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domingo, 28 de junio de 2015

"El bosque de Karadima" (2015).


-- "El bosque de Karadima". Chile. Año 2015.
-- Dirección: Matías Lira.
-- Actuación: Benjamín Vicuña, Pedro Campos, Luis Gnecco, Ingrid Isensee, Marcial Tagle, Gloria Münchmeyer, Francisco Melo, Christian Sève, Aline Kuppenheim.
-- Guión: Alvaro Díaz, Elisa Eliash, Alicia Scherson.
-- Banda Sonora: Camilo Salinas.

-- "El bosque de Karadima" en su página oficial.
-- "El bosque de Karadima" en IMDb.
-- "El bosque de Karadima" en la Wikipedia en español.

¿DE QUÉ SE TRATA?

La cosa parte con una persona que va a dar testimonio a otra persona, como lo vemos por el ambiente de entrevista, grabadora, etc. Flashback a... parroquia de El Bosque, Santiasco de Ch... perdón, Santiago de Chile, en la época de la dictad... er... de la dictablanda, ehm. Un jovencito va a la parroquia porque ha escuchado hablar de un cura al que le dicen el Santo o el Santito, un tal Fernando Karadima. El asunto es que el chico se siente perdido en la vida, porque, buenoooooo... era la época en donde no había que levantar mucha cabeza. Aunque el chico está a salvo porque, verán, la gente que va a El Bosque no son sucios comunistas comeniños sino, ya saben, GENTE BIEN. Nada más llegar va y se mete allí donde no debe meterse, y ve una escena nada más extraña en donde otros jovencitos de su edad están vistiendo al padre y tal, pero... nada sospechoso, ¿eh? No se vaya a pensar. El caso es que el cura Karadima como que no lo pesca mucho y tal, y el jovencito se queda como loro en el alambre, hasta que durante la misa se le acerca otro chaval que le pasa una medallita que viene del padre y tal, que le ha puesto el ojo (generalmente estos son los momentos en que los lectores habituales de Cine 9009 están esperando mi clásico "no piensen mal, ¿eh?", pero en este caso es lo contrario: PIENSEN MAL, PIENSEN MUUUUUU MAL), que lo invita para un encuentro de jóvenes por aquello de la vocación sacerdotal, etc. El encuentro en cuestión acaba siendo en una salita de la parroquia, y el padre Karadima lee un pedazo de la carta de no-sé-cuál del Nuevo Testamento, y pregunta en dónde está el demonio, y nadie responde, salvo nuestro héroe que, con plena vocación nerd, levanta la mano y dice algo en la línea de "¿en nosotros mismos?". Uh, ssssssí, no tienes idea de lo cerca que llega eso, chaval. El caso es que al padre le gusta la respuesta y lo envía a la biblioteca a documentarse, y allí va y lo pilla. ¿Y se lo cepilla? No, pueh, no es tan bruta la cosa. Lo invita y comienza a hacerse el cariñosito, pero con palabritas y ojitos nada más, nada que pueda decir (mucho) que huele a arroz quemao. El caso es que, en paralelo, al joven su mami (Aline Kuppenheim todavía estupendona aunque ya va pa'l medio siglo la señora) no lo pesca mucho, tiene su novio y tal (separá la señora, flor de cristiana, con lo pégomenpecho que eran los catoderechistas de la época y siempre), y por tanto, criado medio virgencito el pobre y ayuno de otros refuerzos emocionales, nuestro joven se va metiendo cada vez más y más. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo, así es que él se estaba metiendo, pero alguien lo mete más. Y, ya lo sé... vamos de nuevo... PIENSEN MAL. PIENSEN MUUUUUU MAL. Es el comienzo de un infierno en donde el jovencito se transformará en el cariñito de Karadima, un infierno del cuál sólo saldrá a... a... bueno, éste es el momento en que debería estar rematando la parrafada con un chiste, pero habidas las circunstancias, probablemente sería de pésimo gusto. No por nada, el Karadima de la vida real terminó procesado ante tribunales con jurisdicción criminal, por no hablar del juicio eclesiástico además.

