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jueves, 22 de noviembre de 2007

"La fuente de la doncella" (1960).


-- "Jungfrukällan" (título original en sueco), "The virgin spring" (título para el mercado estadounidense), "El manantial de la doncella" (título en España y México). Suecia. Año 1960.
-- Dirección: Ingmar Bergman.
-- Actuación: Max von Sydow, Birgitta Valberg, Gunnel Lindblom, Birgitta Pettersson, Axel Düberg, Tor Isedal, Allan Edwall, Ove Porath, Axel Slangus, Gudrun Brost, Oscar Ljung.
-- Guión: Ulla Isaksson.
-- Banda Sonora: Erik Nordgren.

-- "La fuente de la doncella" en IMDb.
-- "La fuente de la doncella" en la Wikipedia en inglés.

¿DE QUÉ SE TRATA?

Erase una vez que se era, en la aristocrática Suecia medieval (o sea, en ese conjunto de chozas que alguien humorísticamente bautizó como "civilización vikinga"), una casa en la cual vivía una bonita familia de nobles aristócratas, lo que en aquel tiempo y lugar significaba algo así como "10% menos pulgosos y piojosos que el resto". En la familia hay dos chicas. Una de ellas es una sierva o poco menos, y pagana por añadidura, y odia a muerte a la otra chica hasta el punto de pedirle al dios Odín que se encargue de procelársela. La otra es, por supuesto, el lirio nevado de la familia, una chiquilla malcriada y coqueta (la versión pelolais de la Suecia del XIV) que a fuerza de hacerse la melosa con papi y mami, consigue todo lo que quiere. Resulta que estamos en Semana Santa y hay que llevar unos cirios a la Iglesia, lo que tratándose de la época y el lugar, significa ir por media Suecia a montura de algo. La chiquilla consentida, dale con que la manden a ella, y que la acompañe la otra sujeta. Después de unos cuantos diálogos salaces y llenos de mala baba de la criada a la señorita, ambas se separan bien peleadas. En mala hora, porque poco más allá, la pelolais es agarrada por un grupo de truhanes que deciden llegada su hora de merendar carne de nobleza, y le aplican eso que nuestras tatarabuelitas victorianas llamaban "un ultraje peor que la muerte". Y al ultraje peor que la muerte, pues bien, sigue la muerte, para que la pobre no pase vergüenzas después (recuérdese que en la época no existía tratamiento psiquiátrico asistencial a las víctimas de violación). Pero como hay un misterioso sentido de la justicia cósmica que se infiltra por todos los hilos de la existencia (es una Bergman, así es que no es como la vida real), pues bien, adivinen qué va a pasar después...

EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS.

Es inoficioso a estas alturas del partido decir que Ingmar Bergman es uno de los cineastas más respetados de todos los tiempos. Y con razón. Porque Bergman fue pionero en la gran renovación que sufrió el cine europeo de los '60s, frente a la ortodoxia narrativa y temática hollywoodense. No en balde, al alero de Bergman se forjaron una larga serie de cineastas; sin ir más lejos, Andrei Tarkovski le copió todo eso de rodar metafísica a 3 kms/hora; por otra parte, la ecuación "metafísica + morbo" ha sido con posterioridad la piedra de toque de todo el cine de David Lynch; y hablando con un poco de malicia, podemos despacharnos la obra completa del reconocidísimo Woody Allen con su churrepetecientas películas como una especie de "quiero ser Bergman y no puedo". Bergman se reveló al mundo a finales de los '50s, en particular con su ultraclásica "El séptimo sello", y a partir de ahí deslumbró al mundo con un estilo muy peculiar. Y es que el viejo zorro de Bergman consiguió la cuadratura del círculo, de crear un cine que permitiera una vasta elucubración filosófica, permitiéndoles así a los dizqueintelectuales de "Cahiers du Cinema" ganarse el plato de judías, y que contara historias interesantes, en particular porque explota el lado más morboso de la existencia humana (violaciones, incestos, peleas de pareja, etcétera). Todo eso está más o menos presente en "La fuente de la doncella", una peli quizás no tan prestigiosa como "El séptimo sello" o "Fresas salvajes", pero que igualmente deja ver su mano maestra (o, hablando con un poco de mala baba, podríamos decir "su mano mora").

¿POR QUÉ VERLA?

