Páginas

jueves, 25 de julio de 2013

"Juegos de placer" (2009).


-- "Boogie Woogie". Inglaterra. Año 2009.
-- Dirección: Duncan Ward.
-- Actuación: Gillian Anderson, Alan Cumming, Heather Graham, Danny Huston, Jack Huston, Christopher Lee, Joanna Lumley, Simon McBurney, Meredith Ostrom, Charlotte Rampling, Amanda Seyfried, Stellan Skarsgård, Jaime Winstone, Alfie Allen, Gemma Atkinson.
-- Guión: Danny Moynihan, basado en su propia novela.
-- Banda Sonora: Janusz Podrasik.

-- "Juegos de placer" en IMDb.
-- "Juegos de placer" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

El mundo del arte londinense, lleno de estiradetes y pedantes que aprecian el buen arte por lo que vale... en libras esterlinas, eso es (y la calidad artística al diablo). En donde se entrecruzan, veamos... un mercachifle de esos a quien nadie llama mercachifle porque lo que mercachiflea es ¡¡¡ARTE!!! Su secretaria, que se lo mama al mismo tiempo que trata de escalar posiciones y abrir su propia galería (Heather Graham en un rol de chica angelical-pero-mala que le viene de perillas) y que él, por su parte, le hace los puntos a su sustituta, cuando la otra saca las garras (Amanda Seyfried, nuestro fanservice favorito de la década, back in action). Su mejor amigo, un tipejo que colecciona arte porque, bueno... algo hay que coleccionar en esta vida. La señora de este tipejo, una estiradeta de mierda que soporta las infidelidades del otro sujeto con las suyas propias (¡Gillian Anderson, SURPRISE SURPRISE!). En este caso con un tipejo nuevo artista ascendente que trata de hacerle los puntos a la secretaria que reemplazó a la antigua secretaria que sacó las garras... (¿mareador? ¡SÍ! ¡Es una peli de personajes, SUFRE-SUFRE!!!). El poseedor de un Mondrian que, créanlo o no, NO LO TIENE COMO INVERSIÓN SINO PORQUE AMA LA PINTURA, y bueno, se niega a venderla aunque le pagan millones y millones, de libras esterlinas de comienzos de la crisis, no las de ahora (Christopher Lee, entrañable como siempre). Una joven artista rebelde cineasta lesbiana (lo repito: Joven. Artista. Rebelde. Lesbiana. Todo eso) que graba todo lo que dice y todo lo que hace y eso es ¡¡¡ARTE!!! Su mejor amigo, un gay en malas horas. La amante de la joven artista rebelde cineasta lesbiana. Cada uno jugando sus propias cartas para salir adelante en la vida, para prosperar, para SER ALGUIEN en el mundo del arte. ¿Y el arte? Bueno, ahí, colgado en las paredes, muuuuuu bonito figúrense...

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

El arte es como la pornografía: no tengo puta idea de qué es, pero si me lo ponen por delante, sé reconocerlo. Hasta más o menos el XIX, era fácil saber lo que era arte, en las artes plásticas por lo menos. Si se suponía que era una figura humana, era reconocible como tal, tenía facciones armoniosas, el tono de piel y las sombras era el correcto, etcétera, entonces era arte. Lo contrario era mamarracho. Los que juzgaban eran la Academia. A veces con miopía, a veces no, pero no existía un divorcio fundamental entre academia y público: los académicos decidían más o menos qué técnicas había que emplear, los artistas las empleaban, al público le gustaba, y todos felices. Y entonces llegaron los impresionistas. Y los expresionistas. Y los fauvistas. Y los cubistas. Y los dadaístas. Y los surrealistas. Y MTV. Y el mundo del arte nunca más fue lo mismo. La academia se fue al carajo, los artistas empezaron a hacer lo que querían, ¿y el público? Medio dividido entre dos aguas, por un lado los que aceptaban dejarse comulgar con ruedas de carreta con cualquier memez para ser INTELECTUALES o posar de tales a lo menos, versus el grueso de la gente que más o menos olía que todo eso del arte moderno en el fondo es una sandez. Y la academia, para sobrevivir... ¿sobrevivir, dije? ¡La Academia no sobrevivió! La cosa se transformó en una de los locos poniéndose a cargo del manicomio, con el ahtihta que grita más fuerte poniéndose a cargo del cotarro, y los otros secundándolos. El arte se transformó en un producto de consumo. En una inversión. Y surgieron las galerías de arte. En donde el público era el juez. O mejor dicho, el dinero del público. Luego vino un delicado equilibrio en donde los artistas tratan de engañar haciendo creer que lo suyo es arte, los dueños de galerías tratan de engañar haciendo creer que sus productos colgados son arte, y los compradores tratan de engañar haciendo creer que tienen gusto para el arte. Metidos en una dinámica interna en donde lo que cuenta es el fingimiento, porque nadie se atreve a gritar que el rey va desnudo. ¿Y qué queda al final del camino? Pues... "Juegos de placer", por supuesto. Horroroso título con el cual tradujeron el original "Boogie Woogie", que hace referencia a una pintura de Piet Mondrian. Sí, otro de esos pintores que supuestamente es arte. Porque dibujar cuadraditos es arte, hoy por hoy. O lo era ayer. Porque en el arte también hay modas, claro. "En esta temporada primavera-verano tenemos arte retro a lo Picasso...".

¿POR QUÉ VERLA?

-- ¿Me atreveré a recomendar esta peli? A medias, y con precaución. Es una peli de mejores intenciones que resultados. No es mala. Pero le falta un par de pinceladas finales. La sátira corrosiva hacia el mundo del arte y las pompas de jabón alrededor de esos hombrecillos y mujercillas fatuos y pagados de sí mismo no es un tema que se vea en el cine todos los días. Ejecutado además con esa fina ironía tan inglesa, de aparentar que los personajes son simpáticos para luego destrozarlos sin piedad, pero con la mejor de las sonrisas. El guión y sus vueltas y revueltas tiene su ingenio. Pero no es capaz de sacar adelante ninguna situación verdaderamente desopilante, nada que despelleje. Puras buenas maneras, pocos dientes. La peli tarda en arrancar porque debe darse el tiempo para presentar a cincuenta millones de personajes, que no es demasiado obvio en un comienzo cómo encajan unos con otros. Y cuando arranca, tampoco ayuda que ningún personaje es realmente simpático, así es que no hay con quién anclarse. Bueno, podríamos mencionar al personaje de Christopher Lee, ese pobre anciano al que hasta su propia esposa hincha para que se desprenda de la pintura tan querida, pero aparece tan poquito... Su última escena debería habernos hecho soltar una lagrimita y too, pero la peli no logra desencorsetarse lo suficiente para ello. ¿Y qué tenemos a cambio? Por lo menos, buenas interpretaciones, eso sí. Si vale la pena seguir la odisea existencial de estos personajes, es porque están servidos con talento supremo por sus respectivos actores. La que probablemente se roba toda la peli es Gillian Anderson, en un rol farsesco de antología como una queen drama que es puro humo y nada de substancia. Heather Graham, la hipócrita trepilla que está dispuesta a acostarse con todos (y con todas) y que después no tiene asco en cagarse a otras personas con la más inocente de las sonrisas, también está brillante. El resto de los actores también funciona bien, aunque lo cliché de algunos personajes (particularmente desperdiciados Amanda Seyfried y Alan Cumming, y no es que actúen mal) hace que no luzcan todo lo que deberían. Tratándose de una peli sobre personajes moviéndose sobre el tablero, apuñalándose unos a otros, y acostándose todos con todos (y todos con todas. Y todas con todas. No a la vez, que esto no es "Shortbus", eso sí), este aspecto crucial por suerte está bien cubierto. Pero tengo el presentimiento de que la disfrutarán más quienes de una manera o de otra han estado vinculado a esa raza odiosa de gente llamada FANÁTICOS DEL ARTE, que el grueso público. O a lo mejor no. Que los pisotones caen muy cerca, vamos.

IDEAL PARA: Ver una interesante sátira de lo banales, superficiales, vacíos, ególatras y pagados de sí mismos que son los fulanos moviéndose alrededor del mundo highbrow del arte contemporáneo.

VIDEOS.

-- Trailer de la peli [en inglés, sin subtítulos. Pero por si lo necesitan: "backstabbing" significa "apuñalar por la espalda"].



No hay comentarios.:

Publicar un comentario