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Uno de los más sonados escándalos en la vida chilena de comienzoXXIs fue el asunto de Fernando Karadima. A partir de 2004, un poco al calor de lo que pasaba en otras partes del mundo (a la iglesia de Estados Unidos, por ejemplo, las denuncias por abusos sexuales la tenían económicamente despellejada, hasta el punto que hasta da lata y too entregar el diezmo eclesiástico para que la Iglesia termine pagándole abogados a los curas sinvergüenzas en vez de darle desayuno a los pobres), al calor de lo que pasaba en otras partes del mundo, decía, comienzan a apilarse denuncias en contra de Fernando Karadima, un cura con reputación de santidad hasta el minuto intachable. El asunto dejó la tendalá y media, porque a pesar de rumores y cosas, lo cierto es que la Iglesia Católica seguía siendo una de las instituciones más respetadas de Chile, usufructuando en buena medida de la defensa de los derechos humanos hecha durante la dictad... er... dictablanda militar (bueno, los curas que de verdad siguieron a Cristo, no los Hasbunes sueltos por ahí, que tienen tanto de caridad cristiana como yo de perro), y ni con la defensa cerril de una moralidad propia de la época de los Trastámara en los noventa con Jorge Medina de infausta memoria, habían conseguido fusilarse en el propio pie. Pero fue saltar el asunto Karadima, y de pronto hasta los propios ultramontanos debieron poner las barbas en remojo, como que el propio Vaticano, antes que la justicia civil y criminal chilena, condenó a Karadima sacándolo de las labores de cura (lo que debió haber sido un golpe rotundo para el ego para alguien tan mediático, y mediático en particular con la gente que importa, o sea, la GENTE LINDA) y poniéndolo a oración y penitencia por el resto de la vida. Y como todavía había gente que decía que no, que a lo mejor, que hay que considerar las cosas, que a lo mejor los chicos se le tiraban encima y el pobrecito qué iba a hacer, pues... María Olivia Mönckeberg publicó un libro periodístico llamado "Karadima el señor de los infiernos", en donde hace con el caso Karadima lo que mejor sabe hacer doña María Olivia desde sus clásicos "El saqueo de los grupos económicos al Estado de Chile" y "El negocio de las universidades en Chile": joder la marrana a todos los tarados que dicen que Chile está súperchupirequetebien y que el modelo económico/social/político creado durante la dictad... er... dictablanda, es el Paraíso en la Tierra y somos la copia feliz del Edén. El asunto Karadima, en definitiva, vino a poner sobre la mesa que TAMBIÉN la Iglesia Católica chilena estaba bastante podridita, y se transformó en todavía OTRA institución chilena que cayó en el desprestigio más absoluto. Así se hace, genios constructores de la Nueva Nacionalidad Chilena, para cuándo los invitamos a un vinito tinto para festejar las glorias del país que ustedes hicieron y en el cual estamos condenados a habitar.

¿POR QUÉ VERLA?

-- Partamos porque la factura de la peli es simplemente impecable, con un guión simple, directo y crudo, servido por un reparto en general excelente, y muy en particular por Luis Gnecco en el que probablemente es el mejor papel de su vida. Porque el Karadima interpretado por Gnecco no es una bestia bruta y sedienta de efluvios viriles, sino un tipo en principio muuuuuu majo/simpático que conoce muy bien el negocio de equilibrarse entre las demostraciones de autoridad por un lado, y las de simpatía por el otro. Es decir, la clase de sujeto que terminas viéndolo como alguien más poderoso que tú, y al mismo tiempo, que te trata bien y hasta quieres transformarte en su esclavo y too. Porque ése es justo el punto principal de la peli. Mientras que si la hubieran rodado en Jólivu se hubieran centrado en el proceso judicial por aquello de que QUEREMOS DRAMA y QUEREMOS AXIÓN, esta peli sigue una ruta diferente. Tomando la anécdota histórica de Karadima (porque, en realidad, el señor Karadima a estas alturas ya es historia, y ni se ha muerto todavía. O eso creo), lo que hace la peli es un completo retrato de cómo funciona la manipulación psicológica detrás del abuso. No es sólo una historia de sodomía, sino además una muy perturbadora historia, er... ¿romántica...? ...entre un joven que vagabundea perdido por la vida, y es captado por la (supuesta) bondad y el (supuesto) cariño de una figura a la vez amable y paternal, que le proporciona un ancla a su existencia, pero con un precio: devoción incondicional. Devoción al estilo secta, por muy Iglesia Católica que sea la institución, porque debe expresarse en el cumplimiento de una serie de rituales, disciplinas y horarios, y también en cortar todo lazo emocional con el mundo exterior, para así entregarse en cuerpo y alma a esa figura paternal, y ni siquiera a la Iglesia en sí, sino a esa pequeña parcelita de Iglesia que es el feudo construido por Karadima en su parroquia y con sus feligreses y acólitos, bajo la tolerancia de autoridades eclesiásticas que ni quieren ni se les antoja ver. Y esta devoción debe expresarse además, por supuesto, en dedicación sexual exclusiva. Esta peli tiene pleno éxito allí donde fallan montones de telefilmes maniqueos sobre el abuso: en explicar que parte importante del abuso consiste en los problemas, trancas y necesidades psicológicos del propio abusado, que son explotados por la manipulación del abusador para transformarlo en una masa balbuceante y culpógena cayendo dentro de un pozo del cuál sólo puede ser salvado por el mismo abusador que lo está hundiendo dentro de él en primer lugar, creándose así el círculo de dependencia. El grueso de la peli es mostrarnos a Karadima como un maestro de manipular las situaciones: ser encantador cuando el abusado se aleja, ejercer el poder cuando lo tiene a tiro para hundirlo, mostrarse hostil y negarle cariño, apoyo y comprensión cuando se rebela, y en general mover y apretar todas las palancas y resortes psicológicos necesarios para que el otro tipo ni siquiera se dé cuenta de lo que le están haciendo. El propio personaje lo expresa de manera inmejorable (cito de memoria, conste, puede que no sean las palabras textuales): "el padre no me quitó mi libertad, fui yo mismo quien terminó entregándosela". El propio título incluso es bastante sugerente: es un bosque porque se ambienta principalmente en la parroquia de El Bosque, pero el bosque de Karadima es también la metáfora de cómo Karadima va enredando a sus víctimas, y en una dimensión más universal, el bosque es un conocidísimo símbolo del inconsciente y de nuestros impulsos primordiales, lo que entronca de manera directa con la alusión inicial de que los peores demonios, son los demonios internos. En ese sentido, la peli cumple sobradamente con el famoso lema de que pinta tu aldea y pintarás el mundo, consiguiendo retratar a partir de una situación histórica particular, una dinámica de poder que es universal, propio de muchos tiempos y lugares.

-- De manera intencionada, la peli no subraya el contexto social y político, porque prefiere centrarse en la historia psicológica (o psicopatológica), pero no por ello, dicho contexto deja de aflorar en algunos segmentos que son más bien pocos, pero bastante reveladores. La parroquia de El Bosque es presentada como un espacio aislado, casi uterino, en donde encuentra refugio no sólo el abusado, sino también el propio Karadima que lo ha transformado en su feudo particular. Pero más allá, en una escena vemos un noticiario en donde escuchamos hablar a Pinochet, para que el espectador avisado se entere muy bien de qué clase de país está viviendo. Y en otra escena aparece la madre de Karadima, retratada como una anticomunista furibunda e irracional. Ambas situaciones nos recuerdan que esta historia de abusos tiene su paralelo en los hechos políticos de los últimos años. En definitiva, toca la vena sensible que en su minuto, tocó también el caso Karadima considerado de manera individual: el cansancio de la ciudadanía frente a un sistema demasiado opaco, un escudo de espíritu sectario en donde ciertos personajes se encubren unos con otros. No debe ser casualidad que en el año de su estreno, y en medio de una sociedad chilena a punto de reventar por las costuras en medio de un montón de escándalos de corrupción en donde hay involucrados empresarios, políticos y funcionarios gubernamentales, de los más variopintos signos políticos, y en un país donde ya es un milagro que una peli chilena se estrene en todos los horarios de un día en vez de compartir sala con alguna otra peli, o que dure más de una semana en exhibición, "El bosque de Karadima" haya aguantado tranquilamente más de dos meses y se cuente entre las pelis chilenas más vistas del último tiempo, récord de permanencia que sólo los más recios blockbusters de Jólivu pueden adjudicarse.

IDEAL PARA: Ver el más certero retrato de cómo (mal)funciona la sociedad chilena a inicios del siglo XXI.

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