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jueves, 14 de febrero de 2008
"Lo que queda del día" (1993).
-- "The Remains of the Day". Inglaterra. Año 1993.
-- Dirección: James Ivory.
-- Actuación: Anthony Hopkins, Emma Thompson, James Fox, Christopher Reeves, Peter Vaughan, Hugh Grant, John Haycraft, Caroline Hunt, Paula Jacobs, Ben Chaplin, Steve Dibben, Abigail Harrison, Patrick Godfrey, Peter Halliday, Terence Bayler, Hugh Sweetman, Tony Aitken, Emma Lewis, Joanna Joseph, Tim Pigott-Smith, Lena Headey.
-- Guión: Ruth Prawer Jhabvala, basada en la novela de Kazuo Ishiguro.
-- Banda Sonora: Richard Robbins.
-- "Lo que queda del día" en IMDb.
-- "Lo que queda del día" en la Wikipedia en inglés.
¿DE QUÉ SE TRATA?
Son los turbios y rockanrolescos '50s. Después de que Lord Darlington, su amo caído en desgracia, ha fallecido, la Mansión Darlington está a la venta, al mejor postor, y hasta plantean venderla como un montón de piedras a tanto la tonelada. Pero para fortuna de estos ingleses, tan estiradotes ellos que siempre tiene que venir un yanki a sacar las castañas del fuego, un político yanki retirado la compra y se promete a sí mismo restaurarla como era en los días de esplendor. Pero nuestro Ubermensch yanki (¡caray, si hasta el actor es superhumano, es Christopher Superman Reeves, hombre!) no podría llegar a tanto sin la obsesiva ayuda de su esbirro en jefe, el Mayordomo Stevens. Ocasión y momento propicio entonces para hacer la magdalenada de Proust y empezar a recordar los viejos y buenos tiempos. Para los ingleses, "viejos y buenos tiempos" significa antes de la Segunda Guerra Mundial, porque bien salada que la sido la Historia Universal con ellos después (adios al Imperio, potencia de segundo orden, obligación de unirse a la CEE, los tres tomos de Tolkien)... Los buenos y viejos tiempos en los cuales un ama de llaves y un asistente de mayordomo podían fugarse limpiamente y poner en aprietos al patrón para contratar nueva servidumbre. La que se queda finalmente es la Señorita Kenton, de muy buenas referencias, gracias por preguntar, quien no sólo demuestra llenar todos los requisitos para ser el ama de llaves perfecta, sino además para llenar el basáltico corazón del señor Stevens. Pero, ¡ah!, él no puede permitirse un romance, ¡oh, no, no, no! Eso lo distraería de sus funciones. Y sus funciones son importantísimas. Sin él, la casa no funciona. Y si no funciona, adios a cambiar la Historia a través de las conferencias internacionales pronazis que organiza su regio patrón Lord Darlington...
EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.
Lo hemos dicho anteriormente, a propósito de "Divorcio a la francesa" y "La condesa blanca". El director James Ivory es de la vieja escuela, y cuando decimos "vieja", queremos decir "antediluviana"; es decir, alguien formado en los cánones de John Huston y similares, con un extraordinario dominio escénico, una puesta en cámara preciosista, y actuaciones de primera, combinadas con una increíble frialdad formal. Con tales mimbres, el cesto hubiera sido un fracaso, de no ser porque salvo desbarruntes como la mencionada "Divorcio a la francesa", que pretendió ser una comedia "quiero y no puedo", James Ivory se ha especializado en esa cosa que no quiere ser histórica ni pura ficción que se llama "cine de época", género éste que se adapta muy bien a sus cualidades (ha dirigido, entre otras, "Los bostonianos", "La mansión Howard", "Jefferson en París", "Sobreviviendo a Picasso" y la mencionada "La condesa blanca"). En 1990 cayó en sus manos un librito escrito por un japonés llamado Kazuo Ishiguro, que el año anterior había ganado el Booker Prize (uno de esos premios que la estirada dizqueintelectualidad europea le da a novelistas que después todos comentan y nadie lee); este Ishiguro tenía méritos porque siendo japonés, podía escribir como europeo clásico mezclando una sensibilidad japonesa, y así todos contentos para premiarle porque escribe como europeo clásico, pero por lo japonecete le hacemos loas a la multiculturalidad (el fetiche de lo políticamente correcto noventero). Tras las vueltas y revueltas de rigor en Hollywood, Ivory terminó rodando esta peli, que se alzó después con una enorme cantidad de premios, y por una vez en la vida, con razón.
¿POR QUÉ VERLA?
