en aguas del Mar Báltico. ¿Acaso fueron los rusos? ¿Los submarinos occidentales son detectables por el bloque soviético? Pues bien, resulta que los rusos tienen los mismos problemas. ¿Acaso ha llegado para James Bond la hora de colaborar con la Unión Soviética? Pareciera ser que sí. El desagrado no es tanto si el ricino viene con caramelo, por supuesto, y en este caso, el representante del antiguo enemigo es una bellísima agente que ojalá pueda encamarse con el héroe. La única pista es una conexión en Egipto, y Bond marcha a la tierra de los reyes momificados para desenmarañar todo el asunto. A medida que la misión avanza, dan con un supervillano que pretende secuestrar submarinos para usar sus misiles nucleares y dispararlos, desatando de esa manera la Tercera Guerra Mundial (¿en qué película Bond he visto eso antes?). Ahora, sólo James Bond y Anya Amasova estarán disponibles para detener el maligno plan del villano. Lo que ninguno de los dos sabe, por cierto, es que en un encuentro anterior, Bond ha asesinado al espía de la KGB que era la pareja de Anya, y cuando esta verdad salga a flote, pues bien, las cosas entre soviéticos e ingleses pueden ponerse muy, pero muy calientes... y no en el sentido erótico de la palabra, precisamente.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Después de los, ejem, discretos resultados de taquilla de "El hombre de la pistola de oro", y de la separación de Broccoli y Saltzman, parecía que la saga Bond había llegado al final. Pero lo intentaron una vez más. La clave estaba, por supuesto, en regresar a los orígenes. O sea, adios a los tópicos de actualidad como en "Vive y deja morir" y "El hombre de la pistola de oro", y bienvenidas otra vez las tramas en la cual hay un supervillano dispuesto a aniquilar el mundo para apoderárselo. No se puede decir que no lo intentaran. Extrajeron directamente a la chica Bond del cine softcore europeo (sí, esos fueron los turbios orígenes fílmicos de Barbara Bach). El director Guy Hamilton, que tan buenos resultados había obtenido con "Goldfinger" y "Los diamantes son eternos", pero que ahora parecía un poco fuera de lugar después de la decadencia de las dos últimas pelis Bond, fue reemplazado por Lewis Gilbert, y ni corto ni perezoso, se fue a dirigir "Fuerza 10 de Navarone" (a donde también fue a parar Barbara Bach, y es que estos contubernios de Hollywood...). La música rockera de Paul McCartney y Lulu fue reemplazada por una canción de créditos más romántica. Y pusieron juguetitos que impactaran a la audiencia: un supercarguero, un automóvil subacuático... El resultado fue francamente bueno, y en realidad, es justo decirlo, ésta es probablemente una de las mejores películas Bond, o al menos, una de las más prototípicas.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Jaws. Stromberg, para ser francos, es uno de los villanos Bond más descafeinados de todos, porque a pesar de tener un montón de juguetitos a su alrededor, su personalidad es demasiado opaca. A cambio, tenemos a Jaws, su matón, un tipo que es capaz de romper una cadena con sus dientes de metal. Tan buenos resultados dio Jaws, que repitió participación como villano en la siguiente peli Bond, "Moonraker", algo inédito en una saga en donde los villanos suelen morir al final de la película.

-- Es una peli Bond con un buen nudo sentimental. Bond aparece como un personaje con un pasado, en particular por las referencias a su esposa asesinada, mientras que la relación con la protagonista se ve enturbiada por sus, ejem, trabajitos al servicio de sus respectivos servicios secretos. Se sabe cómo va a acabar la cosa, por supuesto (¿acaso Bond no se iba a encamar con la chica?), pero no deja de ser una variante interesante.

-- El Ford Lotus que se sumerge. Dan ganas de tener uno, y es famosa la anécdota por la cual la lista de pedidos a la fábrica se alargó por años.

-- La secuencia de precréditos. Es trepidante, llena de acción, y la escena del paracaídas desplegado con los colores de la bandera británica es un pequeño clásico dentro de la saga Bond.

-- La música incidental. Por fuerza mayor John Barry, el compositor habitual de las pelis Bond durante cerca de un cuarto de siglo, tuvo que salir, y entró Marvin Harmslich. Con los debidos respetos al señor Barry, que nos ha regalado algunas grandes partituras en esto de musicalizar filmes, el trabajo de Harmslich es simplemente espléndido, en particular durante las peripecias de Bond en Egipto.

IDEAL PARA: Ver una Bond con músculo y en plena forma.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario