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jueves, 20 de noviembre de 2008
"Un hombre de dos reinos" (1966).
-- "A Man for All Seasons". Inglaterra. Año 1966.
-- Dirección: Fred Zinnemann.
-- Actuación: Paul Scofield, Wendy Hiller, Leo McKern, Robert Shaw, Orson Welles, Susannah York, Nigel Davenport, John Hurt, Corin Redgrave, Colin Blakely, Cyril Luckham, Jack Gwillim, Thomas Heathcote, Yootha Joyce, Anthony Nicholls.
-- Guión: Robert Bolt, basado en su propia obra teatral.
-- Banda Sonora: Georges Delerue.
-- "Un hombre de dos reinos" en IMDb.
-- "Un hombre de dos reinos" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Las cosas están candentes en Inglaterra. En la Era PreShakesperiana, reina omnipotentemente el chulo Enrique VIII. Ya sabemos, Mr. CutHeads. Enrique VIII está impaciente porque Catalina de Aragón, su legítima esposa por dispensa de la Iglesia Católica (era esposa de su ahora finao hermano) no le ha dado hijos varones. Además, está más que califa con una cortesana llamada Ana Bolena, y ha convertido su asuntillo de sábanas en una cuestión de Estado. Por tanto... Zero tolerance must be shown against all traitors!!! Run the traitors against the wall!!! Tomás Moro, un tipo demasiado principesco para abandonar el poder, y demasiado correctito para profitarse de éste, está en la encrucijada. ¿Apoyará a su viejo amigo Enrique VIII, o más bien obedecerá a su conciencia y se negará a prestarle juramento? Todos le dicen: "Tomasito, Tomasito, pues doble el espinazito y preste juramento". Pero él, es que no, es que si juro en falso y después me voy ante el Tribunal de Dios, pues qué va a decir... El que sepa un poco más de Historia Universal, sabe en qué termina el asunto. Para el que no, me limitaré a decir que el argumento de esta peli sigue con bastante fidelidad lo que sucedió entre Enrique VIII y Tomás Moro, por allá a inicios del siglo XVI. Para lo que eso importa, claro está, porque lo advierto desde ya, esta peli no tiene efectos especiales, y no aparece ningún ninja haciendo el sayayín, así es que no sé quién de la New Generation querrá verla, pero es bien histórica, eso sí...
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Hubo una cierta tendencia entre los intelectuales del siglo XX, a crear una tonelada de obras del género "individuo vs. sistema", en donde el individuo representa la libertad de elección y es muy positivo y chupi, mientras que el sistema (cualquiera sea el sistema) es malvado y totalitario y listo. Me refiero a cosas tan dispares como, por ejemplo, "1984" de George Orwell, o las obras de teatro de Bertolt Brecht. El tema ha perdido fuelle en el XXI, a favor del sistema, por supuesto, porque la sociedad ha evolucionado de una manera muy curiosa: los capitalistas aprendieron que el individualismo era apreciado, y por lo tanto lo agarraron, etiquetaron, envasaron y estandarizaron, y ahora todos pueden darse el lujo de "ser libres" sin pagar el costo de serlo (ya sabes: pensar por tí mismo, tener emociones por tí mismo, preocuparte de otros prójimos que quieren ser libres...), y que optan por la solución módica y retail de integrar libremente alguna tribu urbana en la que, por supuesto, sus pares les dirán cómo tiene que vestirse y qué pelis debe ver (pero es libre para ingresar o salir, eso sí). Pero en esa época, querer ser libre era otra cosa, era en verdad hacerse responsable de uno mismo y de las opciones personales (qué caray, ya me puse sartreano, rayos...). Dentro de esa óptica se inscribe esta peli, "Un hombre de dos reinos", que toma el episodio histórico de la objeción personal de Tomás Moro (basada en sus principios católicos) contra Enrique VIII que ha abjurado del Catolicismo y se ha proclamado CEO de su propia Iglesia, it's good to be King, y que pretende imponer el Cielo o el Infierno por decreto, como un Zeus Tonante cualquiera. El creador de esta obra (la teatral y el screenplay para la pantalla) es Robert Bolt, un dramaturgo que ya tenía currículum en esto de las obras del género "individuo vs. sistema". Este es el punto más alto de su carrera. Y en verdad que es un punto alto. La peli luce añeja, tanto por sus planteamientos morales como por su puesta en escena, que probablemente ya era pasada de moda en sus días, pero aún así, sigue siendo una pieza sólida y potente.
¿POR QUÉ VERLA?
-- Partamos porque, de manera muy inusual, es una recreación bastante fiel a la realidad histórica. Desconozco si la historia es así, literalmente y casi diálogo por diálogo, pero sí capta más que bien la problemática de aquel tiempo, entre los protestantes que criticaban a la Iglesia Católica y no veían con malos ojos el salirse de ella, pero siguiendo en eso del Cristianismo, y los católicos que preferían obedecer a su conciencia, aunque para ello tuvieran que ir a dar al cadalso (aunque ahora sin leones, afortunadamente, que en dieciséis siglos algo había evolucionado el mundo). Están presentes, y bien retratados, no sólo Moro y Enrique VIII, sino también los omnipresentes Wolsey y Cromwell, así como el Arzobispo Cranmer. El desarrollo de la trama no se arredra tampoco en entrar en los meandros de la política de la época, un poco simplificado por supuesto, pero aún así con bases sólidas. Esta peli puede enseñar bastante más sobre la Reforma Protestante, que muchos tomos de aburridas investigaciones repletas de pedantería académica.
-- Es también una peli muy fiel al Zeitgeist intelectualoide post Segunda Guerra Mundial. Recordemos que en 1945, las fuerzas de la libertad y la democracia habían triunfado sobre la malvada Alemania Nazi, y por ende, en consecuencia, Heidegger pasó un tanto de moda, en beneficio de los pensadores champañizquierdistas (Habermas, Marcuse...), y en particular del Existencialismo a la Sartre, que Jean Paul Sartre era heideggeriano, pero no en versión renanonazi como el alemán sino en la versión comunista de café vienés que se estilaba en Francia desde la Belle Epoque. Todo ese espíritu rebeldemente individualista, crítico y refractario a la sociedad de masas, y por ende muy "antisistema", signifique esto último lo que signifique entonces y ahora, encaja muy bien en esta peli en donde el héroe es un intelectual (¡era que no!), en lucha no sólo contra la autoridad de Enrique VIII, sino también contra esos odiosos filisteos que, habiendo optado por la saludable opción de salvar sus cuellos del hacha del verdugo, prefieren abjurar de su conciencia y hacerle genuflexiones al deicida coronado. Por supuesto que en los '60s estaban también los hippies, el amor libre, The Doors y James Bond, pero los intelectualetas izquierdistoides en su torre de marfil jamás se enteraron de ello (bueno, salvo por ese libro de 1965 en donde trataron de destripar filosóficamente las novelas y pelis de James Bond, cuando me acuerde del título les cuento), y si lo hicieron, fue para sentir viva repugnancia. Esa es la atmósfera que late detrás de esta peli, y la luce muy bien. Quizás por eso luce un tanto avejentada, incluso para su época (salvando la resolución de la imagen y otros detalles técnicos, lo más bien podría haber sido rodada diez años antes, y nadie se habría dado cuenta).
-- El guión. Es soberbio. Es brillante. Fiel a su herencia y extracción teatral, esta peli enfatiza en grado supremo los diálogos por sobre toda otra cosa. Casi no hay acción. Todo transcurre en habitaciones encerradas, y todo el suspenso sale de los intercambios de diálogos. ¡Y qué intercambios! Tomás Moro era abogado y erudito, y eso se ve más que bien en sus diálogos, filosos como navajas. También sus oponentes tienen perlas de diálogos. Generalmente, adaptar obras de teatro al cine trae consigo el peso de tener que desmohosar una obra que está hecha para ser condensada en un puñado de pocas escenas sobre un escenario sin muchos medios, y eso que en el teatro uno lo acepta de manera natural, en el cine luce pobre y sin vida. Se esforzaron porque, a pesar de ser una peli muy teatral, se viera también cinematográfica, y eso se agradece. Pero esto, sin detrimento de la parte dialogada, que es el planteamiento principal del conflicto.
-- Fred Zinnemann. El hombre tras pelis como "A la hora señalada", "De aquí a la eternidad" o "El día del chacal" muestra aquí una vez más por qué es un grande del cine. Quizás no es lo que llamaríamos un "director de autor", pero sí que sabe sacar el máximo potencial cinematográfico. En este caso, Zinnemann opta por dejar transcurrir las escenas de diálogos sin ningún escollo, pero de tarde en tarde, intercala algunas ominosas gárgolas góticas, muy simbólicas de lo que en verdad está ocurriendo. Su narración es parca, adusta, a ratos muy poco amistosa con los sentimientos del espectador. En manos de un director menos inspirado, podríamos considerar esto como una muestra de poca creatividad. Pero viendo la obra misma, es obvia la opción de Zinnemann. Para este hombre, lo importante es la historia, los personajes y los diálogos. Todo lo demás es irrelevante. De ahí su montaje a ratos tan crispante en la sobriedad. Una opción arriesgada, pero que debido al rico trasfondo de la peli, muestra al final de lo que es capaz.
-- La puesta en escena es notable. No estamos aquí frente a una gran superproducción hollywoodense con grandes decorados de cartón piedra, fingiendo un Renacimiento que, estilo "Diana de Francia" o similares, nunca fue sino en la calenturienta mente de los escenógrafos y diseñadores de vestuario. Todo está rodado en locaciones, las habitaciones son oscuras y frías como de seguro lo eran en la época (no debemos olvidar que cualquier época anterior a la nuestra era notoriamente más pobre en recursos, y cosas como "Corazón de caballero" no pasan de ser pura mitología costuril), y todo es espartano a decir basta, incluyendo los ropajes, que no lucen como si los productores tuvieran contrato con Dolce & Gabbana. Debe ser una de las pelis de look más fielmente históricorrenacentistas que se ha rodado jamás.
-- Sería casi insultante mencionar las actuaciones, como si uno pudiera impunemente entronizarse incluso desde más arriba. Paul Scofield es un brillante Tomás Moro, que no cae en el estereotipo del iluminado maniático, sino que en todo minuto se comporta como un ser humano normal y corriente, puesto en su situación únicamente porque tiene un cargo de conciencia, sin que esto lo convierta en el Mesías que vendrá a salvar el mundo. A su lado Wendy Hiller como su esposa, a ratos pareciera que destiñe, pero en la escena del cadalso entendemos más que bien las frustraciones y rabietas que pasa porque le tocó el esposo que le tocó. Leo McKern en su rol de Cromwell, está insuperable como el maquiavélico villano invitado. Robert Shaw hace poquitas apariciones como Enrique VIII, pero está muy equilibrado, como tipo jactancioso y mimadito, que trata a todo y a todos como si fueran sus juguetes personales. El gran Orson Welles hace una aparición de cortesía como Wolsey, y en sus escasos minutos está grande como la vida, como siempre (en esos años empezaba a aumentar de peso, así es que "grande como la vida" puede leerse en más de un sentido; nos referimos, por supuesto, al sentido actoral y no al gastroenterológico). Susannah York (sí, la que una década después será la mamacita de Christopher Reeves en "Superman") actúa como la hija de Tomás Moro, con enorme carisma, pero sin pasarse a robar la peli. Y para no extenderme más (aunque siendo injusto con el resto del elenco), digamos que el secundario que John Hurt hace aquí, lo catapultó después a la fama (¡John Hurt, hombre! ¡"Expreso de medianoche", "Alien", "El hombre elefante", "1984", "Hellboy"...!).
IDEAL PARA: Ver una peli sin duda un tanto añeja para la sensibilidad del XXI, pero que es un estupendo ejemplo de las alturas a las que puede llegar el cine cuando un buen director encuentra un buen elenco y un guión con profundidad.
OTRAS PÁGINAS SOBRE "UN HOMBRE DE DOS REINOS".
-- (Ir a la página). Comentario en Panorama Católico Internacional.
-- (Ir a la página). Comentario en Cine Forever.
VIDEOS.
-- Trailer original del año 1966 [en inglés, sin subtítulos]:
-- Inicio de la peli [en inglés, sin subtítulos]: -- Un trepa trata inútilmente de consagraciarse con Moro. Este le despide, y el otro se va contrariado. La familia le pide a Moro que lo arreste, y éste lo excusa diciendo que no ha violado la ley. Cuando la familia le dice que no importa, que si hay que romper la ley para atrapar al Demonio entonces se rompe y se acabó, Tomás Moro defiende la obligación de acatar la ley, aunque eso signifique dejar escapar al Demonio [en inglés, sin subtítulos].
La obra de Bolt tuvo muy buen material histórico para hacer los diálogos, recreados con buena parte del material histórico existente, muchas cartas y relatos contados por los que estuvieron cerca de Moro o el mismo Moro (sus cartas). Esto es algo que le añade un sutrato a la obra de teatro y a la peli que pocas obras históricas tienen.
ResponderBorrarScofield se llevó un tony y un oscar muy merecido tanto por su trabajo en el teatro como por la peli. Y los demás actores están estupendos, se nota que estaban contentos con el guión y la dirección de Zineman, que, por cierto, luchó mucho contra las productoras para que permitieran que Scofield hiciera el papel en lugar de una estrellita de turno.
Anécdota: tuvieron mucha suerte durante el rodaje. Cuando rodaron exteriores todo salió a pedir de boca, si necesitabann un día iluminado les hacía un día estupendo (en pleno invierno), si necesitaban ventisca, tenían ventisca, y etc.
Muy bueno tu blog de cine, me gusta mucho.
No conozco la obra original de Bolt, pero por alguna razón eso no me extraña, es que esta peli se ve demasiado trabajada a nivel de diálogos para los estándares del cine histórico de toda la vida, y por lo tanto, algo tenían que robar del material adaptado, digo yo... Y no me extraña que hayan tenido sus peleas, esta peli es demasiado densa como para que algún productor inflado de sí mismo no haya dicho en algún minuto: "mire, eso está bien, pero es que si le metemos un poco de esto, un poco de aquello, si le cortamos esto otro que a nadie le importa"... Así es como salió una gran peli, a fin de cuentas.
ResponderBorrarGracias por las felicitaciones, y saludos.