-- Lo dicho, es una clásica peli de James Ivory, y si no es la mejor de todas, debería considerarse entre su Top 3. Porque en esta peli están todos en estado de gracia. Para un director de corte clásico y técnicamente conservador a ultranza, la historia de un grupo de personajes otoñales que se niegan a aceptar que el mundo está cambiando, debía calzarle como yelmo a la cabeza. Si alguien quiere enterarse de qué va el cine de Ivory, "Lo que queda del día" debería ser su punto de partida natural.
-- Anthony Hopkins. Ha hecho toda clase de papeles en su larga carrera artística, pero si la posteridad lo va a recordar, es por dos hitos, ambos curiosamente de "early '90s". El primero de ellos es su rol como Hannibal Lecter en "El silencio de los inocentes". El segundo es la que podríamos llamar informalmente su "tríada de época", conformada por "La mansión Howard" y "Lo que queda del día" a las órdenes de James Ivory, y "Tierra de sombras" a las órdenes de Richard Attenborough; lo interesante de esta inopinada trilogía, es que a pesar de ser roles muy similares (personaje inglés tradicionalista hasta el fanatismo y lleno de contención british), se las arregla para interpretarlos de manera muy distinta a cada uno, muestra de que Hopkins es uno de los mejores actores de su generación. Su composición del mayordomo Stevens, duro y frío como el acero, pero que se traiciona solito a través de gestos y sutilezas varias, está entre las mejores que entregó el cine en los '90s. Hopkins consigue transmitir así toda la humanidad de un personaje que sobre el papel... ¡por Bastet que es detestable este hombre!
-- Emma Thompson. A pesar de haber protagonizado unas cuantas históricas ("Enrique V" junto a Kenneth Branagh, con quien se encamó después, libreta de por medio, un rol secundario en la simpática y no impecable "Improptu", y un rol también en el otro Ivory-hit, "La mansión Howard"), fue con esta peli que estalló literalmente ante las audiencias internacionales. Y es que consigue una increíble empatía actoral con el Monstruo Hopkins, algo indispensable si se considera que, después de todo, es una historia de amor entre ambos (¿cuántas pelis de amor han fracasado porque sus protas se detestan cordialmente, o no tan cordialmente?). Es tanta la asociación que consigue con el personaje, que cuesta pensar que, en retrospectiva, el rol iba a ser originalmente para Anjelica Huston, otra gran actriz, claro está, pero que no tiene el mismo timbre actoral que la Thompson.
-- El resto de los secundarios está simplemente grandioso. James Fox, tipo emblemático de toda peli de época inglesa que se precie de tal, hace un gran rol como Lord Darlington, bienintencionado, pero incapaz de sacarse la chapa paternalista de quienes se creen mejor que el resto de la sociedad, ni aún después de cag... perdón, meter la pata. El millonario yanki es nada menos que Christopher Reeves, en su lucha superheroica para sacarse de encima el cartel de Superman (sí, fue el prota del "Superman" de 1978 y secuelas, ¿qué pasa?), y como de costumbre interpreta su rol de manera grandiosa (sólo un puñado de nosotros sabía que era un tremendo actor, además de un buen superhéroe, y después quedó inválido y se murió). Aparece Hugh Grant, secundario insigne que ya había coincidido con la Thompson interpretando nada menos que a Frederic Chopin, el insolente, en "Improptu", que el año anterior había hecho el tontobruto en "Perversa luna de hiel" y que aquí sigue de secundario insigne antes de hacerse famoso en "Cuatro bodas y un funeral" (y pervertirse tratando de sacarse el cartel de "galán inglés" hasta caer en "El diario de Bridget Jones"). Aparece también como uno de los criados, un tal Ben Chaplin, uno de los buenos actores que nunca consiguió salir de la segunda fila (ustedes lo vieron en "La verdad sobre perros y gatos", "La heredera", "La delgada línea roja", "Ruleta rusa", "Cálculo mortal", ¡claro que lo ubican, si son cinéfilos de pro!)... Y aunque no muy conocido, mencionemos también a Peter Vaugh como el padre del señor Stevens, quien interpreta un gran rol como el viejo chochete que acarrea más problemas que alivios.
