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miércoles, 19 de abril de 2006

"Viaje a las estrellas II: La ira de Khan" (1982)


-- "Star Trek: The Wrath Of Khan". Estados Unidos. Año 1982.
-- Dirección: Nicholas Meyer.
-- Actuación: William Shatner, Ricardo Montalbán, Leonard Nimoy, DeForest Kelley, James Doohan, George Takei, Walter Koenig, Nichelle Nichols, Bibi Besch, Merritt Butrick, Paul Winfield, Kirstie Alley.
-- Guión: Jack B. Sowards y Nicholas Meyer (este último sin acreditar), sobre una historia de Harve Bennett, Jack B. Sowards y Samuel A. Peeples, basados en los personajes de Gene Roddenberry.
-- Banda Sonora: James Horner.

-- "Viaje a las Estrellas II: La ira de Khan" en IMDb.
-- "Viaje a las Estrellas II: La ira de Khan" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Durante una misión de reconocimiento, un miembro de la antigua tripulación del Enterprise tiene un desagradable encuentro con el pasado, encarnado en el muy macho Ricardo Montalban ataviado de pieles salvajes interpretando a Khan. Este descubre así el medio para abandonar su planeta de exilio, en donde el Capitán Kirk lo ha confinado años atrás. Peor aún: descubre la clave para acceder a Génesis, un proyecto que podría crear vida literalmente de la nada, convirtiendo rocas flotantes en el cosmos en verdaderos vergeles vivientes que solucionaran los problemas de hambre, superpoblación, etcétera... Y que Khan podría usar como arma genocida, lanzándolo sobre un planeta superhabitado y recomponiendo toda la materia orgánica, arrasando de paso con toda su población. Ahora, el Capitán Kirk y los suyos se verán enredados en la vendetta personal de Khan, un hombre dispuesto a sacrificarse a sí mismo con tal de aniquilar a su rival.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Los fanáticos de "Viaje a las estrellas" enloquecieron de gusto con la película, pero al grueso público, pues bien, digámoslo de una vez: los dejó fríos. Demasiado filosófica, demasiado mística, demasiado existencialista, demasiado alejada de la space opera a lo Star Wars, que en ese tiempo era lo que vendía. Si tenía que haber una secuela, tenía que haber bastante acción. Así es que echaron mano de Khan, un personaje que había salido en la serie televisiva original, para inventarse una venganza y así justificar lo que el público quería: disparos, explosiones, etcétera. Y como en esa época empezaba a hablarse de drama ecológico, de superpoblación, etcétera, pues bien, habrá que mezclar un proyecto científico que aluda indirectamente a esos temas. Para la dirección, se deshicieron del venerable Robert Wise y contrataron a Nicholas Meyer, un extraño hombre orquesta que dirige películas, las escribe, y redacta novelas pastichosas en sus ratos libres (una de sus novelas más extrañas es "El ángel de la música", en donde Sherlock Holmes combate al Fantasma de la Opera... a eso me refiero con "pastichoso"). El resultado fue... veamos... los fanáticos trekkies dicen que es mejor que la primera, pero qué saben los fanáticos de cualquier clase sobre nada. Digamos que es diferente a la primera, harto diferente, y por tanto, sería injusto compararlas, en particular porque es notorio que las pretensiones de ambos filmes son distintas. Una serie televisiva o cinematográfica crece y se agiganta con la variedad y los distintos puntos de vista, y la saga de Star Trek se ha beneficiado harto de tener una filosófica como la primera, y una space opera de alturas como la segunda.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Porque es una space opera fantástica: aventura, pulso y nervio narrativo. Las motivaciones de los personajes son harto simples, casi de folletín, y sus movimientos por el espacio, tres cuartos de lo mismo, pero la película se asume desde el comienzo sin complejos autorales, así que está bien.

-- Surge una subtrama, la de la paternidad ignorada del Almirante Kirk (puro folletín, ya lo dije), que le añade un inesperado espesor dramático al personaje, algo que se reflejará en los filmes sucesivos de la serie. En la serie original iba de guaperas seduciendo alienígenas. Pues bien, ahora le pasan la cuenta, y tiene que hacerse responsable, emocionalmente hablando, por sus tropelías eróticas del pasado.

-- Ricardo Montalbán. Es que se roba la película, pura y simplemente. El personaje de Khan, un superhombre genéticamente modificado que es tirano genocida de la India a finales del siglo XX y que ha sido congelado, es teriblemente estereotipado, y los diálogos no pueden ser más ramplones, pero se las arregla, a punta de inyectarle testosterona, para hacer un memorable villano de opereta. En esos mismos años, para establecer comparaciones, era el estirado anfitrión de "La isla de la fantasía", un rol nada más disímil al de Khan. Eso es talento.

-- Para los fanáticos de la trivia, aparece una jovencísima Kirstey Alley, antes de la travoltiana trilogía de los bebés que hablan (Mira quien habla, Mira quien sigue hablando, Mira quien no para de hablar, Mira a quien siguen explotando para que hable... ya saben a cuál me refiero), y antes de engordar dramáticamente de peso hasta convertirse en una fat actress. ¡Y ella interpreta a un vulcano!

IDEAL PARA: Ver relajadamente una tarde o noche cualquiera, en vez de los bodrios impresentables que a veces ponen en el cable.

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