-- Para los fanáticos de Bergman, es el típico producto Bergman. O sea, hay una historia de honda raigambre metafísica con su poco de simbolismo y obsesión religiosa, combinada con una trama de ribetes bastante morbosos. Aunque digámoslo con todas sus letras, en estos aspectos la peli ha envejecido un pelín. Porque en este caso, el simbolismo bergmaniano que tanto trigo ha dado a los molinos culturetas, es más bien difuso, y por ser una peli limpia, no permite a los críticos hinchados de filosoprosa lucirse a gusto explicando lo inexplicable; por otra parte, aparte de ser una clásica historia del género "crimen y castigo", pues bien, tenemos otra muestra de la metafísica bergmaniana de tipo "hago que mis personajes sean normales y corrientes, pero metan a Dios en todas partes, y con eso hago una peli religiosa". Expliquemos un poco la simbología y estamos en paz: en Semana Santa (es esa fecha) una Virgen (la mija linda) sale con su mejor vestido de seda (el manto de la Virgen) escoltada por una sierva pagana envidiosa (Judas Iscariote) y viaja hasta el Reino de la Maldad (el mundo exterior), en donde será vejada y muerta, sólo para que sus ejecutores después caigan en manos de los buenos y nobles aristócratas. Pensándolo bien, es natural que una peli tan aristocratizante como ésta (los nobles son buenos, los villanos de las villas son también villanos de alma) no cuaje bien entre la dizqueintelectualidad europea, siempre bien inclinada hacia el consumo del Vodka Stalin. En cuanto al otro aspecto, el del morbo, ha perdido un tanto lo suyo; presentar una violación en medio de una peli podía tener gancho para 1960, época en la que el grueso del cine venía de Hollywood (bueh, todavía hoy), y éste se encontraba bien ceñido al infame Código Hays (el mismo que decía que las parejas de casados debían aparecer durmiendo en camas separadas en las pelis hollywoodenses), y por ende, debió ser una bomba en Estados Unidos, una peli que mostraba una violación; sin embargo, pasadas unas cuantas décadas, y después de ver cómo de manera mucho más explícita se revolcaban a la neumática Monica Bellucci en "Irreversible", pues bien, lo de "La fuente de la doncella" ha perdido un poco de tirón.

-- Los actores lo hacen prodigiosamente bien. El rol de pater familias es interpretado por el incombustible Max von Sidow, que después de haber sido chico Bergman pasó por un nutrido cuantuhay de pelis hollywoodenses ("La historia más grande jamás contada", "La carta del Kremlin", "El exorcista", "Los tres días del cóndor", "Flash Gordon", "Conan el Bárbaro", "Nunca digas nunca jamás", "Duna", "Sentencia previa", interpretando a Jesucristo, Ming el Despiadado y el malvado Blofeld de las pelis Bond entre otros); aquí, von Sidow interpreta su rol con entera bonhomía y hace inmensa la pantalla, algo bastante difícil en una producción artesanal y precaria como es todo el cine extrahollywoodense pre-'90s. Su esposa es interpretada por Birgitta Valberg, que le hace muy bien el peso. Las dos chicas que se detestan cordialmente vienen interpretadas por Gunnel Lindblom, la morena adoradora de Odín, y por Birgitta Pettersson la rubia pelolais, y es como para caer rendido ante ellas, su encanto particular (el encanto de la inocencia en un caso, el de las chicas malas en el otro). Y los malos ponen una cara de malos que realmente da miedo.

-- Siempre es refrescante ver una peli sobre la Edad Media, en donde no se presente a los aldeanos como tipos con paños de pobre, pero tan limpiecitos que parecen recién salidos de la ducha, o a los nobles vestidos con tanta magnificencia que parecen magnates de una fiesta de disfraces del XXI. Esta es una peli sobre la Edad Media como debió ser, o sea, sucia, deslavada, con construcciones campestres medio cayéndose a pedazos, con los animales correteando por todas partes, y comiendo con modales más propios de un cerdo que de un hombre civilizado. Y ese respiro se agradece.

-- Edad Media. Violación. Asesinatos. Una chica pura y radiante. Una chica mala como el natre. Malos bien malos. Combinación ganadora, qué más les puedo decir.

-- La peli dura algo menos de 90 minutos. O sea, si el estilo bergmaniano de cine te aburre (y puede ser, porque el hombre a ratos es un poco plúmbeo para contar la historia), terminará rápido.

IDEAL PARA: Ver quizás no el Bergman más afamado, pero sí uno entretenido y con cuento.

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