-- El tema central de la peli es también uno que, desgraciadamente, nunca perderá actualidad. Se trata del tradicionalismo a ultranza. Ser tradicionalista no está malo cuando uno se toma la tradición con cierto espíritu deportivo, conservando las cosas que sirven y descartando las que ya no. Pero el tradicionalismo porque sí es un veneno espiritual que ha matado castas sociales completas. El pecado original de todos los personajes es seguir comportándose como si la sociedad inglesa en masa estuviera estancada en el XIX de Jane Austin, a pesar de vivir los '30s del XX (y los '40s, y los '50s). Es, desde luego, el pecado de Lord Darlington, cuando se le enrostra que su naifpolitik hacia Hitler es de amateurs, y él replica que lo que algunos llaman amateurismo, él prefiere llamarlo "política con honor". Y por extensión, casi por contagio viral, es el pecado del señor Stevens, preocupado porque todo esté como siempre y siga en su lugar, aunque eso signifique el no darse cuenta de lo babosa que anda la Señorita Kenton por él... o lo baboso que él mismo anda por la Señorita Kenton. La película consigue el casi imposible de que, sin abandonar el microcosmos de la Mansión Darlington, sintamos que afuera están pasando cosas y que el viejo orden está por estallar, si es que en verdad no ha estallado ya. Esto se ve en dos niveles paralelos: por una parte, en la destrucción moral de Lord Darlington cuando después de la guerra tiene que responder por sus simpatías pronazis (a pesar de que confiaba en los nazis de pura buena fe), y en la incapacidad del señor Stevens para reconocer que las cosas cambian, y que si él mismo no cambia, será infeliz de por vida.
-- La película aborda también el complicadísimo problema de la relación de las democracias occidentales con los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial, Hiroshima, el descubrimiento de los experimentos en campos de concentración y la Solución Final, y los Juicios de Nüremberg, los historiadores de pacotilla escribieron toda una frondosa mitología, que el cine de guerra a lo John Wayne estimuló, sobre que las democráticas potencias occidentales libraron una guerra de ribetes mitológicos para derrotar al Demonio Ario. A mucha gente le incomoda entonces pensar y descubrir que muchos notables de ese mundo democrático occidental simpatizaba con los nazis y eran tan antisemitas como el propio Hitler (allí están por ejemplo Henry Ford o Charles Lindbergh... y a nadie se le ocurriría decir que eran las manzanas podridas del sistema... ¡después de todo eran trunfadores en el más clásico american way of life!). En la peli vemos justamente esa trastienda, de cómo parte del éxito nazi antes de la guerra se debió a las chambonadas y estupideces de un grupo de señoritos bienintencionados, sumados también por una clase baja que en muchos casos siguió como borregos a los de arriba, comprensiblemente asustados ante la perspectiva de una nueva y aún más sanguinaria guerra europea, pero incapaces de comprender que en la psicología de la Alemania de aquel tiempo no existía ese mismo miedo patológico a una guerra en la que su orgullo nacional tenía todo que ganar y nada que perder (pensaban ellos así, al menos). En muchos sentidos, esta peli enseña más historia de la Segunda Guerra Mundial que una tonelada de manuales explicando de manera fría y abstracta cómo los nazis llegaron al poder, y cómo las democracias occidentales fueron incapaces de contener a Hitler hasta que resultó demasiado tarde.
-- A un nivel histórico, esta peli funciona también como un reflejo de la decadencia de Inglaterra. Porque vemos nítidamente el contraste entre el mundo señorial de preguerra, en donde todo está escrito y predeterminado, y el mundo posterior en donde un vendaval sociológico lo arrasa todo. En esto estriba el agudo contraste entre la vida perfecta y ordenada en los '30s, y el viaje del prota para reencontrarse con su antigua ama de llaves en los '50s, que lo lleva a arrojarse en un mundo que detesta a su antiguo amo y todo lo que él representaba (además de que, por primera vez, se ve obligado a convivir en una posada de mala muerte con gente "de la baja").
-- Hay también una escena brillante que refleja una de las mayores debilidades de la democracia. En un punto, los señoritos políticos discuten sobre si es bueno darle democracia al pueblo ignorante y sin educación para que ellos voten como si tuvieran la calificación intelectual para ello. Y uno de ellos, a modo de prueba, le hace una serie de complicadas preguntas al señor Stevens, ante lo cual éste replica simplemente y con educación, que no puede ayudarlo en esos temas. El es un mayordomo y está para servir, claro, pero si se piensa en las manadas de obreros de nuestra sociedad industrial e informática cuyos patrones piensan que están para servir y no para pensar (y si piensan, los despiden y contratan a alguien por un salario más bajo), en realidad los "trabajadores libres" no están mejor parados al respecto. Esta es, por supuesto, la muestra máxima de como la democracia falla si se concentra la educación en unas pocas personas, y también el capital.
IDEAL PARA: Ver una gran historia de amor, una película con grandes actuaciones, cine histórico de alturas, el viejo tema del tradicionalismo... Si eres una persona que usa sus neuronas para algo más que deslumbrarse con efectos especiales, alguna veta encontrarás en esta película que te gustará.
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